Enfermar de olvido
Luis Wertman

Construcción Ciudadana

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Recordar las consecuencias de una pandemia como ésta, es una obligación civil que nos servirá para que las nuevas generaciones estén mejor preparadas.

Imagen: iStock.
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Lectura: ( Palabras)

Tal vez una de las enfermedades que más nos afectan, sin saberlo, es la falta de memoria. Aunque recordarlo todo es imposible, y nada sano, es importante aprender las lecciones básicas que nos dejan las malas y las buenas experiencias de la vida. Olvidar lo que vivimos puede conducirnos a mucho más que repetir errores, también podríamos agravarlos. 

Será un poco extraño volver a dar la mano sin pensar en la posibilidad de contagio. Es posible que abrazarnos solo para reconocernos nos deje pensando en la cantidad de microorganismos que podemos estar intercambiando y hasta vernos sin cubrebocas durante unos largos minutos nos provoque episodios de ansiedad que lleven a buscar el propio para sentirnos seguros. 

Usar gel podría convertirse en un acto mecánico y de etiqueta para cualquier encuentro social y estornudar o toser en público en una señal de alarma momentánea que hará voltear a más de una persona para ubicar a quien podría estar enfermo. Incluso no hacerlo en el hueco del codo equivaldría a encender un cigarro en un lugar cerrado. 

Pero cometeríamos un error si abandonamos estos hábitos de higiene y los convertimos en tics que poco a poco se desvanecerán en el exceso de confianza que provocaría una eventual salida de la pandemia. Nos ha ocurrido antes. 

La varicela, la poliomielitis, las paperas o las afecciones de las anginas ya no son una preocupación principal en la salud de niñas, niños y adolescentes; menos lo son de sus padres que hoy están enfocados en este tipo de coronavirus. Sin embargo, durante muchas décadas esas enfermedades fueron el motivo de una auténtica batalla mundial para que no fueran fatales para los menores de edad. 

olvido pandemia
Imagen: iStock.

Es posible que eso se nos haya olvidado y recordarlo (o peor, tratar de compararlo con esta pandemia) solo provoque mayor ansiedad y temor; no obstante, es la ruta que podría seguir el SARS-CoV-2 y sus variantes. Está en nuestras manos evitarlo. 

Dos años serían suficientes, creo, para establecer una nueva cultura para reducir las posibilidades de que cualquier bacteria o virus nos llegue a afectar simplemente por descuido. 

La falta de consideración se combate con empatía y esa es una cualidad que puede volverse un comportamiento arraigado para que tengamos cuidado y con ello cuidemos la salud de los demás y de todos. Vendrán otras contingencias sanitarias, eso es seguro, pero la forma en que las enfrentemos después de esta experiencia hará que su impacto también sea diferente.  

A pesar de que las señales de relajamiento en Europa y en Estados Unidos son noticia, debemos comportarnos con prudencia para no dejar en el olvido las lecciones dolorosas que trajo este virus. Las vidas que se perdieron merecen que desarrollemos una consciencia social enfocada en prevenir y en atender nuestra salud física y mental. 

Viene además el tiempo que deberemos recuperar en la educación presencial y en la convivencia escolar de los más pequeños y jóvenes. Nada ha podido remplazar la asistencia a los salones de clase y tristemente uno de los escapes fue aumentar las horas de exposición a medios de entretenimiento electrónico que no solo los aíslan, sino que pueden representar un riesgo de entrar en contacto con la ciberdelincuencia. 

Recordar qué nos pasó, a quiénes afectó y cuáles fueron las consecuencias de una pandemia como ésta es una obligación civil que nos servirá para que las nuevas generaciones estén mejor preparadas y tengan hábitos de vida que deriven en niveles de salud óptimos que logren un equilibrio entre el trabajo, el desarrollo personal, familiar, y la participación en sociedades que sepan adaptarse a las emergencias y perseveren en medio de ellas. 

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