Un domingo por la tarde, una mujer acaudalada en una de las colonias más exclusivas de la ciudad, sola en su mansión de Las Lomas de Chapultepec, escucha un ruido en su cocina y con miedo y sobresalto grita: “¿Quién anda ahí?”. Mientras una tenue y tímida voz le contesta: “NADIE, SEÑORA, sólo soy yo”. Era su criada.
Con esta anécdota parafraseo a Octavio Paz en su célebre libro El Laberinto de la Soledad, en el que intenta descifrar al mexicano. Muchos querrán corregirme y decirme “describir y no descifrar”, pero mantengo mi postura y dudo que se pueda describir lo que sigue siendo enigma.
¿Quiénes somos los mexicanos? En ocasiones pareciera que disimulamos ser de otro mundo, ignorando que somos la mezcla de todos los mundos. Nuestra tierra mítica y mágica lo es por la mezcla del indigenismo versado en el cosmos y cruzado con europeos cuya ciencia es lo que se puede probar sólo en laboratorios. Incluso he llegado a escuchar que mientras en Europa se construían castillos, en nuestro territorio, ahora México, se andaba en taparrabos; lo que me hace constatar que hubo humanos que sólo ven hacia el frente y abajo, mientras otros ya escudriñaban el universo.
Esa mezcla de todas las razas, quizás cósmica como lo intuyó José Vasconcelos, filósofo y académico mexicano (aunque aún haya personajes de ciencia que no admiten la existencia de filosofía mexicana), sea Universópolis. Y si añadimos el pensamiento maya, la Era Universal de la Humanidad, ese despertar tanto esperado por cambio cósmico, la Era de Acuario, que se generará en nuestro territorio. No es que estemos viviendo una era de cambios, sino un cambio de Era, como ya mucha tinta lo ha descrito. Comprenderlo podrá apoyar a salvar nuestro planeta.
Desde Charles Darwin quien intentó explicar la evolución biológica a través de la selección natural, pasando por la eugenesia de un Hitler y las madres mexicanas con su “hay que mejorar la raza”, hasta nuestros días, en los que el Covid muestra a los laboratoristas que del apareamiento entre homo sapiens y neandertales (primos evolutivos), heredamos pieles y cabellos más gruesos para combatir mejor el frío y un sistema inmune más reforzado; pero quizás también más propensión al Covid-19, según un estudio de Antropología Evolutiva Max Planck en Leipzig, Alemania, y el de Ciencia y Tecnología de Okinawa en Japón.
El confinamiento y la misma enfermedad por Covid per sé, me han abierto ámbitos de interés que jamás imaginé incursionar. Los mexicanos nos despertamos con interés en conocer nuestros rastros españoles, indígenas u otros, pero jamás nos preguntamos qué tanto tenemos de homo sapiens o neandertal. Como si un perro husky se preocupara por cuánto tiene de lobo y cuánto de perro.
El Instituto Nacional Electoral en México se está auto otorgando facultades que ningún Poder le da de los tres que marca el Artículo 49 de nuestra Carta Magna, que al pie de la letra dicta: “El Supremo Poder de la Federación se dividirá para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial…”; y que como organismo autónomo no posee la facultad para dictar leyes. Está obligando a cumplir a los diversos partidos con candidatos que puedan comprobar que son: población minoritaria, migrante, género, capacidades diferentes, etc.
¿Sabías que el INEGI utiliza el autorreconocimiento de la identidad como el criterio para identificar a dicha población a través de la pregunta: “De acuerdo a su cultura, historia y tradiciones, de qué descendencia se considera?” Palabras más, palabras menos.
En esta próxima elección veremos que ya no sólo seremos 50% candidatas mujeres y 50% hombres, sino además: jóvenes, indígenas, afrodescendientes, migrantes, LGBTTTIQ+ y más. En un afán de democracia incluyente.
Aunque nuestra Constitución Mexicana establece derechos humanos en sus primeros artículos y señala que queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas, ¿acaso los mexicanos podemos separar nuestras raíces como granos diversos?
¿Hasta dónde abarcará nuestra incipiente democracia para sentir que se ha llegado a la edad adulta?
Y, ¿qué decir de los tratados y convenios signados por nuestro país? Existen cláusulas de no discriminación bastantes explícitas y protectoras en tanto que describen diversas conductas que tengan por objeto o resultado impedir o restringir los derechos humanos de las personas y atentar contra la dignidad humana, ya sea porque se realicen distinciones irracionales e injustificadas, se les nieguen sus derechos o se les excluya. Esta especificidad de conductas se encuentra expresada en instrumentos internacionales como la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo relativo a la discriminación en materia de empleo y ocupación; la Convención de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura relativa a la Lucha contra las Discriminaciones en la Esfera de la Enseñanza; y los Principios de Yogyakarta.
Termino mencionando orígenes de mezclas raciales que puedo describir por anécdotas familiares que ha citado la familia por parte de mi madre: mi tatarabuela (Mamá Bruna) indígena, casó con un español muy alto ojo azul, y sus descendientes mantuvimos rasgos indígenas pero con alta estatura. Y de parte de mi padre, nacido en la Hacienda Santa Rosa, hoy Gómez Palacio, Durango, hijo de peón español, contaba de un tal tío, que desde que llegó de España jamás volvió a calzar zapato por su estatura tan alta y pie grande, por lo que hasta su muerte usó huarache.
¿A qué minoría podría pertenecer yo?
Referencias:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-54463663
https://repositoriodocumental.ine.mx/xmlui/bitstream/handle/123456789/116389/CGex202101-15-ap-12.pdf
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