No es un secreto que el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene una guerra declarada contra el llamado “periodismo conservador”.

Desde el inicio de su sexenio los ha llamado corruptos, pasquines, serviles al poder económico, sin ética, mentirosos, mañosos, y múltiples calificativos peyorativos que afectan el desarrollo del periodismo en el país. 

Son muchas las razones de su animadversión hacia los medios de comunicación. La guerra sucia orquestada por el PAN en 2006 que lo etiquetó como el “peligro para México”. Y que no se adecuan a su narrativa gubernamental, generando enemistad hacia su administración de parte de la población que consume esos medios.

Esa es una de las razones del nacimiento de las conferencias matutinas en Palacio Nacional, como un espacio gubernamental que genera una narrativa que luche contra la de los medios.

Una batalla entre dos poderes fácticos: El político y mediático. Pero, en este caso, el primero busca posicionarse como el dueño de la verdad.

Esta sección semanal “Quién es quién en las mentiras” que estrenó AMLO, este miércoles, en sus conferencias son un despropósito y caen en los mayores cinismos de “yo tengo la verdad y tú mientes por yo lo digo”.

Porque no es un espacio para desmentir con datos duros, comprobables, que sería lo ideal para mandar un mensaje contundente. Así quedaría zanjada la conversación y AMLO, incluso, quedaría mejor posicionado porque sustentaría su argumento de que existe un sector de la prensa que lo ¨ataca¨. 

Este espacio se convierte, en lugar de una exigencia a un periodismo más ético y separado de los intereses políticos-económicos, en una suerte de venganza por parte de AMLO para desprestigiar a quienes lo señalaron de autoritario y obsesionado con el poder todos estos años. 

En pocas palabras, usa la tribuna presidencial para que el gremio periodista se sienta atacado como él presuntamente se sintió en la campaña de 2006.

Un espacio sin ningún sentido

Si este espacio sigue como su estreno, lo que hará AMLO es hacerles un favor a los periodistas que argumentan que son atacados y estigmatizados por el gobierno federal y eso socava la libertad de expresión.

Para desmentir hace falta rigor en el análisis de la información, esto cayo meramente en descalificaciones, afirmaciones ambiguas, explicaciones nada claras que nada aportaron a la supuesta causa de esta sección, que es exigir un periodismo ético. 

Con mucho respeto, pero la elección de la vocera también es incorrecta porque es alguien completamente desconocida y su participación, plagada de titubeos, imprecisiones, lugares comunes y muletillas, terminó siendo vergonzosa. Le pesó el escenario y terminó por hundirse en el juego del presidente.

¿Por qué no decidieron que el presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano (SPR), Jenaro Villamil, un reconocido periodista con libros publicados? 

También pudo hacerse cargo el encargado de la Coordinación General de Comunicación Social de la Presidencia de la República, Jesús Ramírez Cuevas. Pero no, prefirieron a alguien fuera del radar y que no cuenta con tablas o la autoridad para hacer frente al poder mediático. 

Quizás esto sea porque saben que muchas de las investigaciones son veraces y el periodismo que ataca al presidente es sólo una ilusión. 

Si al gobierno le interesa contrarrestar la narrativa de los medios de comunicación, que supuestamente tanto ataca y daña su imagen, deberían empezar por fortalecer el aparato de comunicación de los medios públicos.

El caso más importante es el pésimo manejo de Notimex, que lleva más de un año en huelga, por parte de Sanjuana Martínez, quien ha cometido todo tipo de atropellos laborales y amenazas contra los trabajadores.

La austeridad republicana les alcanzó y la Cuarta Transformación, en algunos casos, disminuyó el presupuesto de estos medios del Estado y en otros ha tenido muy poco avance. Si quieres imponer tu narrativa, debes luchar al mismo nivel que tus contrincantes. 

Un peligro para la democracia 

El periodismo, como muchas otras profesiones, están expuestas al escrutinio público y a la crítica. Es importante este aspecto para entregarle a la ciudadanía un mejor trabajo que les permita empoderarse con la información.

Al periodismo se le combate con datos, pruebas y hechos que pongan en entredicho lo que uno exhibe. Para los gobiernos, no sólo a este sino a todos los anteriores, siempre es un problema quienes ejercen esta profesión porque les quitan ese poder absoluto y pueden ser cuestionados por la ciudadanía. 

Que un presidente se asuma como poseedor de la verdad y que se dedica a perseguir y suprimir la mentira, es el mayor peligro para una democracia y la libertad de expresión como derecho fundamental. 

Es cierto que en Internet circulan muchas noticias falsas, engañosas, imprecisas y merecen ser señaladas para la ciudadanía no caiga en sus efectos. Lo que verdaderamente importa es la mentira en sí y desmontarla, no quién las dice. 

En el país donde más asesinan a periodistas y que se le considera el más difícil para ejercer la profesión, este tipo de ejercicios lo que hacen es que se desprecie aún más a periodistas y que no se les defiendan en situaciones de desprotección. 

El ¨Quién es quién en las mentiras¨ le da pruebas a quienes aseguran que es un autoritario y la única voz válida dentro de su gabinete y de cualquier institución del Estado. 

Los defensores del presidente lo han fetichizado y él se asume, también, como un ser divino que no se equivoca y que sabe a la perfección que es lo que necesita el pueblo y sólo él es capaz de entregárselos.

El presidente que se asume como el más democrático y defensor de los derechos, terminó siguiendo la línea de sus antecesores o hasta peor.

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