A casi un mes de terminado un proceso electoral intenso, lleno de dramatismo y manchado de sangre; asesinatos al por mayor, amenazas, descalificaciones y falta de calidad, se demostró una vez más que la tragedia de nuestro país, es a causa de la ausencia de formación cívica. Lamentablemente han fallado las instituciones educativas, en las mismas no se prepara a un buen ciudadano; los planes de estudio y programas escolares, para nada tienden a tan importante renglón.
En el período de gobierno de Ernesto Zedillo, en un acto perverso, se canceló la materia obligatoria de Civismo en la educación media básica. Es indiscutible la necesidad de recobrar tan importante área, para lograr la formación de mexicanos responsables, conocedores de sus derechos y obligaciones, donde lo relativo al sufragio debe tener particular relevancia.
Votar, más que un derecho, debe ser una responsabilidad, no con sentido imperativo, sino con actitud de convencimiento. El depositario de la soberanía nacional es el pueblo, quien a través de la buena formación cívica, debe cumplir la esencial misión de designar como sus gobernantes a los mejores. Hoy por hoy el abstencionismo es preocupante, ha alcanzado momentos mayoritarios, donde más de la mitad de los ciudadanos no acuden a las urnas, lo que se entiende como una forma de protesta ante la mala calidad y falta de seriedad de candidatos y los cada vez más impresentables partidos políticos. Claro ejemplo, las pasadas elecciones: se mostraron aspirantes vulgares, carentes de propuestas, que se dedicaban a hablar mal unos de otros y por supuesto, partidos políticos con ideologías y principios totalmente desconocidos por la población. Las ofensas fueron la constante, los actos de violencia y homicidios no faltaron.
La autoridad se vio rebasada, fue incapaz de contener la ola delictiva, donde hubo acribillados por el solo hecho de concursar legítimamente por un cargo público. Poco o nada se hizo para garantizar la integridad de los contendientes y ante ello, los clásicos dichos: “se va a investigar”, “se llegará al fondo de buscar los culpables”. Lo cierto es que se sabe quiénes son los responsables, principalmente los autores intelectuales, pero estos gozan de absoluta impunidad, en todo su esplendor.

Agreguemos el incuestionable y dramático hecho de partidos políticos anodinos; sin más muestran su ambición y descaro en forma voraz, ante la búsqueda del poder. Entre ellos se observan las llamadas coaliciones de partido; de pronto los que se dicen de izquierda se unen con los de derecha, porque aquí lo que importa, no son sus planteamientos o propuestas, sino ocupar un cargo a como de lugar.
Este fenómeno provoca la decepción de la gente, quien prefiere no sufragar ante la evidente desconfianza. Es fundamental buscar nuevos derroteros en materia electoral.
El abstencionismo como expresión social deberá ser valorado seriamente, para impedir que lleguen gobernantes obtusos; para que triunfe un candidato es imprescindible sea electo por la mayoría de la localidad en condiciones de votar y cuando la comunidad se niegue a acudir a las urnas, se debe anular el proceso electoral.
Si en un distrito electoral hay 100 mil votantes para dar el triunfo, se requerirá de 50 mil más uno para que se designe al gobernante, si no fuera así, esa elección deberá cancelarse y los partidos políticos tendrán obligación de presentar un nuevo candidato, de esta manera, insistimos, el abstencionismo tendrá un valor efectivo. Con ello, los partidos políticos estarán obligados a buscar buenos candidatos, que tengan raigambre y respetabilidad social. En la actualidad, los candidatos producto de componendas, son desconocidos por la población y si a ello le aunamos el hecho de que se desconoce la plataforma política de los partidos, mismos que deberían realizar una labor de concientización social utilizando el generoso presupuesto que se les otorga y finalmente van a parar a los bolsillos de sus corruptos dirigentes.

En el tema democrático en México, falta mucho por hacer, en este sentido, constituyen un papel esencial los mediadores, o sea, quienes decidan el proceso electoral y además quienes señalen a los triunfadores.
Lamentablemente hoy, el Instituto Nacional Electoral (INE), es un órgano mafioso que sólo provoca inseguridad. Los jueces en materia electoral, tienen que ser carentes de intereses creados y dignos de confianza. Insistimos, nuestra incipiente democracia reclama cambios de fondo, conocer los graves defectos y buscar las mejores soluciones posibles.