“El que no vive para servir, no sirve para vivir”
Madre Teresa de Calcuta
Es muy probable que todos nosotros participemos en forma ocasional o regular en actividades de tipo caritativo o filantrópico; en las primeras nos dejamos llevar comúnmente por la sensibilidad o emoción del momento, mientras que para las segundas suelen ser el resultado de un proceso más meditado sobre dónde dedicar nuestro tiempo, dinero o esfuerzo en pro de alguna causa en particular.
Las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) en México, desarrollan labores muy loables a favor de cientos de causas sociales o humanitarias, y están pasando momentos muy difíciles derivados, en parte, de algunas decisiones que tomó el gobierno actual, que por un lado terminó con los apoyos que éste daba a las OSC y por otro ha dificultado la deducibilidad de donativos efectuados por personas físicas, lo que las ha puesto en riesgo o en algunos casos ha influido en que desaparezcan, al no contar con fuentes de fondeo estables. Desde el 2004, los gobiernos en México, a raíz de la promulgación de la Ley de Fomento a las actividades realizadas por OSC, decidieron apoyar con recursos a un gran número de organizaciones. Sabemos que este gobierno con la excusa de supuesta corrupción y mal uso de recursos ha cancelado los apoyos a cientos de organismos y programas de gobierno y tristemente la sombra de la duda recayó también sobre las OSC.
Olivia Gaxiola, amiga mía y quien ha trabajado en el sector social por más de 12 años, me compartió un informe creado por el Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi), la Alianza de Fundaciones Comunitarias Mexicanas (Comunalia) y el Dorothy A. Johnson Center for Philanthropy de la Grand Valley State University sobre 7 tendencias de la Filantropía y de la Sociedad Civil Organizada, y en el mismo identifican el momento actual del sector social en México como muy retador e incierto, en parte aunque no exclusivo, por los temas de acceso a recursos. En dicho estudio se hace referencia a que en el ecosistema filantrópico en México se identifican 297 entidades donantes, 42,965 OSC con clave única de inscripción (CLUNI) de las cuales 6,273 son donatarias autorizadas ante el Servicio de Administración Tributaria (SAT) y 3,382 son donatarias autorizadas sin clave de inscripción.
Este artículo no pretende hacer un resumen de dicho informe, sino sólo comentar algunas de las tendencias mencionadas en ese y otros documentos consultados muy relevantes.
Comienzo por señalar sobre la preocupación que existe relacionada con la imagen pública del sector, que se ha visto manchada por la narrativa promovida por el gobierno, quien cuestiona el rol de la sociedad civil y la filantropía para resolver causas sociales y las desprestigia con imagen de corrupción, evasión de impuestos y desvío de recursos cuando lo que subyace es querer monopolizar el uso de recursos y la opinión pública. Relacionado con el tema de imagen, se habla de ciertas tendencias prevalentes entre la población más joven que, aunque denotan compromiso con varias causas, en especial aquellas de índole medioambiental, quieren hacer la lucha desde su trinchera y en ocasiones fuera de las organizaciones existentes. Es decir, “comprometidos con las causas, pero no con las organizaciones”.

Se reconoce el gran esfuerzo que han realizado las OSC en labores de procuración de fondos a través de eventos deportivos, conciertos, puestas en escena, jornadas con cuotas de recuperación, boteo, rifas, venta de servicios o productos, campañas digitales de procuración de fondos, entre otras, para ser autosuficientes y poder mantener su operación. Resulta crítico el diseño de planes estratégicos de procuración de fondos que les permita actualizarse y adaptarse al desarrollo digital en el país, cambiando los tradicionales sistemas de procuración por esquemas innovadores reforzados con la diversidad de herramientas, programas y plataformas digitales. Se ha visto la aparición de plataformas de financiamiento colectivo “crowdfunding” como Donadora, Fondify y HIPGive, sin embargo, en México las plataformas digitales solo contribuyen con el 2.4% de las donaciones contra el 71.5% de donaciones directas de persona a persona.
Otra tendencia visible es aquella relacionada con el advenimiento de empresas sociales, donde a través de nuevos modelos de impacto social, económico y ambiental, se busca contribuir a la solución de los problemas sociales y ambientales mediante modelos sustentables. Hoy miles de jóvenes son atraídos a volverse emprendedores sociales, donde buscan cumplir con su propósito o misión, pero al mismo tiempo generar una fuente de ingresos. Ya en artículos previos he hablado sobre la fortaleza del sector de emprendedores sociales bajo modelos sustentables, los cuales no son dependientes de donativos sino de capital de riesgo para cumplir sus objetivos, lo cual no debe ser visto como una afrenta al sector filantrópico sino como una forma complementaria de solucionar los problemas sociales.
A pesar de que el sector social se ha desarrollado enormemente en nuestro país, consideramos que siempre hay lugar para continuar con el fortalecimiento del mismo, por ejemplo, la mejora de condiciones laborales de los profesionales que se dedican a la filantropía como cualquier actividad humana, ya que sólo un 30% de los 3.2 millones de personas que trabajan en el sector lo hacen en forma remunerada.
Otro aspecto que va tomando mayor fuerza es aquel relacionado con la eficiencia de la actividad y donde cada vez toma más peso el monitoreo y la evaluación adecuada de los programas de filantropía. Lo anterior contribuye a asegurar que los recursos lleguen a los proyectos y se pueda dar seguimiento puntual al uso de los mismos, permitiendo que los objetivos planteados sean cumplidos.
En la actualidad, la dispersión de una cantidad muy importante de los recursos para fines filantrópicos se hace a través de la labor de las OSC y de ahí que su fortalecimiento institucional, adopción de mejores prácticas y acceso a herramientas tecnológicas que ayuden en la procuración de fondos, onboarding de beneficiarios, así como seguimiento y administración de programas, se vuelven necesidades imperantes. Las mejores prácticas del mundo corporativo deben replicarse en las OSC sin cortapisas.
Olivia considera que a pesar del entorno social y económico tan desigual y de los grandes retos que enfrenta nuestro país, la sociedad civil organizada saldrá adelante gracias a la colaboración entre OSC, sector privado y sector público, así como al gran compromiso de millones de profesionales involucrados en el sector social.
El contenido presentado en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente representa la opinión del grupo editorial de Voces México.
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