Seguramente has oído –hasta el cansancio– que se aprende mucho de los errores, de los fracasos, todo el día se ven letreros, quizás con otras palabras, pero con el mismo mensaje en todas las redes; se escucha en miles de blogs, podcasts, en conferencias de Ted o equivalentes; y tienen razón, pero lo que no te dicen es que se aprende mucho más de los aciertos, de los logros, de los éxitos.
Tengo un poco más de 40 años de experiencia profesional, la mitad de ellos con responsabilidades directivas en el sector privado y público, y les puedo asegurar que se aprende mucho más de los éxitos que de los fracasos.
He escuchado y leído a líderes de primer nivel del mundo del deporte, la política, la guerra y obviamente de los negocios que también comparten esta visión, pero por alguna razón o razones que sigo sin entender, siempre se destaca más el aprendizaje de los fracasos que el de los éxitos.
Algunas de mis interpretaciones son las siguientes: cuando sucede algo malo, cuando fracasamos, cuando perdemos a un cliente importante, cuando no logramos la o las metas, cuando no seguimos el procedimiento y algo pasó, cuando tenemos un gran rechazo, es decir, cuando algo sale realmente mal y si me apuran un poco, hasta cuando sólo sale algo mal, en las organizaciones se arma un escándalo.
Entonces empiezan las llamadas, los correos, los mensajes por WhatsApp, las juntas, y se invierten decenas, cientos, miles de horas tratando de descubrir qué paso; encontrando la razón o razones de lo que originó ese “problema” y qué medidas o acciones tomaremos para que no se repita lo sucedido, e inclusive, cómo reparamos el “daño”; y, otra vez, quizás son buenas decisiones, pero yo me pregunto: ¿y si tuvimos éxito, si logramos una gran venta, si trajimos a la empresa una nueva cuenta, un nuevo gran donador para la fundación, si alcanzamos la meta esperada o la superamos? ¿Hacemos lo mismo? Y la respuesta, se los puedo asegurar, en la mayor parte de las organizaciones o empresas es ¡No!

Cuando las cosas salen como se esperaban o mejor que lo pronosticado, habrá, en el mejor de los casos, un buen bono, una palmada, un reconocimiento, pero difícilmente se sentarán a discutir por qué las cosas salieron con buenos resultados, ¿qué hicimos tan bien para que todo funcionara de esa manera? Inclusive habrá casos en las que ni celebraciones habrá, tendremos jefes –mas no líderes– de la vieja guardia que dirán, “para eso te o nos pagan”, “es lo mínimo que esperábamos de ti, después de todo lo que hace la empresa o yo, como jefe, por ti”.
En el libro de “El arte de guerra” del gran general chino Sun Tzu, un clásico citado por todos lados para aplicar en el mundo de los negocios los aprendizajes del “arte” de las estrategias militares, hay varias anotaciones que pueden ser puestas en práctica en las empresas o cualquier organización que nos serán útiles para aplicar este principio de aprender más de los éxitos que de los fracasos. La realidad es que este libro tiene sus fundamentos en el más clásico taoísmo, una forma de pensar y actuar milenaria (unos 700 años a.C.) que se convirtió en religión en el s. II, por lo que sus enseñanzas son muy profundas en el entendimiento del ser humano. Una lectura o repasada nunca está de más. Es un libro que se lee en una sentada. También van a encontrarse con afirmaciones que estoy convencido de que hoy ya no tienen ninguna vigencia, o al menos eso pienso yo, luego de darle hace algunos días una relectura.
Al inicio de mi carrera como consultor y todavía trabajando para terceros, aprendí que un muy buen ejercicio era documentar todo lo que se hacía en una organización y de ahí ver qué se podía mejorar, eliminar, simplificar o modificar. Todo proceso para lo que sea, siempre debe estar sujeto a revisión y siempre habrá oportunidades para mejorarlo. En esta misma lógica cuando hacemos algo bien, debemos tomar el tiempo, inclusive antes de festejar, para analizar paso a paso, detalle a detalle, qué pasó, y ya documentado, analizarlo, compartirlo, repetirlo y mejorarlo.
Siempre el logro de los objetivos, de las metas, debe venir acompañado del reconocimiento. Siempre lo he dicho y lo sostengo, que hay que reconocer el esfuerzo, pero sólo premiar los resultados. Cuando se tiene una política de bonos, siempre hay que considerar esta diferencia.
Del deporte de alto rendimiento creo que se puede aprender mucho, no únicamente para tratar de emular a los atletas en lo que hacen, sino aprender de sus experiencias y cómo lo hacen, de modo que podamos aplicar o replicar esos aprendizajes en el mundo de los negocios y en prácticamente cualquier organización. La serie “El último baile”, que tiene como personaje central a Michael Jordan –el mejor jugador de basquetbol de la historia, no necesariamente por sus números, sino por lo que hizo de ese deporte–, nos enseña cómo después de perder o ganar un partido, o incluso una serie o un campeonato, los jugadores (el equipo completo, no sólo los jugadores que estuvieron en la cancha) se sientan a platicar y comentar con los entrenadores lo sucedido. Hablan del triunfo y de quién o quiénes lo hicieron bien. Hablan del contrincante. Hablan de lo hecho, para dejar en claro por qué ganaron y cómo, porque siguiendo esa misma estrategia pueden ganar otros partidos, haciendo algunos ajustes menores o mayores, si el caso lo demanda. Es así que buena parte de lo que harán ya ha sido analizado de por qué funcionó.

Hay otra buena cantidad de series sobre el deporte de alto rendimiento, como el futbol soccer, en las distintas plataformas que nos enseñan, del cual podemos poner en práctica en nuestras empresas muchas cosas. Para mí se han convertido en excelentes materiales de formación. A veces le pido a los asistentes de mis talleres que vean algún capítulo o a veces los vemos juntos y luego los discutimos, como si fuera un cine-club. Son materiales de muy buena calidad y que resultan muy fáciles de ver y entender.
En el campo de la política electoral hay fórmulas ganadoras que los consultores expertos en el tema usan una y otra vez. También, obviamente, se aprende de las derrotas, pero les aseguro que muchos de ellos han aprendido mucho más de los éxitos, y por eso, muchos candidatos recurren a los mismos consultores, firmas o despachos especializados; porque son ellos quienes tienen las fórmulas ganadoras, no las perdedoras.
En lo personal he aplicado esta fórmula en mi vida profesional y para nada me puedo quejar, tengo un despacho –fundado en 1991– que, a pesar de todo lo sucedido, hoy está vigente, con buenos resultados (2020 fue nuestro segundo mejor año histórico), con magníficos clientes, con un reconocimiento y proyección internacional.
De verdad que dedicar horas y horas, y hojas y hojas a analizar lo que hicimos mal, dedicar tiempo a regaños, a llamadas de atención, tiene muy poco sentido comparado con dedicar el tiempo para analizar por qué sí logramos tal o cual cosa, cómo llegamos a esa meta, por qué cerramos tan bien tal o cual negocio o venta.
Entiendo que nos regocijemos con el mal ajeno, ¿pero con el nuestro? Los invito a que cambien las horas invertidas en las derrotas, en lo no logrado, a los éxitos, a lo sí logrado, a lo que sí alcanzamos, y les aseguro que tendrán muchos más aprendizajes que los que han obtenido de los fracasos.
Estos aprendizajes –desde luego positivos– harán que sus equipos se sientan mucho mejor, harán que la gente se sienta mucho más animada, más reconocida y espero que más premiada.
El contenido presentado en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente representa la opinión del grupo editorial de Voces México.
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