Luiz Inácio Lula Da Silva y Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidentes de las dos mas grandes economías latinoamericanas, Brasil y México respectivamente, brillan por su ausencia este 24 y 25 en la XXVIII Cumbre Iberoamericana, celebrada en República Dominicana, en la Fortaleza Antonia, de la capital del país caribeño bajo el lema “Juntos por una Iberoamérica justa y sostenible”, en la “primera parada” presencial de los 22 miembros a ambos lados del atlántico, en el contexto del surgimiento de la COVID-19.
Para empezar, es interesante ver en los diversos foros de esta naturaleza como la sostenibilidad y la búsqueda de una igualdad que sea garantizada desde la institucionalidad se ha venido convirtiendo en un mantra y no es para menos, la falta de oportunidades reales para desarrollar las distintas capacidades en los países menos desarrollados es una “preocupación compartida” por los países mas avanzados de esta convergencia de naciones, en tanto, se ha convertido en una “bomba de tiempo” gravitante que explosiona la emigración desde los países mas a los menos pobres.
Muestra de lo anterior es que, de acuerdo al último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), mas de 267 millones de habitantes de la región vive en inseguridad alimentaria –equivalente al 40.6% de su población–. Y la consecuencia más nefasta de esto es la explosión de líderes populistas de los opuestos ideológicos –como ejemplo el izquierdista nicaragüense Daniel Ortega que a propósito no estará en la cita y en su momento el estadounidense Donald Trump– que piensan que aplicando sus “fórmulas” resolverán este asunto, cuando la que en verdad se genera es violencia institucional –ya sea desde el conservadurismo como del progresismo– en tanto las medidas siempre son tendientes a afectar a uno u otro segmento ciudadano.
Y es que, creo que las recetas únicas no corresponden a la realidad contemporánea de nuestros países, pues la globalización de los problemas sociales requiere necesariamente de una respuesta multivariada para responder efectivamente a los mismos.
Por otra parte, el hecho de que en este espacio se pueda llegar a firmar la Carta Medioambiental Iberoamericana –aunque no sea vinculante, sino una hoja de ruta común– es un demostrativo de que ya desde los máximos circuitos del poder sociopolítico y económico están comprendiendo la gravedad de la crisis climática que altera los ecosistemas humanos y sociales y que “detiene” los procesos de desarrollo que necesitan nuestras sociedades.
Ahora bien, aquí tendríamos que preguntarnos qué grado de compromiso adquieren los países –cuyos presidentes no asisten al foro– con respecto a las decisiones tomadas y consensuadas pues si no se adopta un frente común en favor de la aplicabilidad de estas pues se posterga una solución integral a los problemas que aquejan a la comunidad iberoamericana de naciones. Ha dicho reiterativamente el orador cristiano Alfonso R. Bernard que “cuando el cambio es necesario, no cambiar es destructivo”.
En definitiva, esta cumbre es una estupenda oportunidad para relanzar las relaciones internacionales en un marco de un compromiso de fortalecer el ideal de una concepción unívoca de las democracias y que no sean “acomodadas” a las voluntades particulares.
Posdata: La Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de gobierno es la máxima plataforma de la Conferencia Iberoamericana, erigida como un mecanismo para la concertación política y la cooperación. Fue creada en julio de 1991 en Guadalajara, México con el propósito de desarrollar los ideales de Iberoamérica con base en el diálogo, la cooperación y la solidaridad Es de hacer notar que, el cónclave anterior fue realizado en Andorra, país europeo como anfitrión, pero de manera virtual el 21 de abril de 2021, debido también a la pandemia por COVID-19.
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