Ante la recuperación económica post-Covid-19 en 2021, uno de sus aspectos significativos del proceso ha sido la creciente escasez de semiconductores en prácticamente la totalidad de su amplia gama de productos: tanto aquellos de producción en masa y con una sofisticación menor, hasta los semiconductores altamente especializados. Esta tendencia coyuntural –con serias afectaciones en cadenas globales de valor tan diversas como la de autopartes-automotriz y telecomunicaciones– tiene una serie de causas. La explosiva demanda de semiconductores resultado de la señalada recuperación en 2021 se ha convertido en un factor crucial, así como recientes contratos de corto plazo ante la incertidumbre sobre la recuperación de las mismas cadenas globales de valor.
Sorprendentemente, sin embargo, en el mediano y largo plazo las expectativas sobre los semiconductores son de una significativa sobrecapacidad. ¿Las causas? Por un lado, las significativas inversiones actuales y esperadas por las principales empresas: Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) (28,000 millones de dólares y 100,000 millones en 2021 y 2021-2023, respectivamente), Intel (28,000 millones de dólares en dos nuevas plantas en Arizona) y Samsung (150,000 millones de dólares hasta 2030), entre las principales empresas. Taiwán, Corea del Sur y China estarían invirtiendo alrededor de 65,000 millones de dólares durante 2019-2022 en equipo para la producción de semiconductores, mientras que América del Norte y Europa menos de la mitad.
Al menos, tan importante es considerar que recientemente la cadena global de valor de los semiconductores haya sido definida de “seguridad nacional” y particularmente ante la rivalidad entre Estados Unidos y China; ambas potencias han iniciado con políticas específicas para reducir su mutua dependencia y permitir un proceso de sustitución de importaciones. En China existen antecedentes explícitos de apoyar directamente a la cadena desde 2014 y a empresas como Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC) (véase los múltiples análisis de Dieter Ernst), así como más recientes esfuerzos explícitos ante las tensiones con Estados Unidos mediante nuevas políticas industriales y beneficiando a SMIC (ver el reciente análisis de Barry Naughton).
Las múltiples medidas de control de exportaciones estadounidenses hacia China –generando la quiebra de Fujian Jinhua en 2019 y severas dificultades para otras empresas como Huawei– han plenamente justificado desde una perspectiva china, masivos recursos del gobierno central (estimados en más de 50,000 millones de dólares desde 2014), ciudades, provincias y municipios con el argumento de permitir su autosuficiencia y soberanía bajo este rubro. Empresas consultoras especializadas como GavekalDragonomics estiman que en 2030 China contará con la mayor capacidad de producción de semiconductores. A debate se encuentran la capacidad de las empresas chinas de integrarse a los segmentos de mayor sofisticación tecnológica y a la efectiva capacidad de iniciar este proceso en el corto plazo: en el siguiente lustro –también ante la sobreoferta en el corto plazo–, la dependencia en las importaciones de semiconductores de China pareciera convertirse en una significativa problemática y concretamente para empresas como Huawei, incluso desde 2022.
Por último, también el gobierno estadounidense –y bajo la administración Biden– ha tomado medidas al respecto. Por un lado, se prevé que el Departamento de Comercio de Estados Unidos (y concretamente su Bureau of Industry and Security) amplíe las categorías para restringir las exportaciones estadounidenses a China (en rubros como biotecnología, Inteligencia artificial, tecnologías de navegación y microprocesadores, robótica, entre otros), ampliando así el impacto en el corto y mediano plazo en el sector productivo en China. Paralelamente, el Congreso estadounidense legisló en 2020 el CHIPS Act, como parte del presupuesto de defensa y sin recursos todavía que pudiera otorgar subsidios a la producción de semiconductores por 50,000 millones de dólares durante 10 años, particularmente para la manufactura e investigación y desarrollo (I&D) de semiconductores. El mismo Congreso estadounidense ha propuesto dos legislaciones adicionales –Endless Frontiers Act y Strategic Competition Act– que pudieran ofrecer más de 100,000 millones de dólares en cinco años a la I&D estadounidense en semiconductores y endurecer medidas en contra de China bajo este rubro.
Todo indica entonces que la cadena global de valor de los semiconductores estará en el “ojo del huracán”, al menos durante la siguiente década, resultado de tendencias coyunturales y, particularmente, de la “competencia entre grandes poderes”. Es de preverse que en el siguiente lustro se presenten serias tensiones globales al respecto –considerando las implicaciones de no tener acceso a semiconductores, como lo están experimentando algunas cadenas globales de valor y empresas chinas particularmente–, además de sus implicaciones en el largo plazo: los semiconductores son parte de un paquete tecnológico –incluyendo software, aplicaciones especializadas, incompatibilidad con otros sistemas, etc.– que requerirá de la toma de decisiones de las contrapartes políticas en los respectivos países, tal y como lo estamos viendo con la introducción de la 5G. ¿Estaremos preparados en América Latina, el Caribe y en México?
El contenido presentado en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente representa la opinión del grupo editorial de Voces México.
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