Cada que inicia un nuevo ciclo es una maravillosa ocasión para apreciar las oportunidades de la vida. Cada década, cada lustro, cada año, cada mes, cada día, cada hora, cada instante es la posibilidad de entrar en contacto con lo sabido, pero también con lo novedoso, lo desconocido, en un movimiento que incluye, lo externo y lo interno. La variación puede pertenecer a los eventos del entorno con los cuales se está en contacto por vez primera, o bien de percepción, porque surge una mirada diferente de lo ya conocido al percibir ángulos o sensaciones renovadas.
Efectivamente, la vida es un movimiento con una cierta estabilidad que da seguridad y una novedad constante que permite el crecimiento. Aceptar este fluir es disponerse a disfrutar y aprovechar la vida, exactamente así como viene para empujar el destino propio hacia el camino que uno mismo desea recorrer.
Ciertamente la existencia presenta eventos que toman por sorpresa, adversidades por superar, retos a resolver, heridas por sanar, pérdidas a superar, pero también experiencias para saborear, encuentros para recrearse, novedades para alegrarse, oportunidades para beneficiarse, eventos para evitar el aburrimiento y, sobre todo, acontecimientos para expandir la consciencia y ampliar nuestro horizonte de comprensión.
Aceptar cada instante como una oportunidad para iniciar de nuevo es aprender a dejar el pasado precisamente donde está, aceptando su manifestación en nuestra vida como parte de nuestra historia, pero evitando que su influencia impida la experiencia del presente o condicione un futuro prometedor.
Disponerse a experimentar la novedad de la vida es abrir los sentidos, silenciar los prejuicios y suspender las expectativas para admirar la grandeza del hecho de existir. Es reconocer que siempre hay más oportunidad, más mundo, más existencia en el horizonte y que al entrar en contacto consciente y aceptante con ella se enriquece el don del presente.
La novedad de la vida nos permite comprender que nunca es tarde, que siempre es un momento adecuado para redirigir el camino cuando las decisiones del pasado nos encaminaron a una realidad desafortunada. Esta tarea desde luego requiere de esfuerzo, pero mantenerse en una vida desafortunada y dolorosa también lo implica y ya se conoce la frustración que genera. Para el cambio solo se necesita renunciar a las ideas que impiden fluir y aceptar el tiempo que requiere la maniobra, que de suyo es gozosa cuando se mira con ilusión y se aprecian los logros parciales.
La novedad del presente nos recuerda que seguimos vivos y que la existencia nos ofrece más experiencias de las que vamos a ser capaces de vivir, por ello aprendemos a elegir entre las opciones que aparecen en el horizonte y nos disponemos a gozar responsablemente el instante con la mirada hacia el futuro que deseamos alcanzar y cuidando la compañía de las personas que deseamos a nuestro alrededor