Tal vez las coincidencias no existen
Luis Wertman

Construcción Ciudadana

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Por eso la relevancia de practicar, y practicar, los protocolos que aprendimos y que deben enriquecerse constantemente.

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Lectura: ( Palabras)

No sé si el hecho de que un sismo pueda ocurrir en la misma fecha en tres ocasiones distintas y con años de diferencia sea obra del destino; seguramente eso será algo que pronto la ciencia nos ayudará a explicar, pero de lo que sí tengo certeza es de lo que vi hace un día y horas: estuvimos mejor preparados que antes.

A partir de 1985, cuando el terremoto en la Ciudad de México fue un parteaguas social, además de uno natural, empezó una cultura de protección civil que se reforzaba con cada sacudida de la tierra. La tragedia representó una prueba inmensa a la perseverancia de una sociedad que hasta ese momento no era consciente de su potencial; superarla cambio todo para siempre en todo el país.

En 2017, ya con cierta rutina y mecanismos tecnológicos más avanzados como la alerta sísmica, la emergencia nos volvió a tomar por sorpresa; la diferencia es que sabíamos qué hacer y estábamos familiarizados con la experiencia de no correr, no gritar y no empujar, entre otras medidas que implican actuar en un evento de este tipo. Sin embargo, ese fue un terremoto tan devastador como el anterior, y nuevamente tuvimos que enfrentar el dolor y la muerte; con solidaridad, voluntad y empatía. Al final, lo superamos y seguimos adelante.

Durante cinco años esperamos, con cierto humor, que la coincidencia cósmica se presentara y este lunes llegó. Justo cuando habíamos concluido un simulacro exitoso y sin novedades, el sonido de la alarma se repitió, activada por un sismo de alta intensidad que tomó dos vidas en Colima –importantes por tratarse de personas que no estarán ya con nosotros– pero ante el que pudimos reaccionar con rapidez, orden y conocimiento.

Lo que no se mide, no puede mejorarse, y por eso creo que hasta el momento nuestros avances en el campo de la protección civil, como un comportamiento de la sociedad, nos permiten afirmar que estuvimos bien preparados para lo que aconteció este 19 de septiembre. No obstante, cinco estados del país registraron daños, incluida la Capital, que nos recuerdan que bajar la guardia no será opción.

Por eso la relevancia de practicar, y practicar, los protocolos que aprendimos y que deben enriquecerse con información, tecnología, diseño, arquitectura y una consciencia social de que somos huéspedes en un planeta que se mueve y se acomoda.

Cualquier medida que incorporemos para que la convivencia entre los humanos y el planeta sea la adecuada servirá para que respondamos mucho mejor de lo que lo hicimos esta vez y nos adaptemos a los cambios de una naturaleza que ha demostrado mayor poder que cualquier construcción que hayamos diseñado hasta ahora.

Al mismo tiempo, no debemos descuidar la salud mental y asumir que hay efectos en ella cada vez que tiembla y durante las largas horas en las que esperamos la réplica que nos confirmaría la fuerza del primer sismo, pero que no tiene ningún fundamento científico porque esas réplicas llegan a ser cientos en minutos y la mayoría son imperceptibles.

Este proceso para cuidar de la vida debe continuar siendo una de nuestras prioridades, no para esperar lo peor, sino para estar preparados ante lo que significa vivir con un organismo mucho más grande que todos nosotros juntos. Demanda planeación, nuevas formas para urbanizar y un sentido ecológico que va más allá de no contaminar.

El planeta está vivo, no hay duda, y nosotros tenemos que aprender a coexistir con él, igual que con un vecino del que depende nuestra armonía. Si nos enfocamos en crear un equilibrio verdadero, desarrollaremos las herramientas que nos permitan atender estas eventualidades sin registrar pérdidas que lamentar, ni experimentar destrucción alguna.

Porque si existe un rasgo que nos ha hecho evolucionar es la persistencia para conocer lo que sucede a nuestro alrededor y transformarlo con la idea de mejorar nuestras condiciones de vida. En eso no hay coincidencia, solo explicaciones, y una de las que más satisfacción debe darnos es que, después de tantos años, hoy seguimos fortaleciendo una forma de actuar ante sucesos que no están bajo nuestro control, con corresponsabilidad, colaboración, conocimiento y sentido de comunidad. Eso es lo valioso y, en conjunto, le hemos dado el nombre de experiencia.

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