¿La realidad existe? ¿Es verdadero lo que vemos? ¿Son los artistas los designados para dejar un testimonio de algo inestable y cambiante? El surrealismo trastocó la concepción de lo “real” en el arte, tomó ciertos elementos y plasmó una realidad paralela, intangible, reconocible y, sin embargo, ligada a nuestra memoria y nuestros sentidos.
Iván Tovar, más lejos
El fondo es la ausencia; las figuras son la invención de la forma de ver y entender una realidad distinta. Esa realidad está en la obsesión de Tovar por cambiar lo que percibimos en el devenir cotidiano. Rescata detalles y los magnifica, creando una narración distinta que altera el valor del mundo. Los escenarios de su creación son limbos infinitos. La pintura de Tovar dimensiona nuestra soledad en la eternidad del espacio.
Las pinturas están ahí para enlazar su pureza con el vacío filosófico del espacio impoluto en el que sucede la meditación más profunda. No hay tiempo. Tovar regresa y reinventa la audacia metafísica del Greco al plasmar ese neuma en El entierro del conde de Orgaz: el alma que escapa del cuerpo, ese ente intangible, invisible, que existe inmovilizado en un lienzo.
Más allá de lo visible, Tovar busca pintar lo invisible, lo que nuestro cerebro y nuestra experiencia no pueden codificar. Requerimos de su mano para integrar el bagaje de imágenes que construye nuestro propio mundo.
Más allá de la propia pintura y de la noción de surrealismo, porque el artista no se estacionó en un cliché que manifestara la simple contradicción como fórmula para lo surreal. Tovar consecuente y coherente, es surreal porque ese universo no tiene cabida más que en sus obras, dentro de un espacio de invención pura es capaz de hacer que reconozcamos nuestras propias obsesiones y que estas afloren al mirar sus creaciones.
La psique evidenciada
El alma es cuerpo, emociones, sensaciones. El espíritu es mente, inteligencia, razón. El espíritu es el gobierno de nuestro cuerpo, dice Lucrecio en La naturaleza de las cosas. Entonces, ¿qué es la psique?, ¿dónde se encuentra? En las pinturas de Tovar. El alma o psique necesita espacio; ese espacio es el cuerpo. Ese cuerpo debe ser esencial. No es un cuerpo individual; es el cuerpo en sí mismo, su concepto. Entonces Tovar lo ubica. En el espacio vacío del lienzo pinta espacios vacíos, lugares sin referencia que son la psique misma. Acertijo metafísico: es la psique la que contiene al cuerpo. En un universo infinito, despoblado, Tovar nos dice qué es la soledad.
El cuerpo adquiere formas; la psique, las aloja. El agua toma la forma del vaso que la contiene. La psique toma la forma del vaso que la contiene. La pintura de Tovar es ese vaso. Pintura, vaso. Greco representó y reformuló el neuma, y Tovar conduce el trayecto fundamental de su pintura dilucidando la materialidad de lo inmaterial, que, sin embargo, altera la presencia del ser, de lo que existe.
Metamorfosis
El cuerpo está vivo. Se mueve, se retuerce, crece, la psique lo soporta. Los cuerpos de Tovar sienten, y, al mismo tiempo, nos manifiestan todas las sensaciones que se provocan y los sentimientos que los rigen. En esa prisión, en ese vaso, el artista deja los cuerpos en una deriva de variaciones, y ellos danzan en el cautiverio. Cada pintura es la continuación de la anterior, es un relato interminable, una coreografía de ese cuerpo que vive y palpita, se divide y crea otro cuerpo, lo devora y regresa a estar solo. Se masturba y nos muestra espasmos y aguijones. Danza que se contorsiona escuchando la música del vacío. El “cuerpo de obra” es el ballet del cuerpo. Es geométrico y curvo, inexacto, irrepetible. Es vida, es ese castigo de la vida eterna.
¿Qué vemos en las pinturas de Iván Tovar?
Soledad. Vacío. Espacio. Forma. Pureza. Dolor. Llanto. Placer. Danza. Eternidad.
Tovar hace de la sobriedad de elementos un lenguaje contundente. Símbolos internos. El color es matemático, no hay excesos; es la exacta definición de su poética. Luz y sombra, absolutos espacios oscuros donde contrasta la claridad de sus cuerpos, sin sangre, cuerpos de ideas. Marca volúmenes, manifiesta vida, materialidad. Los ubica en escenarios, es decir, hay una superficie que los sostiene. Ese “piso” en el ángulo de una habitación, una ventana, es la premisa espacial de Tovar, que hace de la arquitectura una palabra dentro de su lenguaje; quiere que la referencia esté apegada a la noción real del contenedor y el contenido. Cada casa, oficina, templo, son contenedores, y nosotros, los seres humanos, con nuestros objetos, somos el contenido. Las pinturas de Tovar son la metafísica de esa relación. Pintura, vaso. Contenedor y contenido.
Geometrías alternas. En la forma de lo amorfo, Tovar contrasta con geometrías exactas, prístinas, filosas. Esfera, cubo, cuadrado, ángulo. Son dos voces paralelas, un contrapunto y fuga. La pintura de Tovar se fuga por sus ventanas infinitas. La geometría imprime un orden que replica a la torción del cuerpo en estado de éxtasis o llanto. Los cuerpos de Tovar están ahí para sentir. Son la síntesis pura del ser víctima de las emociones. Las geometrías razonan; los cuerpos se revelan.
Tovar acude al diálogo entre sus propios elementos; se percibe que construye sus pinturas con intuición y maestría. Son técnicamente impecables; óleos, tardan en secar, lo cual incide en el leguaje, en el hacer; no se permite el gesto, el exabrupto. El artista es meticuloso; medita cada forma, que en un inicio es involuntaria, intuitiva, y la va dominando hasta que se convierte en un ejercicio detenido de construcción suprasensorial. Plasma la forma de la figura humana sin esa figura, sin una referencia evidente y lógica, y logra que percibamos, que sintamos que eso es humano, aunque no parezca un individuo. Es una de las grandes virtudes de su obra.
La composición es poética, un canto gregoriano. Tiene ese espacio para el eco; las formas se mueven con sus voces. Tovar equilibra el plano con precisión, lo pesa, y sus cuerpos adquieren densidad. La presencia de esos huecos por los que pasa el aire, la voz y el llanto, el quejido y el espasmo, es un cálculo perfecto para que la pintura sea armónica y los símbolos hablen.
Ánima
De plomo, de cera, de cristal, de agua. La orgía y el llanto: el cuerpo se retuerce; es el mismo cuerpo desdoblado; se da placer a sí mismo, se da dolor. Estamos solos. Tovar, conquistaste ese espacio para encarcelar, ahí, a tu propio ser y nos llevaste a todos dentro, esquinas de silencio. Hiciste una obra intemporal, te vengaste de las cronologías, la llevaste a la perpetua ceremonia del aquí y ahora. El ánima se escapa y se refugia en esas habitaciones, en tus pinturas. Misticismo pictórico, es el arte de Tovar.
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