Mientras escribo este artículo, la variante Delta del COVID-19, hace que todos los esquemas de vacunación y regreso a la normalidad se estén cuestionando.
Las crisis como ésta obligan no sólo a ser más resistentes emocionalmente, sino que impulsan a la exploración de nuevas fronteras científicas y sociales. Junto con eso, palabras y términos se nos hacen cada vez más familiares: cepas, variantes, respirador, cuarentena, mascarillas, sanitización, inmunidad, pandemia, endemia, dosis, aislamiento, vacuna, período de incubación, distanciamiento social, comorbilidad, prono, R0; un glosario de conceptos para explicar esta “nueva realidad”, que hace ya tiempo no tiene nada de nueva, y que se ha instalado a vivir con nosotros como un huésped sorpresivo, pero que lentamente se nos ha ido haciendo cada vez más familiar.
Siempre se dice que el lenguaje crea realidad. Es cierto, somos palabras y símbolos, estamos hechos de ellos. Crear nuevas palabras implica habitar, de forma diferente, los cambios estructurales que personas y sociedades experimentan cíclicamente. En muchos sentidos se trata de una revolución. Y en toda revolución hay tiempos de expansión y tiempos de contracción; en la expansión las estructuras formales que se aspira a derribar o deconstruir son exigidas al máximo, el discurso, es decir, nosotros mismos, se llena de significados y consignas que apelan a ideas colectivas de gran impacto emocional y enorme vocación libidinal. El sentido de pertenencia alinea y otorga una percepción de unidad y, por qué no decirlo, de seguridad. Los sueños individuales se potencian y validan exponencialmente cuando la masa coincide con anhelos, esperanzas e incluso prejuicios personales. Históricamente hemos tendido a creer que, si la “mayoría” piensa en forma parecida, la idea que se plantea o vocifera es “correcta”. Y ha sido así como genocidios, persecuciones, oscurantismos, errores y horrores de toda especie se han dado maña para, sustentado en la creencia de las mayorías, hacer de las suyas desde el inicio de nuestra historia gregaria.

Desde luego, también es del todo cierto que las revoluciones muchas veces han impulsado cambios gigantescos que han hecho que diversas formas de injusticias se subsanen, instaurando en la humanidad nociones y políticas de bien común, justicia, dignidad y libertad. El precio que se ha pagado por ello no ha sido menor, pero como la memoria emotiva suele ganarle a la historia, al final del día, el triunfo del ethos del bien común ha hecho que las víctimas de todo signo político que han quedado en el camino, sean estos héroes o villanos, entren a formar parte del “coste hundido” que las sociedades han estado dispuestas a pagar con el fin de lograr propósitos o sueños enraizados y validados colectivamente.
Las revoluciones se expanden en su voracidad discursiva y utópica y se contraen en cuanto la realidad de los hechos y, sobre todo, la naturaleza humana, hace ver que detrás de todo principio comunitario, se encuentran también presentes legítimas agendas propias que, inevitablemente, terminan por intentar imponer intereses y valores funcionales a las mismas.
“Somos todos iguales, pero algunos somos más iguales que otros”, lo escribió Orwell en un aparente lejano 1945, ¿cuánto hemos cambiado como especie desde entonces?, ¿hemos dejado de ser el “animal social y político” que definió Aristóteles?

Vivimos tiempos de revolución, con sus respectivas sístole y diástole. El camino pedregoso por el que transitamos nos invita y obliga a pensar y actuar simultáneamente, nos es sencillo vivir en modo gerundio, pero no tenemos muchas otras opciones. Y, dado ello, tomar la oportunidad que tenemos frente a nosotros es un acto de audacia, pero también de sobrevivencia. Muchos nos preguntamos a diario hacia dónde nos dirigimos, cómo será el lugar al que todo este proceso nos conducirá.
No sólo vivimos en tiempos de nuevas palabras y nociones, sino que, fundamentalmente, habitamos una era de preguntas.
Las respuestas simples y directas suelen ser las más contundentes, pero hay que tener coraje para escucharlas, flexibilidad para asumirlas y creatividad para aprovechar las ocasiones que esta vertiginosa época nos ofrece.