Las peticiones de los ambientalistas terroristas son: detener el uso del petróleo. Para esto han desatado una campaña iconoclasta en contra del arte y la cultura. Sus actos no corresponden a la proporción de lo que pretenden sus objetivos, ninguna compañía petrolera ha movido un milímetro sus decisiones porque no le afecta que un trio de fanáticos vandalice una obra de arte.
Lo que si ha sucedido es que la sociedad en general está padeciendo un estado de represión iconoclasta por culpa de un grupo. Hemos vivido el insulto a los símbolos del arte, porque cada obra simboliza al arte como concepto.
Los activistas al atacar una bailarina de Degas están inventando un nuevo tipo de Arte VIP, porque no existe diferencia entre sus acciones y las de un performancero.
El statement de los activistas llamados Extintion Rebellion, es el mismo de Just Stop Oil: “Con el planeta entero en riesgo, ¿para qué queremos exposiciones y para qué queremos museos?”
La pregunta, aunque estúpida, hay que estudiarla. Con el mundo en un supuesto peligro, no solo no se requieren museos, no se requiere la totalidad de la civilización. Centrar el ataque en los museos y las exposiciones de arte, es una decisión ideológica, y no representa un ejemplo para la trasformación social. Sus demandas son exigencias a los gobiernos del planeta. Entonces esa amenaza de acabar con los museos como advertencia del fin del mundo es en realidad, violencia iconoclasta.
La violencia iconoclasta nace de la prohibición de la representación del mundo. Esta dominación de las imágenes, es la imposición de una sola versión de una realidad y su presencia. Es decir, “sólo es válido que veas lo que yo decido que debes ver”.
Es por eso que, en diferentes periodos de la historia, distintas religiones han prohibido iconos o símbolos de otras religiones y su representación. En la modernidad esto también tuvo motivos políticos y la destrucción de las imágenes de otros regímenes políticos.
Lo que estamos viendo con la agresión constante en contra de obras de arte clásicas es una conducta iconoclasta. Los ambientalistas violentos se hacen dueños de la única verdad válida, y desde su auto designada autoridad nos castigan y reprimen destruyendo nuestras imágenes o iconos, que son memoria y conocimiento.
Se supone que vivimos en una sociedad civilizada que está fundamentada en la represión de los instintos, y cuando un grupo no reprime sus instintos, en este caso la destrucción, lo sociedad lo persigue, pero con estos ambientalistas no sucede, porque forman parte de la corrección política.
Es políticamente correcto ser activista y defender al planeta y es incorrecto estar en contra de estos fanáticos. Desde la imposición de la censura, y la persecución puritana de la corrección política, estamos ante el surgimiento de una nueva forma de represión puritana iconoclasta. Es falso que sus acciones sirvan al planeta, es represión puritana iconoclasta pagada por intereses económicos e ideológicos.
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