Hemos insistido en esta columna en diversas ocasiones –por ejemplo sobre masivas políticas comerciales e industriales implementadas en China y Estados Unidos en el último lustro ante su abierta confrontación– sobre crecientes cambios en el paradigma de desarrollo internacional preponderante hasta hace poco y vinculado con el libre comercio y los beneficios de la desregulación y liberalización del comercio de bienes, servicios y capitales.
Estos cambios se han profundizado recientemente en forma asombrosa y todavía no han sido considerados suficientemente ni en el ámbito académico ni de política (económica). Dos ejemplos de nuevos conceptos y de sus implicaciones para políticas de desarrollo diversas en América Latina y el Caribe (ALC). En enero de 2023 se reunieron los líderes de América del Norte y acordaron, entre muchos otros aspectos, la creación de un Comité de sustitución de importaciones en el marco del T-MEC; se concretó incluso que se buscarían sustituir importaciones particularmente de Asia hasta por un 25% de la región de América del Norte; este 25% de las importaciones regionales representó en 2021 el 123% de las exportaciones mexicanas. Así, y desde 2021, Estados Unidos no sólo se ha concentrado en la masiva implementación de políticas comerciales e industriales para incrementar su competitividad nacional en cadenas globales de valor específicas, sino que ahora, en el marco del T-MEC, buscará concretar adicionalmente políticas de sustitución de importaciones con Canadá y México. El tema es muy significativo y tendrá enormes consecuencias de política comercial en el corto plazo. Resulta curioso que después de décadas de que el concepto hubiera desaparecido del vocabulario de funcionarios y académicos, se convierta en una pieza central del T-MEC en el corto y mediano plazo. Además de la confrontación entre EU y China el comercio intrarregional de T-MEC ha disminuido significativamente: del 40.99% en 1999 (o antes de la firma del TLCAN) al 46.74% en 2000 y una abrupta caída desde entonces con el 38.79% (o por debajo de los niveles anteriores a la implementación del TLCAN).
Un segundo caso nos parece significativo. A finales de enero de 2023 se llevó a cabo el encuentro de la Cumbre de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Buenos Aires; días antes incluso se encontraron los mandatarios de Argentina y Brasil. En ambos casos se hizo reiterativo énfasis en el proceso de integración –bilateral y regional/latinoamericano– a todos los niveles y mediante instrumentos específicos. No es casualidad que la integración económica latinoamericana –otro concepto que parecía haber desaparecido del vocabulario y las políticas económicas en ALC en las últimas décadas– hubiera recibido particular énfasis como una de las primeras decisiones del nuevo presidente brasileño Lula. El contexto no es irrelevante: el comercio intrarregional de ALC se ha desplomado de niveles superiores al 20% en la primera década del siglo XXI al 14.45% en 2021, uno de los niveles más bajos desde 1990. Tanto México y particularmente Brasil han visto disminuir su presencia comercial en ALC en forma significativa.
Lo anterior significa que la academia y particularmente funcionarios acostumbrados a la implementación de tratados de libre comercio y a sus instrumentos, ahora deberán concentrarse en la implementación de nuevos mecanismos e instrumentos de política industrial y comercial. En el caso de políticas de sustitución de importaciones, por ejemplo, países como México deberán generar estrategias e instrumentos muy concretos para sustituir importaciones asiáticas en cadenas globales de valor específicas como autopartes, automotriz, electrónicas y telecomunicaciones, entre muchas otras. Los beneficios de estas nuevas políticas para generar proveeduría local y regional –debate que ideológicamente funcionarios en México rechazaron desde la década de 1980– pudieran generar masivos beneficios en la búsqueda de empresas de mayor independencia con Asia y China (y en el contexto de recientes debates en torno al nearshoring y friendshoring).
En la mayoría de los casos, sin embargo, los funcionarios actualmente responsables simplemente no cuentan con la experiencia ni la capacitación técnica de los nuevos instrumentos exigidos y “prohibidos” durante décadas. Habrá que desempolvar las experiencias –positivas y negativas– que México realizó durante décadas mediante políticas sustitutivas de importaciones y esfuerzos en aras de incrementar la integración con ALC y actualizar conceptos y metodologías propuestas por instituciones como la CEPAL en el siglo XXI. ¿Será?
El contenido presentado en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente representa la opinión del grupo editorial de Voces México.
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Gracias por esta reflexión clara y oportuna en razón de los eventos de la Cumbre y de CELAC y de la situación que guarda el proceso de integración hacia los cuatro puntos cardinales no obstante nuestra ubicación geoeconómica.
Necesidad de llevar una autoevaluación que me permito apuntar solamente algunos elementos:
Los diversos TLC´s sin excepción han sido en mayor parte proyecto de gobierno con una marginal o nula participación de los representantes de la planta productiva nacional. Por desgracia una opacidad en muchos de ellos. Todo esto a diferencia de los países adelantados en que la lineas de negociaciones las determina el sector privado en razón de ganar una ventaja competitiva y tener disciplinas convenidas para resolver los posible diferendos entre particulares o de empresas de gobierno si fuese el caso.
Para nuestros negociadores iniciados con Carlos Salinas se da con la búsqueda de una integración ficticia al asumirse por el entonces titular de la SECOFI, que la mejor política industrial era el no tenerla. Por lo que respectaba al sector primario, no importaba porqué los alimentos -altamente subsidiados- de nuestros futuros socios comerciales eran más baratos y eso beneficiaría al consumidor nacional.
Confío esta situación de espacio para mayores reflexiones de lo que realmente detiene la falta de integración y dónde es muy claro que la propuesta para buscar una integración regional de América del Norte es una gran oportunidad que no podemos desaprovechar.
Lo mismo cabe para hacerlo hacia CA y SA, pero siempre desde la perspectiva de los agentes económicos y no de la visión ideológica, simplista y funcionarios neonatos de la administración… MUCHA TAREA POR DELANTE