*Del curso de existenciología de Jutta Battenberg.
Decidir es una de las características fundamentales de la humanidad con consecuencias por mucho más significativas a las posibilidades de otros seres creados. En efecto, el ser humano está condenado a decidir y es a través de sus decisiones que va creando el mundo que vive. Los otros seres solo lo repiten, los humanos lo modifican.
El proceso de decisión tiene cuatro vertientes que sistematizan su operación: primero está la motivación, segundo, la velocidad para tomarlas, tercero, la fortaleza y cuarta la flexibilidad.
La motivación dirige las decisiones. Ésta puede ser lúcida, justificada y coherente con el anhelo de vida que se espera, o estimulada por razones inconscientes dominantes en la persona que dirigen el destino hacia lugares indeseados.
A la velocidad corresponde el tiempo para tomar decisiones, el cual siempre es variable, por lo tanto, su espectro va desde automáticas y precipitadas hasta tan pensadas que inmovilizan.
La fortaleza es la cualidad que permite sostener la decisión, fuertemente asociada con la voluntad y la determinación.
La flexibilidad, por su parte, es la característica que permite retomar el camino cuando se perciben efectos negativos de la decisión.
Tanto la motivación como la velocidad, la fortaleza y la flexibilidad están condicionadas por las introyecciones que se han desarrollado a lo largo de su vida, es decir, por la estructura de creencias, conscientes e inconscientes que dominan la personalidad. Aquí es importante subrayar que las introyecciones lejos de ser imposiciones ajenas fueron elecciones propias y, por lo mismo, pueden modificarse.
Algunas creencias se reconocen conscientemente, otras solo se perciben a través del comportamiento y permanecen ocultas a la persona misma; sin embargo, ambas pueden modificarse si la persona así lo desea y lo elige, en ocasiones por sí misma, en otras necesita ayuda de un especialista que la guíe para modificar aquellas creencias que condicionan su calidad de vida.

La libertad humana para tomar decisiones puede alterarse por algunas condicionantes como la consciencia de las posibles consecuencias de las decisiones, el anhelo de encontrar la opción perfecta y el miedo a equivocarse radicalmente. Estos juicios pueden producir importantes estados de angustia durante este proceso, esto en general sucede por desconocer el poder de la cuarta vertiente: la flexibilidad.
Por otro lado, las decisiones también tienen diferentes niveles de importancia que afectan su resolución, de tal manera que, a mayor significación, mayor necesidad de conocer el panorama lo más ampliamente posible para evaluar los diferentes escenarios a corto, mediano y largo plazo.
La capacidad de decidir, así como cualquier otra característica humana ya existe en potencia en toda persona esperando ser desarrollada. De aquí la importancia de evaluar cómo se toman las decisiones, qué consecuencias generan en la persona y preguntarse si se desea quedarse así o es mejor trabajar en otra dirección para asegurar un destino mejor.
La capacidad de tomar decisiones puede ser totalmente independiente del resultado que produzcan. De aquí la necesidad de evaluar las consecuencias y analizar los condicionamientos que intervienen en nuestras elecciones.
Con relación a los resultados de las decisiones tomadas, tanto positivos como negativos, es indispensable reconocer no solo los aspectos propios que llevan a una elección a la hora de decidir, sino las variables externas a la persona y las circunstancias impredecibles que intervienen en su desenlace.
Para las personas creyentes de cualquier tradición religiosa, poner las decisiones en manos de Dios para iluminarlas suele ser una práctica conveniente que ayuda a madurarlas, para los demás el esperar un poco, observar con atención, analizar lo mejor posible, consultar con otros es también una fuente significativa de apoyo.