La moda es protestar por todo, los motivos sobran, el cambio climático, las guerras, y establecer malos y buenos. Los buenos protestan y los malos son señalados. La protesta es muy cómoda porque se hace desde el apoltronado trasero del protestador, que teclea en su teléfono un mensaje que se suma a millones de protestadores. Lo que prevalece, es la incontinente relación entre los likes y los dedos en el teclado.
Entre las muchas protestas del catálogo contemporáneo es atacar la “sexualización” y el deporte ha sido una gran batalla. Las jugadoras olímpicas de voleibol de playa se pusieron unos uniformes horrendos porque el otro las sexualizaba, al enseñar su cuerpo para llamar la atención. Las jugadoras de tenis piden que dejen de exigir las faldas ultra cortas de los partidos profesionales porque las sexualizan.
Esto me recuerda las películas españolas franquistas, los personajes eran monjas que “muy audaces” jugaban futbol con sus hábitos largos y estorbosos. En el cine nacional tenemos nuestras versiones, incluso de telenovelas en las que las monjas corretean y cantan, muy decentes. Me imagino que esta protesta feminista busca los mismo, que las mujeres en lugar de mostrar su cuerpo lo oculten con unas indumentarias similares. En el deporte resulta increíble este reaccionismo mojigato, el cuerpo y el sexo son parte fundamental, de la competencia. El deporte mantiene una relación sensual con el cuerpo, se procura y perfecciona con la disciplina. Es incongruente ocultarlo como si fuera algo inmoral o degradante. Las esculturas griegas de deportistas son muy sensuales, con la conciencia de la disciplina y la salud como formas de belleza.
Los deportistas hombres son ídolos sexuales, los futbolistas llenan estadios, a ellos les gusta tener esa imagen, y a las mujeres piden que sus cuerpos se oculten. Estoy segura que si fuera, al contrario, que en el deporte las mujeres se vieran obligadas a vestirse con prendas que las ocultaran, como en los países musulmanes, las feministas protestarían y pedirían que las dejaran mostrarse. Las feministas de hace décadas quemaban brasieres en las plazas y exigían su derecho al topless, y las de ahora son puritanas, exigen su derecho a ocultarse. La ocultación es una sexualización más agresiva que usar una falda corta, porque estigmatiza a las deportistas por su condición de mujer. Esa censura dice que el cuerpo de la mujer es moralmente malo, y que los asistentes a un partido deportivo son unos pervertidos. Hay miles de sitios en la red y en vivo para experimentar pornografía, un partido de tenis no es lo más solicitado para eso. La neo censura está llegando más lejos que el puritanismo, lo más peligroso es que tiene la bandera de la “justicia” por eso son más radicales y dañinos. Las nuevas generaciones comparten estas ideas, sometiéndose a la represión consensuada que los llevará a la mutilación de la libertad de elección.