Parece que esto ya nos ocurrió
Luis Wertman

Construcción Ciudadana

94 opiniones • veces leído

Por la importancia que tiene el agua en nuestra supervivencia, que falte o no sea suficiente condena cualquier plan a futuro de ciudades y regiones.

Lectura: ( Palabras)

Advertencias talladas en piedras, pisadas de animales extintos fosilizadas en caminos, esculturas que medían la altura a la que había llegado el agua para recordar los efectos de una inundación y, también, para que no se olvidara lo que puede ocurrir cuando el agua falta.

El mundo se ha llenado de señales que presagian cambios radicales en el clima a los que no estamos poniendo suficiente atención. El turno más reciente le corresponde a Europa, en donde cada vez con mayor frecuencia surgen vestigios de sequías anteriores que no sabemos bien cuánto tiempo duraron y qué estragos le ocasionaron a las sociedades que decidieron dejar alertas para cuando el nivel del agua bajara dramáticamente.

“Si me ves, llora”, reza una de las inscripciones de las llamadas “piedras del hambre” que podrían aparecer en muchos otros sitios del globo si la lluvia no llega, como ha ocurrido en prácticamente todos los continentes.

¿Qué atravesó por la mente de quienes enviaron estos mensajes al futuro? ¿Pensaron que volvería a suceder o que habríamos aprendido la lección que ellos no pudieron? Es interesante cómo el olvido nos ayuda en muchos aspectos de la vida y la forma en que nos condena a repetir errores hasta formar ciclos de los cuales no podemos escapar.

A estos tristes recordatorios hay que sumarle las disposiciones de autoridades para racionar el agua en naciones tan desarrolladas que podría pensarse que tenía resuelto el problema de abasto de líquido, solo con cuidar sus ríos e invertir en su infraestructura hidráulica.

Si los ingresos definen la riqueza de las naciones, la escasez de agua los igualaría y el impacto de no contar con el suministro podría ser idéntico en países con mayor fortuna económica que con aquello que no la tienen.

Por la importancia que tiene el agua en nuestra supervivencia, que falte o no sea suficiente condena cualquier plan a futuro de ciudades y regiones. En la misma semana que se anunció un proyecto de una urbe completamente autosuficiente, parte completas del conocido como Viejo Continente, resintieron una ola de calor histórica.

No quiero ser catastrofista, pero sin agua no vale mucho la pena discutir sobre nada más. La metrópoli mejor planeada o con perspectivas de modernidad más avanzadas quedaría desierta si se confirma que no habrá líquido para su población.

Hay noticias positivas, sin embargo. También en los últimos días se anunció un plan hídrico que asegurará el abasto a 22 millones de personas que formamos parte de la Zona Metropolitana del Valle de México, en un acuerdo entre los dos gobiernos de las entidades más pobladas del país que son la Ciudad de México y el Estado de México. Este acuerdo nunca había sido tan específico, ni abarcó tantos aspectos como ahora, y apenas llega a tiempo.

No obstante, el pendiente sigue siendo el mismo: las y los ciudadanos debemos modificar radicalmente nuestros hábitos y establecer una cultura del cuidado del agua que gire en torno a no desperdiciar ni una sola gota.

Recargar los mantos acuíferos, cosechar aguar de lluvia en cada azotea, eliminar fugas y aplicar tecnología de punta a drenajes e instalaciones de tratamiento y bombeo, son los retos de las autoridades; a nosotros nos corresponde reducir el consumo diario, aprovechar estos meses de tormentas y enseñar a las generaciones que vienen a proteger el recurso natural indispensable para continuar en el planeta.

Porque si seguimos ignorando las señales, incluso las que nos dejaron quienes ya vivieron estas crisis, no creo que tengamos oportunidad de tallar ninguna advertencia en alguna roca.

La decisión está en nosotros, no como mensaje de optimismo, sino de emergencia para que corrijamos como sociedad y planteemos comportamientos de resguardo absoluto del agua que nos llega y nos cae del cielo. Una disminución en las cosechas hará que a la sequía se le una el hambre, algo que ya ocurre en varios puntos de la Tierra, y ese es un escenario para el que no estamos preparados porque no lo imaginamos.

El agua es el inicio de todo lo que conocemos; sin ella, también es el final.

Más columnas del autor:
Todas las columnas Columnas de

Deja un comentario

Lo que opinan nuestros lectores a la fecha