A la memoria de Pepe Carral,
incansable promotor de la cultura en México.
Quien tenga la oportunidad de visitar la ciudad de Nueva York en estas fechas, podrá percatarse de la importante presencia de nuestra potente cultura en esas latitudes. En efecto, pese a la pandemia, el arte de nuestro país se muestra tanto en sus calles como en sus principales museos. Por ejemplo, el Museo Metropolitano de Arte, que es uno de los museos de arte más destacados del mundo, situado en pleno Manhattan, presenta actualmente una espléndida exposición sobre el arte surrealista, en el cual nuestro país destaca.
La exposición “Surrealism Beyond Borders”, que se expone hasta finales de enero del año entrante, incluye magníficas obras de Leonora Carrington, Carlos Mérida, Wolfgang Paalen, María Izquierdo, Remedios Varo, Alice Rahon, Gunther Gerzso, Katy Horna y hasta del mismísimo Octavio Paz. Lo primero que salta a la vista al listar estos nombres es la internacionalidad de sus artistas, ya que Carlos Mérida es de origen guatemalteco; Wolfgang Paalen, austríaco; Leonora Carrington, británica; Remedios Varo, española; Alice Rahon, francés-belga; y Katy Horna de origen húngaro, pero todos ellos decidieron involucrarse en la corriente surrealista de nuestro país para realizar parte importante de su obra y para morir aquí.
Así se exhibe, entre otras obras, un espléndido “Autorretrato” de Leonora Carrington, en donde se muestran sus intereses en la alquimia, el tarot y el folclor céltico, en el cual ella posa junto a una hiena y un caballo blanco asociado con la diosa de la fertilidad celta, que provoca en el espectador un claro mensaje de su independencia, como una respuesta a los estereotipos de género. Sobre su papel en el movimiento surrealista, Leonora declaró en alguna ocasión que nunca tuvo tiempo para haber sido musa de nadie.
De Carlos Mérida, destacado miembro del grupo de Los Contemporáneos, quien promovió activamente el surrealismo en México después de su regreso de París en 1929, se presentan sus coloridas “Estampas del Popol Vuh”. Su obra se opuso al muralismo mexicano mediante la realización de pinturas íntimas que fusionan elementos del modernismo europeo de la época con elementos indígenas e históricos de América; dichas estampas exploran el mito del Popol Vuh, derivado del primer texto sagrado maya escrito en el siglo XVI, que describe los orígenes de los pueblos k’iche’ anteriores a la conquista española, lo que le permite a Mérida incursionar en el surrealismo mediante la utilización de formas biomórficas que él denominó “libres versiones poéticas de las maravillas mitológicas”.
De Wolfgang Paalen, quien murió en Taxco en 1959 y quien se convirtió en un importante promotor del surrealismo en México, se presenta un óleo intitulado “El Mensajero”, que quizá nos recuerde a Posadas. Paalen se interesó en la cuarta dimensión que estudió en Francia a través del trabajo del místico ruso Peter Ouspensky, llegando a organizar en 1940, junto con el poeta César Moro, la exposición internacional del surrealismo. En la obra que se presenta en Nueva York, el artista pretende representar un avión metafísico a través del automatismo, mediante la utilización de formas luminosas ondulantes que muestran a un ser cosmológico.
De María Izquierdo, oriunda de San Juan de los Lagos, se presentan, entre otras obras, sus “Calabazas con Pan de Muerto”, el cual hizo en 1947 como parte de sus misteriosos cuadros pintados por ella en la década de los 40, y que representan ofrendas, en este caso asociada con el Día de Muertos. La escala de los objetos mostrados, su perspectiva dramática y su verde intenso reflejan su conciencia sobre el movimiento surrealista.
De Remedios Varo se presentan varias obras, entre ellas las intituladas “Hacia la Torre”, “Bordando el Manto Terrestre” y “La Huida”, que fueron pintadas en 1961. Es la primera vez que las tres obras se presentan juntas desde que fueron exhibidas en 1962. Varo llegó a México proveniente de Anglés, España, en 1941 e inmediatamente se alineó al movimiento surrealista de nuestro país. En sus últimos años de vida, ella pintó este tríptico autobiográfico, unificando la imagen de un sueño inspirado por su amiga Katy Horna, con elementos derivados de su culto a la alquimia, el misticismo y el ocultismo. El primero de los cuadros mostrados tiene reminiscencias de su estricto catolicismo, en el segundo aparecen mujeres tejiendo el manto de la tierra que refleja el poder creativo del arte y la habilidad del surrealismo para transformar la realidad, y en el tercero se contiene una alegoría sobre su partida de España. En la obra esotérica de Varo se incluyen doctrinas y cultos de la antigüedad en los cuales las mujeres ejercen poderes que después les fueron negados y en este tipo de cuadros la pintora le devuelve a la mujer su capacidad creadora para ser arquitecta de su propio destino.
“Hacia la Torre” (1960). “Bordando el Manto Terrestre” (1961). “La Huida” (1961) (Tríptico, Remedios Varo).
De Alice Rahon se presenta “La Balada para Frida Kahlo” pintada en 1955, luego de haberse presentado las obras de Frida Kahlo en la exposición de 1939 en París, que desarrolló el deseo entre los pintores surrealistas de descubrir a México por ellos mismos. Fue así que Rahon llegó a México junto con Eva Sulzer y Wolfgang Paalen, cuando apenas se declaraba la guerra en Europa. Ellos se establecieron en San Ángel, cerca de la legendaria Casa Azul de Kahlo. Rahon, antes de incursionar en la pintura ejerció como poeta, mantuvo una estrecha relación de amistad con Kahlo y se inmortalizó con la pintura que se presenta en Nueva York utilizando el azul cobalto en directa referencia a la mencionada Casa Azul.
Como se puede ver, varios exiliados europeos percibieron las cualidades “exóticas” y “maravillosas” de las tierras mexicanas para proclamar el surrealismo. En 1949, el poeta Alejo Carpentier, parte de dicho movimiento en París y posteriormente en Cuba y Argentina, cambió el eslogan del surrealismo, de “lo real maravilloso” por “lo inherente a las antiguas culturas latinoamericanas”. Escribió que en el surrealismo “todo… está calculado para producir una sensación de extrañeza”, en tanto que “lo real maravilloso que yo defiendo y que nos es propio… se encuentra [en nuestras tierras] en estado crudo, latente y omnipresente”.
Además de esta presencia en el museo de arte más importante de Nueva York, también da gusto encontrarse en sus calles, específicamente en la High Line que lleva del novedoso edificio The Vessel al Meat Pack District, obras de artistas contemporáneos como “One Second” de Antonio Vega Macotela, escultor nacido en la Ciudad de México en 1980, cuya obra interpreta un segundo de silencio que se tomó de un video filmado en el techo de “La Bestia”, uno de los trenes de carga que utilizan muchos migrantes de América Central para recorrer México y llegar al norte. Este segundo de silencio quedó plasmado en una gran lente acrílica, distorsionando así la imagen que se ve a través de ella. También se encuentra en la propia High Line una instalación intitulada la “Fuente de Lágrimas” del escultor Guillermo Galindo, nacido en la Ciudad de México en 1960. Esta fuente representa las estaciones de agua que los voluntarios dejan cerca de la frontera entre México y Estados Unidos para servir a quienes intentan cruzar. Dichas fuentes suelen recibir disparos de bala, por lo que Galindo quiso transmitir en su obra las gotas que salen por estos orificios y mostrar el sonido que emiten al caer.
A principios de noviembre, Nueva York también recibió en la plaza de la ONU un alebrije hecho por artesanos zapotecas. Esta obra lleva el nombre de “Guardián de la Paz y la Seguridad Internacional”. La escultura, que fue inaugurada por Juan Ramón de la Fuente, representante de México ante la ONU, se envió para conmemorar la presidencia de México en el Consejo de Seguridad que actualmente ocupa, con la finalidad de demostrar que México tiene una cultura potente y que sigue siendo un guardián de la paz y de la seguridad internacional.
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