Detenernos un momento a pensar en la contribución que hacen mujeres y hombres dedicados a brindarnos seguridad es un buen ejercicio para darle dimensión al tamaño del reto que tenemos todos, como una sola sociedad, para alcanzar la paz y la tranquilidad que anhelamos.
La vida de quienes eligen desempeñar una carrea profesional en corporaciones y organismos de seguridad pública es distinta a la de la mayoría de nosotros, aunque nunca dejan de ser ciudadanos y tienen las mismas obligaciones familiares y personales que aquellos a quienes juran proteger.
En mi experiencia, que ya acumula casi una década y media, la mayoría de las personas que deciden asumir tareas de seguridad son dignas de reconocimiento y respeto. Es una vocación que no es fácil de hallar y es un trabajo que no siempre es reconocido socialmente, ni puesto en su justa dimensión.
Sin embargo, en caso de una emergencia, son las personas a las que acudimos primero y a las que les solicitamos todo tipo de atenciones en el momento en que vivimos una mala experiencia, sin importar qué ocurrió. Ahí, tristemente, es cuando nos damos cuenta un poco de lo que representa llevar un uniforme y qué significa el que otra persona esté enfocada en que nos encontremos seguros y bien.
Creo que nos hace falta información acerca del día a día de un integrante de una institución de seguridad pública. Tanto la preparación previa, como las funciones que debe desempeñar no son simples y contemplan entrenamiento, condición física, evaluación de la salud mental, vocación de servicio y dedicación para tareas que son de riesgo y, al mismo tiempo, de atención a la ciudadanía.
Esa capacitación incluye primeros auxilios, saber reaccionar en situaciones de alerta, especializarse en diferentes campos de la seguridad y desarrollar habilidades orientadas a la protección de personas, a la custodia de inmuebles, valores y al combate de quienes optan por seguir conductas antisociales.
He compartido en otras colaboraciones que tengo el honor de encabezar al Servicio de Protección Federal como Comisionado. El Servicio de Protección Federal es una institución del gobierno de México cuya principal misión es ayudar a que logremos en todo el país la meta de paz y de tranquilidad que se ha propuesto la actual administración.
Por ello, de manera cotidiana, tengo la oportunidad de entrar en contacto con mujeres y hombres que están convencidos de la importancia de la labor que desempeñan y con hechos demuestran su compromiso con la sociedad.
¿Cómo correspondemos las y los ciudadanos a esa entrega? Vale la pena pensarlo y evaluar qué tanto estamos contribuyendo a dignificar y a reconocer el trabajo de quienes nos cuidan y cuidan lo que más apreciamos. Un cambio de perspectiva vendría muy bien para que equilibremos nuestro comportamiento civil y así colaborar con buenas autoridades de seguridad, que las hay, para que convivamos en mejores entornos.
Si en nuestro papel de ciudadanos apreciamos a las y los integrantes de las corporaciones de seguridad federales, estatales, que han demostrado resultados, al igual que a nuestras Fuerzas Armadas y a la Guardia Nacional, entonces estaremos motivando a que otras personas quieran formar parte de ellas y compartan los valores y el compromiso con los que se conducen.
Por ejemplo, en este momento el Servicio de Protección Federal está reclutando guardias y ofrece una gran opción de trabajo para mujeres y hombres que deseen participar. Sigan nuestras convocatorias en redes sociales en Twitter/ @spf_sspc y Facebook /Proteccionfederal1; a los correos electrónicos spf.reclutamiento@sspc.gob.mx, spf.segreclutamiento@sspc.gob.mx ,y a los teléfonos lada sin costo 800 00 77377, directo (55)54846733 y/o conmutador (55)54846700 extensiones: 68482, 68483, 68486 y 68515.
Sé que no todas las experiencias de primer contacto con un integrante de una institución de seguridad pueden ser positivas, solo que de esas nos enteramos de inmediato y no carecen precisamente de falta de publicidad; sin embargo, son muchas más las buenas acciones que la mayoría de sus integrantes llevan a cabo cotidianamente. Sugiero que tratemos de compartirlas con la misma frecuencia con la que podríamos hacerlo con las de otro tipo.
Porque una sociedad que le da valor a quienes representan a sus instituciones, en particular las enfocadas en alcanzar la paz y la tranquilidad, pone las bases para generar confianza en ellas y se incluye en las metas que pueden fijarse las autoridades para brindarnos mejores condiciones de vida, pero cuya obtención no es solo una tarea de éstas, sino de todas y todos nosotros al respetar y al dignificar aquellas posiciones que demandan sacrificio, compromiso y voluntad para que los cambios sean posibles en beneficio de la mayoría.
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