La elección que viene
Andrés A. Aguilera Martínez

Razones y Costumbres

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Esta elección puede resumirse en una lucha de extremos, en los que habrá perdedores sumamente lastimados y perseguidos, al tiempo que destacarán los ganadores ensoberbecidos…

Imagen: enbicipormadrid.
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El próximo domingo se efectuarán unos de los comicios más complejos de la historia reciente del país. Tras un triunfo avasallante del partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) en 2018, hoy la percepción generalizada es que habrá una competencia reñida, en la que los resultados son de pronóstico reservado, pues la alianza opositora ha ido ganando espacios en la preferencia electoral, más que por el convencimiento social o la identidad ideológica, lo ha hecho la suma de la polarización en contra del gobierno, su visión y políticas públicas implantadas.

La polarización ha sido la forma en la que se ha regido la política actual de México en las últimas décadas. No es nuevo, sólo que ahora la división está más acentuada que antes, propiciada —en mucho— desde los púlpitos del poder, tanto público como de los factores reales. Políticamente hablando, la sociedad está dividida entre “chairos” y “fifís”; “conservadores” y “cuartotransformadores”; “corruptos” e “impolutos”; “puros” y “espurios”, y “firmes” y “redimidos”.

Esta elección puede resumirse en una lucha de extremos, en los que habrá perdedores sumamente lastimados y perseguidos, al tiempo que destacarán los ganadores ensoberbecidos que habrán de hacer de la revancha su motor principal, dejando de lado las legítimas y justas exigencias populares por hacer que el gobierno sirva para crear condiciones de bienestar para la gente.

jornadas electorales
Imagen: Caleidoscopio.

El panorama es sumamente desalentador considerando que, abierta y cínicamente, la lucha política es exclusivamente por quitar a unos del poder para ponerse otros, sin que con ello se garantice un actuar correcto, adecuado y justo de las instituciones gubernamentales.

La esperanza es que, de esta lucha de extremos, la dinámica política del diálogo, el entendimiento y, sobre todo, el patriotismo, se impongan para acercarnos al justo medio en la toma de decisiones y, con ello, vislumbrar un futuro más equilibrado para el país, sin que medie el descrédito prejuicioso por el origen partidario o la aseveración de continuidad o disrupción a ultranza.

La ruta no es sencilla, pues el desánimo y la desilusión por la democracia y la república se han apoderado del sentir popular, lo que trae consigo no sólo la falta de participación ciudadana, además de la peligrosa apertura para la instauración de autoritarismos, en los que la libertad se someta a la voluntad de una sola persona o grupo, sin que medien leyes o instituciones que protejan a la sociedad.

Hoy es el momento en que se haga vívido el sistema democrático de representación para volver a equilibrar la vida institucional del país. El partido en el gobierno tendrá la obligación reencontrarse en las causas que le dieron origen como movimiento, al tiempo que la oposición tiene la valiosa oportunidad de relegitimarse ante la población y mostrarse como opciones de representación y reivindicación de causas justas.

La jornada electoral por venir es, sin duda, una de las más importantes de la historia del país. Si no se muestra un cambio más allá de la simple oposición o destrucción de todo, el sistema democrático mexicano habrá fracasado y nos estaremos condenando a un régimen de pérdida de libertades, deslegitimado y al servicio de perniciosos intereses ajenos a las exigencias de justicia social que nos dieron origen como nación independiente.

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