Hace algunas semanas, el Centro Nacional de las Artes abrió sus puertas para una exposición de tipo presencial: Magister Raffaello. Un maravilloso viaje por el Renacimiento italiano. Presentada como una “exposición multimedia” aprovecha los recursos que la tecnología ha brindado al arte para ofrecer copias de pinturas cuyos originales sería complejo llevar a distintos lugares. No es la primera vez que, en México, se expone una muestra como ésta. Ya antes tuvimos oportunidad de admirar, con la misma innovación tecnológica, piezas de artistas del Renacimiento como Giotto, Botticelli, Piero della Francesca, Leonardo e incluso del propio Rafael Sanzio, entre otros.
En esta ocasión tenemos oportunidad de apreciar seis de sus obras (la mayoría retratos) mediante reproducciones digitales de alta resolución ensambladas en cajas de luz que conviven, en la distribución museográfica, con pantallas de grandes dimensiones en donde se proyectan detalles de las mismas. También se incluyen algunos de sus frescos más importantes como La Escuela de Atenas, pintado en uno de los muros del Vaticano o de obras al óleo, de grandes dimensiones, como El traslado de Cristo.

En estas “copias” podremos conocer, muy de cerca, detalles como el craquelado de la imprimatura (la base de yeso que colocaban los artistas para que la pintura se conservara de mejor manera; no siempre resultaba de buena calidad, de ahí que se fracturara o craquelara); el delicado trabajo para el tratamiento de los paños, sobre todo, en el diseño de los brocados de las vestimentas que parecieran emular el hilo de oro; el detalles de los rostros de los retratados y, sobre todo, sus expresiones como las lágrimas corriendo por sus mejillas; también, la incorporación de perspectivas, uno de los recursos fundamentales del Renacimiento para mostrar la profundidad y el volumen, de la mano de minuciosos acercamientos de los paisajes, que en sus fondos, complementan las composiciones. La inclusión de los marcos de madera de los cuadros “delatan” la reproducción digital, sin embargo, pronto uno lo olvida, al ser testigo de interesantes detalles.
En algún momento, se escucha a través de los audífonos: “La perfección no existe”. Es cierto. Pero apreciar tan de cerca, estas reproducciones digitales, nos hace recrear las obras originales e imaginar que parte de esa obra, casi perfecta, sí existe.
En uno de los videos, podemos apreciar una de las columnas pintadas por Rafael, que al no resistir el paso de un incendio, aparece fracturada, casi a punto de desmoronarse, en contraposición de otra que sigue en pie. Poder acercarse y ver, a través de la pantalla que nos supera en tamaño, esos pormenores, nos hace asombrarnos de la resolución que han alcanzado algunos dispositivos electrónicos. Y de la mano de la audición de un adecuado análisis iconográfico, ¡qué más se puede pedir!

Sin duda, nunca será lo mismo estar frente a los originales, pero debido a estos tiempos pandémicos, donde el viajar todavía resulta todavía lejano, esta exposición nos depara una gratificante experiencia estética. Su principal fin es didáctico, esto es, explicarnos las obras en concordancia con los videos proyectados.
Aquí, el lector se preguntará: ¿Y será seguro asistir a la exposición? Salir, sin duda, sigue teniendo riesgos. Los contagios continúan. En mi caso, la incertidumbre me invadió. He estado en un confinamiento severo y aunque ya estoy vacunada, las primeras salidas no están resultando sencillas. Sin embargo, el Cenart ha implementado una logística que considero confiable. Primero, hay que hacer cita. Nadie entra si no tiene la confirmación que se hace mediante un formulario y un correo electrónico. Segundo, es obligatorio usar cubrebocas durante el breve recorrido (no más de una hora). Esta norma incluye al personal de la Galería. Tercero, se admiten pocas personas en cada sala y todas guardan “sana distancia”. No se permite que la sala rebase un límite de personas determinado (yo fui entre semana, por la mañana y estuvimos como máximo, seis personas). Cuarto, la naturaleza de la exposición impide, por su carácter multimedia, hablar con alguien (si acaso fuéramos acompañados). La altura de los techos es amplia y todos traemos audífonos. Para lograrlo, hay que descargar una App en el celular y llevar audífonos personales. Sin ellos, no es posible apreciar la exposición. Si uno no lo tuviera a la mano, le prestan dispositivos sanitizados (no olvidemos que el virus no se transmite por los oídos). ¿Qué escuchará el espectador? Más que una descripción de la vida de Rafael o de su época, tendrá ocasión de escuchar los análisis iconográficos de las obras expuestas.

Es una exposición para verla de forma individual, propio de estos tiempos pandémicos que esperemos pronto acaben y representa un ejemplo de cómo vivir en “la nueva normalidad”. Fue realizada con motivo de los 500 años del fallecimiento del pintor renacentista, sucedido en 1520. Y para fortuna nuestra, se ha prorrogado hasta el domingo 20 de junio (aunque varios carteles indiquen lo contrario).
La entrada es libre (previo registro) y está abierta de miércoles a domingo, de 10 a 17:30 horas. Se puede entrar al estacionamiento, que también es gratuito, con el correo de confirmación de la visita a la exposición. La liga para el registro aquí.
Gracias por compartir la experiencia vivida en la exposición, es una manera exquisita de adentrarnos al Magister Rafaello 🎨