En la película Sabotaje (1936) un agente de Scotland Yard intenta impedir que una bomba estalle en un sitio público. Al inicio, el director Alfred Hitchcock, da la clave del asunto con la imagen de la definición de un diccionario del título de la cinta: Sabotaje: deliberada destrucción de edificios o maquinaria, con el objetivo de alarmar a un grupo de personas o inspirar ansiedad pública.
El presunto ataque, este otoño de 2022, a dos gasoductos rusos que dan energía a Europa, evoca el temor e incertidumbre que hace 86 años retrató el director inglés. Esa percepción nos recuerda que estamos, en la Era de la Geopolítica Energética y de la Guerra Híbrida.
¿Por qué los Nord Stream? Los artífices de sabotajes, operaciones encubiertas y de falsa bandera, como los que presuntamente atacaron al sistema Nord Stream 1 y Nord Stream 2, persiguen objetivos de alcance geopolítico. Y es que, en la geopolítica de la energía, es vital que ese complejo de tuberías transporte el gas que calentará a millones de europeos desde yacimientos rusos, que son transportados por el Báltico hasta llegar a Alemania.
Ese proceso, que hace años se realiza sin sobresaltos –y casi sin llamar la atención–, pasó a primer plano por el actual conflicto en Ucrania. Y es que, las sanciones occidentales contra Rusia visibilizaron lo que por décadas ocultó Europa: su colosal dependencia de energía del exterior.
Hasta el 26 de septiembre, a Europa occidental le llegaba la energía que necesita para calentar viviendas y operar fábricas, por un sistema dual: el Nord Stream 1, con capacidad de 55 mil millones de metros cúbicos de gas anuales.
Y el Nord Stream 2, que pactaron Vladimir Putin y Angela Merkel para surtir de gas barato a más de 26 millones de familias europeas. Desde su diseño, Estados Unidos (EU) se opuso y presionó a las firmas participantes; cuando iba a iniciar su operación, lo frenó el boicot de gobiernos europeos por el conflicto entre Ucrania y Rusia.
¿Sabotaje? Repentina e inexplicablemente, cuando escalaba la tensión política de EU y la Unión Europea hacia Rusia, el 26 de septiembre se reportaron cuatro fugas en ambos sistemas. La imagen dio la vuelta al mundo y el daño es tan grave, que se prevé que su reparación y rehabilitación tardará años por las sanciones internacionales sobre Rusia. De ahí que el coloso euroasiático pierda millones de dólares.
Ninguna pesquisa ha dado con el origen del daño, aunque la aguerrida presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, avanzó la idea de fue un sabotaje que tramó Moscú, y amagó con una “respuesta fuerte”. La Alianza del Tratado del Atlántico (OTAN) anunció que analizaba de cerca el caso y ofreció a sus miembros “protección de infraestructuras críticas”.
Ante las acusaciones sin pruebas, de que Moscú articuló ese desastre, la vocera del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zakharova, replicó que el incidente ocurrió en la zona económica exclusiva de Dinamarca y Suecia “Que controla la inteligencia estadunidense con países muy centrados en la OTAN y llenos de armas de EU”.
El embajador ruso en Washington, Anatoly Antonov, pidió analizar la actividad de buques de guerra de EU en la zona un día antes de la falla en ambos Nord Stream. Además, el diplomático instó a vigilar los ejercicios que ahí realiza la Marina de EU con explosivos submarinos, desde hace tiempo.
Paradójicamente, la primer ministra de Dinamarca, Mette Frederiksn y su ministro de Defensa, no consideraron las fugas como acción hostil, según el portal RPP. En cambio, Rusia no descara nada y espera la investigación.

El momentum: Por meses, analistas occidentales sostuvieron que Rusia usa su poderío energético como “elemento de chantaje”. Otros, como el español Juan Antonio Sanz, advertían que EU, está “celoso de la cooperación energética” de Europa con el Kremlin.
Es notorio que el ataque se dio a cinco días de que el presidente ruso anunció la movilización de 300 000 reservistas para desplegarlos en el Donbás y proteger zonas rusas; aunque una semana después, postergó la medida.
Los análisis omiten un factor grave en el contexto ruso: el atentado que costó la vida a la periodista Daria Dúguina, hija del filósofo Alexander Dúguin –cercano a Putin–, el 21 de agosto afuera de Moscú. La autora intelectual es la ucraniana Natalia Vovk, que vivía en el mismo edificio que la víctima y tras el crimen huyó a Estonia, según el Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB)
¿Quién gana? Para algunos observadores, el sabotaje a los Nord Stream implicaría una eventual salida a la crisis en Ucrania. Suponen que en el corto plazo sería necesario cooperar para diseñar un pacto entre Kiev y Moscú.
Tal optimismo choca con las proyecciones geopolíticas de Joseph Biden, de nutrir su economía con la venta de armas a una Europa atemorizada, llenar sus bolsillos con energía fracking antes del invierno y desplegar a la OTAN a su arbitrio.
En conclusión, cabe recordar que las operaciones de bandera falsa o encubiertas, se diseñan para crear tensión política al aparentar que las cometieron entidades ajenas. Así, la historia registra numerosos sabotajes.
Desde el ataque al acorazado Maine (1898) que detonó la guerra España-EU, al Plan Blanco (Fall Weiss) de Adolfo Hitler, quien pretextó que tropas polacas dispararon en territorio alemán para invadir ese país e iniciar la Segunda Guerra Mundial.
Siguieron el sabotaje contra el buque La Coubre, que endureció la relación Washington-La Habana y la provocación de la Armada de EU en el Golfo de Tonkin (1964) contra barcos de Vietnam del Norte, que desató la genocida guerra de Vietnam.
Cómo olvidar la explosión de dos bombas en el vuelo 455 de Cubana (1976), articulado por los operadores de la CIA: Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, que dejó 73 pasajeros muertos y a ambos terroristas libres. También persiste en la memoria la Operación Gladio (en los 70), donde grupos de derecha cometieron atentados atribuidos a partidos y grupos de izquierda, que diseñaron servicios de inteligencia europeos con apoyo logístico de la OTAN.
La Guerra Híbrida, perfeccionó la estrategia del sabotaje contra el enemigo. Bajo el principio: “Por qué bombardear un país, si se puede erosionar su poder con guerra económica, informática, diplomática –claro– con sabotajes, y salir ileso”, desató amenazas múltiples de duración e intensidad indefinidas, describe la analista Daniela Ruggeri.
Y en 2002, una firma de EU –que operaba el sistema de producción, refinación y distribución del sector petrolero de Venezuela– lo saboteó. Dos meses después, se daba el Golpe contra el presidente Hugo Chávez. En 2019, el sistema eléctrico de ese país caía por otro sabotaje, mientras políticos estadunidenses lo celebraban.
Ejemplo de sabotaje en México, fue el ataque cibernético del Grupo Guacamaya a la Secretaría de la Defensa Nacional, que sustrajo 6 terabites (TB) de documentos. La operación, realizada el 19 de septiembre, aprovechó la vulnerabilidad de los programas de protección de los servidores. Esa información, en manos anónimas, supone un riesgo a la seguridad pública ¿Nuestro país, objetivo de Guerra Híbrida?