En los dos últimos años, uno de los sectores que más se ha visto afectado en todo el mundo ha sido el turismo. El verano pasado y el presente, muchos países que tienen la industria turística como una de sus principales fuentes de ingresos o como la primera, han podido ver cómo muchos negocios han tenido que cerrar o reinventarse: hoteles y restaurantes con menos ocupación, pisos turísticos que han pasado a ser de alquiler a largo plazo y otros locales que teniendo a los turistas como principales clientes han tenido que bajar sus persianas. Es cierto que este año se pueden ver playas llenas de gente y en Barcelona sigue habiendo muchos turistas, pero lejos de la cifra de 2019, y a muchos sectores les gustaría volver a tener los grandes grupos de turistas por la ciudad.
No me voy a centrar en las consecuencias del COVID en el turismo, sino en “El turismo de masas”. Aunque se esté extrañando un gran número de turistas, muchas ciudades como la propia Barcelona, Venecia, Praga o Ámsterdam, antes de la epidemia habían pensado en limitar el turismo masivo. Si bien este concepto y el de “turismo de masas” pueden parecer diferentes, ambos están relacionados. Desde hace años, los boletos de avión bajaron de precio gracias a las líneas áreas de bajo costo y también a las plataformas que permiten alquilar pisos a particulares; asimismo, los cruceros han empezado a ser más asequibles. Existe una parte de este tipo de turismo que viaja a estas ciudades muchas veces sin reserva, o un gran grupo que comparte un minúsculo apartamento y sin apenas dejando dinero en la ciudad. A esta clase de turismo se le llama: Low Cost. Esto acaba afectando a la propia ciudad y a sus habitantes, tanto en la vivienda como en los servicios, e incluso provoca la aparición de la “turismofobia”.
El “turismo de masas” provoca en muchos barrios de la ciudad un proceso de “gentrificación turística”; hoy en día, ya se utiliza el término “turistificación”. Podríamos definir este concepto como: el impacto que tiene en las ciudades y su población la afluencia en masa de turistas. En Barcelona lo podemos ver en el centro de la ciudad, sobre todo en el Barrio Gótico. Numerosos comercios son dedicados a los turistas: restauración, tiendas de souvenires o de ropa, cada vez que un comercio local cierra es sustituido por uno dirigido al turismo. Además, se ven vendedores ambulantes de cerveza o los famosos bicitaxis, algunos de los cuales son ilegales. La población autóctona experimenta así una falta de servicios básicos y los alquileres de pisos suben, ya que produce más beneficios el alquiler turístico de unos días que el alquiler a largo plazo. Muchos habitantes de esta zona se van a barrios más asequibles. También, el exceso de turismo del Barrio Gótico ha provocado que otros barrios limítrofes hayan vivido un proceso de “turistificación”, como es el Barrio de Sant Antoni, famoso por su mercado, donde cada vez hay más pisos turísticos y hoteles.
Pero esta clase de turismo no es exclusivo de Barcelona, otras ciudades europeas como Ámsterdam, Venecia o Praga, que reciben millones de turistas al año, se han visto afectadas por los mismos problemas que la capital catalana y también han intentado poner medidas; principalmente ahora en tiempos de la pandemia. La capital checa, por ejemplo, está poniendo límites a la aparición de tiendas de souvenires y dirigidas solamente a los turistas y está intentando apostar por el turismo nacional.
En Barcelona se persigue la venta ambulante de alcohol; además se ha intentado limitar la apertura de nuevos hoteles y acabar con los pisos turísticos que no tienen licencia. También, en algunas atracciones turísticas que antes eran gratuitas, ahora se cobra entrada y en otras se ha subido el precio de acceso. Un ejemplo es el Park Güell de Antoni Gaudí, su acceso era gratuito hasta hace ocho años, pero se decidió empezar a cobrar entrada para limitar el flujo. Costaba mucho limpiar cada día el parque, e incluso alguno que otro visitante arrancaba trozos del famoso trencadís de Gaudí.
En Ámsterdam, el ayuntamiento quiere reducir los famosos Coffee Shops donde se vende marihuana. Aunque los extranjeros tienen prohibido comprarla, en muchos locales, simplemente no se pedía ningún documento; ahora se quiere prohibir definitivamente la venta a foráneos. Asimismo, se ha prohibido en las zonas más céntricas que plataformas de alquiler de pisos como Airbnb puedan funcionar. También, el famoso “Barrio Rojo”, la zona dedicada a la prostitución en la capital de los Países Bajos –en el país es legal– con burdeles, sex-shops y actividades similares, verá su actividad reducida.
Venecia es un caso más alarmante. La famosa ciudad de los canales ha visto cómo su población en el centro ha ido disminuyendo, hasta el punto de que cada día –al menos antes de la pandemia– el centro histórico era visitado (más de 60 mil habitantes) por más gente de la que vive en él (52 mil habitantes). La población se ha trasladado a los barrios limítrofes situados en la Italia continental o a otras ciudades. La situación problemática de la ciudad se pudo comprobar en abril del pasado año, ya que fue posible ver los canales con agua transparente, debido a que no había actividad turística y no llegaban los cruceros. Con el lento regreso del turismo, la ciudad quiere establecer medidas en favor de la ciudad; como la prohibición de que los cruceros atraquen en el centro de la ciudad, ahora han de ir al puerto de Marghera. También, los turistas a partir del próximo año que sólo vayan a pasar un día, deberán pagar una entrada. Desde hace años, la ciudad multa fuertemente a los turistas incívicos.
Son numerosos los países que reciben millones de turistas al año. Y que están tomando medidas para que el turismo impacte positivamente. Es decir, apostar por un turismo de calidad que sea respetuoso con los lugares que visita y multar a la gente que haga actos incívicos como ensuciar las calles. Otra manera de apostar por un turismo más sostenible y respetuoso es diversificar las ofertas turísticas de un lugar. No centrar aquellos que deben verse solamente en un barrio, sino potenciar otros lugares de una ciudad como atractivos para ser visitados. Esto puede ayudar a regenerar para bien zonas apartadas de una ciudad.
También en México se han tomado medidas para controlar el turismo masivo. La zona de Cancún recibe millones de turistas al año, ahora que está llegando menos turismo a causa de la pandemia, sería un buen momento para diversificar más la oferta turística del país que la tiene. De norte a sur y de este a oeste del país, hay muchos lugares para visitar y sería una buena idea potenciarlos más para evitar que la zona de Cancún caiga en la sobreexplotación turística.
En otros estados ya se ha actuado, como en el vecino estado de Yucatán. Una de las medidas que el INAH está aplicando en la zona arqueológica de Chichen Itzá desde hace 13 años, es la prohibición de subir a la pirámide de Kukulkán debido al deterioro generado por el turismo masivo y para la conservación del mismo.[1] De igual manera en la Pirámide del Sol en Teotihuacán se están recomendando medidas para protegerla, como limitar el número de personas que pueden subir diariamente. En el Estado de Nayarit, desde 2016, el acceso a las paradisiacas playas de las Islas Marietas está limitado a 100 personas al día y en turnos de 30 minutos, ya que el ecosistema se estaba viendo seriamente afectado.[2]
[1] Infobae, 16 de marzo de 2021.
[2] La Vanguardia, 29 de agosto de 2021.
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