Este martes fue el Día del Internet Seguro y vale la pena insistir en que, además de seguir las recomendaciones puntuales que nos permitirán tener una vida digital protegida, lo importante es construir una cultura digital preventiva y de corresponsabilidad.
Nuestros hábitos, en general, se han mudado al ciberespacio y hoy el consumo, el entretenimiento, el pago de servicios y hasta el contacto con otras personas atraviesa por la red, las aplicaciones y los dispositivos móviles de todo tipo. Si el siguiente paso es el internet en los principales muebles que tenemos en el hogar, entonces la seguridad familiar y personal iniciará en nuestras propias habitaciones y se ampliará a cualquier espacio público o privado.
Tengamos presente que conforme avanza la tecnología, también lo harán los intentos de cometer delitos por medio de las conexiones que hacemos a diario en nuestra realidad virtual. Para el delincuente, en la realidad o en el mundo digital, el objetivo es lograr dinero de la manera más rápida y sencilla, por lo que hará lo que sea necesario para afectarnos en cualquier terreno en donde estemos presentes.
Tan importante como instalar un antivirus, cambiar regularmente de contraseñas (que deben ser elaboradas para evitar que sean descifradas), activar verificaciones de “dos pasos”, evitar sitios que no cuenten con certificados de seguridad, no proporcionar datos personales o bancarios, ni ingresar a vínculos que vengan de usuarios no reconocidos, entre otros, es asumir hábitos digitales orientados a la prevención.
Y, en ese sentido, como usuarios somos corresponsables de educar –y educarnos– para establecer un equilibrio sano cuando navegamos por internet. Contar con todas las salvaguardas no logra que tengamos en conjunto un ciberespacio seguro, cuenta mucho la denuncia, la comunicación ciudadana y hacer lo que nos toca para que estemos auténticamente seguros.
Todavía a estas alturas de la convivencia digital, después de una pandemia que aceleró el encuentro entre estas dos esferas de nuestra actual existencia, seguimos navegando en sitios inseguros, con redes sociales abiertas, respondiendo mensajes de supuestas promociones y abriendo archivos por supuestas alertas en cobros no reconocidos. Proceder de manera corresponsable es adoptar otras costumbres y hacer de la seguridad digital una forma de comportamiento.
En paralelo, como ciudadanos y consumidores, debemos participar activamente en la exigencia de que compañías privadas y plataformas tengan mecanismos de atención de quejas y fraudes, entre otros delitos, que pueden cometerse mientras uno se encuentra en sus sitios y por eso también tienen una responsabilidad.
La idea de la economía colaborativa y de las plataformas “facilitadoras” entre particulares para contratar servicios, compras o transacciones, no se sostiene cuando hablamos de seguridad y la responsabilidad que tienen empresas que se han vuelto muy poderosas para garantizarla en sus aplicaciones y dispositivos.
Hace también unos días se difundió la información acerca del tamaño de una plataforma de comercio electrónico que, si fuera un país, sería el tercer más poblado de América, después de Brasil y México.
Una empresa de esa dimensión tiene que garantizar la seguridad de sus usuarios y contribuir para que su actividad cuente con las condiciones mínimas de protección. Igual como lo hace un Estado con su ciudadanía.
A nosotros nos debe preocupar que, en casa, en el trabajo, en redes públicas y en las privadas, apliquemos los pasos que nos permiten interactuar sin riesgo. La economía digital solo podrá avanzar y crecer, al ritmo de las nuevas generaciones que, poco a poco, deberán buscar un equilibrio entre la vida real y la vida del ciberespacio para que la mayoría de los días, sean días de internet seguro.