El arte contemporáneo VIP medra de sus propios lugares comunes, y la sangre es uno tan explotado como el excremento o la ropa sucia. Es un recurso para hacerse los transgresores, y cubrir su ominosa mediocridad. El artista VIP Santiago Sierra realizó para el Festival de Arte Dark Mofo, del MONA, Museum of Old and New Art, de Tasmania, Australia, una obra que consistía en una bandera británica teñida con sangre donada por voluntarios de las comunidades originarias australianas. El escándalo por la obra fue inmediato, protestaron los representantes de las comunidades, los artistas aborígenes, la sociedad civil, a tal grado que al director del museo y al curador del festival les exigieron sus renuncias. La escritora Claire Coleman dijo que la obra era “asquerosa y terrible, y no debe ser considerada”. Cancelaron la obra con la consecuente lloradera de Sierra, de que lo censuran, etcétera.
Los artistas VIP son expertos en repetirse, en otra ocasión Sierra hizo lo mismo para una galería, una bandera norteamericana teñida con sangre de americanos. Descaradamente dijo al staff de la galería que ellos “la hicieran”, que compraran la sangre a los donantes y ellos mojaran la bandera. La galería ha conseguido muy pocos donantes, y la bandera sólo quedó manchada, cuando Sierra la vio, no le gustó, hizo berrinche y les dijo que no la quería.
La gran diferencia entre Australia y México es que aquí cuando denuncié que las obras de Teresa Margolles eran un ultraje a las víctimas del narcotráfico y que de ser verdad su origen, constituían una violación a los protocolos de investigación, la “intelectualidad” patriótica se lanzó a su defensa, como si fuera arte ese descarado exhibicionismo patológico.
Lo de Margolles es más grave que Sierra, porque él lo hace con voluntarios, y ella abusa de la tragedia y se roba la sangre. Contextualizando, ¿qué pasaría si un artista VIP entra en la escena de una masacre de un asesino que mató a diez personas en un supermercado en Estado Unidos, y toma la sangre del piso para hacer una “obra”? La policía lo encarcela, y ya me imagino las protestas en los medios y la opinión pública. El extremo sería que ese mismo artista VIP entre en la morgue y se fotografíe con uno de esos cadáveres masacrados y diga que es una “obra de arte”. Suena patológico, y lo es.
En Australia, los directivos del festival aceptaron que comisionar esa obra fue una “irresponsabilidad” y una “gran falta de respeto”, “algo que no pensaron”. Eso sucede porque en Australia existe un sentido de la ética que no hay en la intelectualidad mexicana. En el mundo civilizado respetan el valor simbólico de la sangre, y que sea utilizada para una supuesta obra de arte, además ultrajando a las víctimas, no es una denuncia, es la banalización grosera de una tragedia. El gran negocio del arte VIP es la censura, ganan más fama con las prohibiciones que con sus “obras”, apuestan a lo más elemental: pornografía, violencia, escatología, es decir, apuestan a lo que sea, menos a hacer arte.
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