Un dron en forma de salvavidas, un evaluador de edificios dañados con una foto de celular, un comunicador para quien ha quedado debajo de los escombros.
Los usos sociales de la tecnología son incontables.
Baste pensar en el ámbito de los desastres socio naturales, agravados por la crisis climática que vive el planeta.
Los cataclismos que forman parte de la vida del planeta concitan una doble dimensión social.
Por una parte, es en los más vulnerables donde su efecto es más devastador; por otra, su ocurrencia es cada vez más frecuente debido a la acción humana.
A la crisis de salud que azota al mundo desde hace un año, deben sumarle los estragos, de tiempo atrás, de una crisis climática sin precedente.
La evidencia es tan contundente como catastrófica en un sentido social. Huracanes, terremotos, sequías, deslaves parecieran ensañarse sobre quienes menos tienen.
Por supuesto que no es la naturaleza la que se ensaña sobre persona o país alguno, sino la acción humana que empuja a algunos a vivir en lugares poco aptos o a naciones enteras a no poder estar suficientemente preparadas.
En todo caso, la resultante es devastadora. Tanto en cuestión del daño sobre las personas como en cuanto lo que le cuesta a una nación vulnerable, la ocurrencia de tragedias socio naturales.
Frente a ello, está claro, desde hace décadas, que es impostergable avanzar en la consecución de algunas medidas que permitan paliar los efectos del cambio climático.
De modo más reciente, pero no menos contumaz, se ha abierto paso la noción de no sólo trabajar en mitigar la crisis climática, sino, además, en tener la capacidad para adaptarse a ella.
No es suficiente con plantearse, pues, objetivos a mediano o largo plazo. La adaptación implica la capacidad para actuar en y sobre el presente, no en un sentido de resignación sino de resiliencia.
En ello está el mundo. O, por lo menos, una buena parte de él.
Interesante resulta en muchos sentidos, bajo este arco de ideas, la iniciativa conjunta entre la Autoridad Nacional para la Gestión de Desastres, del gobierno de la India y el Banco Mundial.
Ambas entidades, al lado de corporaciones como IBM, la Consumer Technology Association, de los Estados Unidos, o la Oficina de Desarrollo de la Commonwealth (FCDO) del Reino Unido, han anunciado recientemente a los ganadores del TechEmerge Resilience India Challenge.
“Los innovadores y emprendedores tecnológicos elegidos ofrecen soluciones que aprovechan tecnologías disruptivas como AI, IoT, drones, impresión 3D, plataformas digitales y más”, se destaca en la plataforma de la convocatoria.
Se trata de 10 proyectos de innovación para la respuesta inmediata en casos de cataclismos.
De manera sumaria, comparto la descripción general de cinco de las iniciativas reconocidas.
- Sistema de previsión de inundaciones. Desarrollado en Países Bajos, nación con una vastísima experiencia en el tema, propone desarrollar un software que permitirá, desde un teléfono celular, visualizar una simulación que indicará la manera en que el agua se comportará de acuerdo con determinadas hipótesis de niveles de precipitación, por ejemplo.
- Conectividad a Internet post desastre. El proyecto OWL propone proporcionar conectividad básica a dispositivos inalámbricos para mensajería e información, una vez que el desastre ha ocurrido y se han interrumpido la comunicación convencional. Se puede implementar a ras de suelo, bajo tierra o en el agua. Su naturaleza de código abierto le confiere un valor social adicional.
- Express yourself. La Fundación Pragathi busca animar la implementación de sistemas de comunicación en aldeas remotas, a través una radio local bidireccional basada en WiFi. La radio tiene como objetivo ser escalable en áreas con poca señal para proporcionar conectividad a dispositivos portátiles de transmisión y recepción que utilizan tecnología de código abierto.
- Evaluación de daños estructurales en edificios. Se trata de una aplicación móvil que puede proporcionar información sobre el nivel de daño del inmueble, utilizando una simple foto de teléfono móvil. Mediante el modelado 3D paramétrico, la aplicación simula características que definen cada tipo de edificio.
- Salvar una vida sin arriesgar otra. Llamada también Safe seas, es un dron autónomo con forma de boya, que sirve para realizar salvamentos en el mar. La boya o salvavidas tiene un rango de comunicación de hasta 3kms que se puede ampliar a 10kms si es necesario, además se le pueden adaptar cámaras HD.
Reducir los riesgos y aumentar la resiliencia de las comunidades más vulnerables, tienen en la tecnología, o debiera tener, a un aliado esencial.
Amén de que las vidas humanas perdidas son irrecuperables, las catástrofes socio naturales implican grandes sumas de los presupuestos públicos, que hubieran podido usarse de otra manera.
Sólo durante 2020 se registraron 416 catástrofes con pérdidas por encima de los 268 mil millones de dólares, un 8% más de pérdidas por cataclismos que la media de pérdidas anuales de las últimas dos décadas.
La ecuación es mortífera: mientras más pequeña es la comunidad, más fuerte es el impacto; mientras más alejada está, más extensivo se vuelve; mientras más vulnerable es más devastador es el efecto. Saberlo y no actuar es imperdonable.
Lo es.
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