Como profesora de ética me he enfrentado a grandes retos a lo largo de mi labor docente. Cada vez me resulta más difícil poder defender el tema de la verdad y esto me lleva a pensar que quizá la verdad ha muerto. Continuamente me encuentro con artículos, noticias, comentarios de diversas personas que afirman que no existe una verdad absoluta, sino que más bien, cada quien tiene su verdad y que ésta depende del cristal con que se mire. Lo cual me parece una reflexión bastante interesante y propia para pensar en esta época.
Lo primero que debemos preguntarnos para poder hablar de este tema es, ¿qué es la verdad?, ¿se sabe realmente lo que significa este concepto?, o nos hemos vuelto tan soberbios como para pensar que las cosas son lo que yo quiero que sean y en este sentido yo les doy la denominación y el sentido que quiero. Quizá algunos se sorprendan, pero sí hay personas que piensan que tienen la verdad aunque no sepan cómo definirla, y si incluso alguien llegara a decirle que no es así, el diálogo se terminaría en ese momento.
El concepto de verdad fue definido en el siglo IV a.C. en la Grecia clásica y aunque muchos podrían pensar que esto ya está pasado de moda, no es así, hay cosas, como la verdad, que son perdurables e inmutables con el paso del tiempo. En la época antigua se utilizaba incluso un vocablo para expresar la verdad que era aletheia, que quiere decir “sin velo”, es decir, aquellos que tenían la verdad eran los que se quitaban el velo de los ojos. La definición de este concepto, que para los griegos resultaba tan claro y para nosotros tan caótico es, “Pensar que la cosa que vemos es lo que es y que no es lo que no es”; cuando pienso que la silla que veo es una silla y en realidad es una silla, tengo la verdad, así de sencillo, y cuando pienso que lo que tengo frente a mí es una cama y no es una cama, sino un sillón, entonces no tengo la verdad. Esto quiere decir que la verdad tiene que ver con una relación entre lo que pienso y lo que realmente es; si yo pienso lo que quiero y eso no tiene relación con lo que en realidad es, entonces no tengo la verdad, así de sencillo.
Hoy en día nos equivocamos al pensar que cada quien tiene su verdad porque esto no es la verdad, esto es una opinión y debo darme cuenta de ello. La naturaleza de la verdad me exige que sea una y no muchas, es desafortunado, pero así es. Vamos a poner un ejemplo para que esto quede más claro, ¿qué pasaría si una persona dijera que la Ciudad de México es París?, qué raro sería, pero ¿por qué no? Y otra persona podría decir, bueno, no es París pero sí es Brasil y esta discusión podría llevarnos al infinito… justo la definición de la verdad dice que lo que piensas se debe corresponder con la realidad, y si analizamos la ubicación, la gente que vive en el país, el idioma, etc., veremos que, efectivamente es México. Incluso, les preguntaría yo, ¿qué pasaría si 10 personas dijeran que la Ciudad de México es París?, ¿esto sería suficiente para que fuera verdad?, ¡claro que no!, y ¿si esto lo dijeran 100 personas o 1000 o 1,000,000?, ¡¡tampoco cambiaría!!
Ésta es precisamente la característica de la verdad que es única, válida para todos, universal, que no cambia por los deseos de una, dos o un millón de personas; la verdad es lo que es y no puede cambiar con el tiempo, ni con las circunstancias o los deseos de personas que piensan tener el conocimiento del mundo en su mente; ésta es una actitud profundamente egoísta y soberbia. Si afirmo que yo tengo la verdad y tú también, me estoy contradiciendo porque la verdad es una y la tienes tú o yo, no los dos, y es importante reconocer nuestra limitación en este sentido y tener la apertura para dialogar, pero a través de una charla de personas que realmente quieren aprender del otro, no sobreponerse a todos porque esto es lo que nos está llevando a un mundo caótico, donde ya no podemos comprender a otras personas, e incluso, ni a nosotros mismos.
La verdad ha muerto porque nosotros la hemos matado, hemos sobrepuesto nuestras opiniones a ella a través de nuestro egoísmo y nuestra ignorancia. Es tiempo de poner la razón sobre los sentimientos, la verdad sobre la opinión; es tiempo de regresar a la verdad, conocerla, entenderla y amarla porque sólo ella puede llevarnos a encontrarnos a nosotros mismos, a ser mejores, a ser libres.
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