Los muros han adquirido muy mala fama, son un estigma social, dividen a la sociedad entre los que tienen la capacidad de levantarlos y los que desean derribarlos. El muro es un simple soporte, la diferencia es el uso que se da o de qué lado del muro estemos. La coreografía de danza contemporánea The Wall, de Yeri Anarika, comisionada por los primeros bailarines Elisa Carrillo y Mikhail Kaniskin, plantea la presencia negativa, antisocial, el racismo, injusticia y marginación que impone el muro.
The Wall desglosa en distintos cuadros o escenas el fenómeno migratorio, describiendo desde los viajes migrantes, la violencia, el contraste del poder de los que manejan las fronteras. En la argumentación coreográfica, por un lado, logra momentos de gran belleza, es incluso impactante el desarrollo de los conflictos. Los bailarines, de la Compañía de Danza del Estado de México y siete invitados, interpretan, es decir, no repiten, sino que hacen suyo el dramatismo, se involucran como víctimas o verdugos, y lo proyectan al público, es visible su gran oficio en la danza.
El cuerpo es la herramienta del bailarín como artista, el cuerpo expresa, el problema es cuando los bailarines además hablan, nos “dan una lección” y la obra se convierte en didáctica. El arte va más allá de didactismos, es conocimiento y aprendemos sin que nos digan que el hambre y las guerras son malas, como la canción de John Lennon. Era más que suficiente con la puesta en escena, la escenografía de animaciones, de Josué Abraham Palma, es un diálogo exacto, evoluciona y camina paralelo al conflicto, estábamos viendo todo, no era necesario que lo repitieran con un “show” de concursos y un monólogo.
La música electrónica, CitadinosON y sonidos de Hannes y Andy Tiechmann, creó una atmósfera opresiva, una combinación muy interesante porque la coreografía fluía dentro de ese sonido repetitivo y atonal, con la escenografía en el fondo, conseguía ser inmersiva, hasta agotadora. En momentos hizo falta una melodía, algo que rompiera, claro, sin la irrupción del simulacro de show, me refiero a un momento más armónico.
El final es una contradicción, durante dos horas nos dicen que el sistema económico-político actual se está derrumbando, es anti humanista, y la nota de “esperanza” escenifican los esténciles de Banksy, un artista que justamente es parte de ese sistema agotado, ya lo demostró con su obra subastada en Christie’s, pactada y truqueada para hacer dinero rápido.
Las fronteras son un filtro y un control y, más allá de utopías improbables, van a seguir existiendo. The Wall propone su revisión con otra forma de hacer danza, nos hace ver un conflicto fuera de la estadística, y eso nos involucra. El proyecto forma parte de Danzatlán, que es ya el gran festival de danza nacional, fundado y dirigido por la bailarina Elisa Carrillo y el apoyo de la Secretaría de Cultura del Estado de México.
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