En el sueño llega el oráculo no convocado. Ese espacio sutil, arbitrario es un puente entre la conciencia y el inconsciente, entre lo que estamos obligados a vivir y lo que negamos u ocultamos. En la indefensión total, nuestra mente divaga por sus propios pasillos, es la huida sin salida dentro de las Cárceles de Piranesi. En ese lapso, la mente recobra la libertad que se reprime en la vida cotidiana, mientras estamos detenidos y explotados por el utilitarismo que nos impone la sociedad.
Entonces en ese silencio surge otra voz, y la mente construye otras imágenes, es nuestro espíritu y es otro cuerpo. La lógica se pierde, la secuencia del tiempo se altera, el pasado es elástico, el presente es denso y acuoso, nuestros pasos son flotantes, los brazos vuelan, las lágrimas nos ahogan, y los rostros cambian. La mente está hablando con su lenguaje perdido, el leguaje onírico.
Ese espacio es irreal y se alimenta de realidad, en un canibalismo espiritual, nutre nuestra existencia cotidiana. Consultar ese simbolismo se convirtió en un camino de orientación personal, sabemos que en esas imágenes subiste un mensaje, y establecer comunicación con ellas es entender su idioma. Es cuando el oráculo habla. Compositores musicales, científicos, artistas, matemáticos, han confesado que, en ese momento de invasión y rendición, pueden resolver una obra que no podían conquistar. La mente, ya sin la presión de terminar, encuentra dentro de sí misma, de sus imágenes y memorias, la luz de salida de ese problema.
El arte encuentra inspiración en este terreno inestable, genera retroalimentación, recrea imágenes e inventa otras que se suman al acervo sutil del inconsciente. Dice Sor Juana en su poema filosófico Primero Sueño: “El sueño todo, en fin, lo poseía: todo, en fin, el silencio lo ocupaba; aun el ladrón dormía; aun el amante no se desvelaba.” Es decir, cuando el sueño nos posee, invade hasta a los que dedican su energía en el desvelo de la noche.
La realidad es una herramienta del arte, y los sueños también los son, como esa parte intangible e inasible de la realidad. Las imágenes se convierten en símbolos y eso forman un lenguaje. El arte al representarlos los estudia, los replantea y les da una tangibilidad iconográfica que los eterniza. Los sueños están presentes en los mitos antiguos y en las metáforas bíblicas, porque no podemos cerrar la razón al espacio de la sin razón, es parte de nuestra naturaleza.
En el Arte Medieval y parte del Renacimiento la iglesia comisionó a los artistas que plasmaran las visiones de los santos, como avisos que llegan entre el sueño y el trance, los artistas no pintaban sus propios sueños, seguían las metáforas bíblicas y aportaban su propia imaginación, y el bagaje de las imágenes que han experimentado en su inconsciente.
Durero en 1525 fue de los primeros artistas que plasmaron una imagen personal, La Visión, sin referencia a los santos o los mitos grecolatinos.
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