Los jardines capturan la naturaleza y la convierten en una presencia sanadora y artística. Son diseñados, planeados como una obra de arte a gran escala, es el arte del paisaje, por eso los grandes jardines son un valor de la civilización, simbolizan a una sociedad idealista, que regresa a un Edén recreado para su trascendencia.
Actualmente nuestros jardines y parques padecen el desprecio de los gobernantes y el maltrato de los ciudadanos que los descuidan y depredan porque son de “todos”. El Bosque de Chapultepec desde la fundación de Tenochtitlán fue considerado sagrado y en 1530 el Emperador Carlos V lo decretó propiedad de la Ciudad de México, sufre la invasión, la suciedad, utilizado políticamente con una remodelación que no aporta lo indispensable: limpieza, riego y reparación de daños causados por los visitantes y el ambulantaje.
Los jardines prehispánicos, diseñados para los reyes, como el de Moctezuma, con plantas medicinales, árboles, cultivos de vegetales y aromas. Propiciaban la paz y la creación de poesía.
En el novohispano estos jardines crecieron con las especies traídas desde Europa y con una tradición diferente, más decorativa. Las hermosas chinampas o jardines flotantes se vieron poblados de más sabores y olores. En intercambio nuestras flores y vegetales llegaron a Europa, maravillaron a los botanistas que acudían a los muelles a comprar en subastas las semillas y los bulbos.
En Europa los jardines pasaron por distintos periodos estéticos, durante el reinado de Luis XIV los jardines de trazo y formas simétricas, con esculturas y fuentes, fueron una dictadura de estilo. A la llegada de Luis XVI, la rigidez pasó de moda, María Antonieta impuso el jardín a la inglesa, se vestía de pastorcita y participaba del ambiente silvestre.
Napoleón vió con tristeza como los revolucionarios del Terror, tomaron las Tullerías, el “pueblo” destrozó los jardines, porque ahora no eran un lujo real, eran de todos. Pusieron un mercado y con demagogia sembraron hortalizas para alimentar al “pueblo hambriento”. Durante el gobierno revolucionario se perdieron miles de hectáreas de bosques, porque ya no eran propiedad del rey, y el “pueblo” los talaba para hacer zonas de pastoreo y vender la madera, era un “derecho” revolucionario. Esta tragedia se paró con un decreto cuando Napoleón fue nombrado cónsul y más estrictamente al coronarse emperador. Napoleón amaba los parques y jardines, su verdadera vocación, decía él mismo, era la de botanista y científico. Construyó parques, invernaderos, mandó traer especies de flores y vegetales de distintos países, entre ellas había buganvilias de México, algunas fueron al hermoso jardín de su esposa Josefina.
Los jardines de la Ciudad de México están trágicamente descuidados en todas las alcaldías, sucios, vegetación seca, con plagas, árboles muriendo y vendedores ambulantes. Los gobernantes no ven ganancia política en procurarlos, el pueblo asume como su “derecho” maltratarlos porque son de “todos”. Es nuestra sociedad depredadora y deshumanizada.
Hace falta educación pero sobre todo atención y cuidado por `parte de la administración capitalina; que pareciera enfocada en dilapidar los logros que la precedieron