La pandemia de la Covid-19 ha puesto en entredicho los sistemas de salud, de protección social, la conservación del medio ambiente y los esfuerzos de algunas regiones del mundo en la erradicación de la pobreza.
La crisis económica postpandemia es prácticamente la recesión mundial más profunda desde la Segunda Guerra Mundial; las consecuencias inmediatas ya las padecemos: nos la confirman los indicadores de calidad de vida de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con el aumento de la pobreza extrema, el cierre de pequeñas y medianas empresas y la disminución de la economía informal.
Antes de la pandemia, sabíamos que la desigualdad social define la época en que vivimos, en donde un grupo de 26 personas, que son los más ricos del mundo, poseen tanta riqueza como la que suma la mitad de la población del planeta. Es necesario recordar que los altos niveles de desigualdad social están asociados con la inestabilidad económica, la corrupción, las crisis financieras, el aumento de la delincuencia y la precaria salud física y mental de un gran segmento de la población.
Para el caso de América Latina, los diferentes gobiernos de la zona están enfrentando las consecuencias de la emergencia de salud pública y económica, al aplicar un alto gasto que está ocasionando importantes déficits fiscales en las finanzas públicas y más deuda pública, lo que los está obligando a implementar una austeridad fiscal consistente en congelar salarios, disminuir subsidios a programas sociales, reformas a los sistemas de pensión, flexibilización del trabajo y, en algunos países, la pretensión de incrementar el Impuesto al Valor Agregado (IVA).
A mediados del mes de abril en Colombia, el gobierno del centroderechista Iván Duque anunció una reforma fiscal que no alcanzó a ser debatida por el Congreso, gracias a que provocó un fuerte estallido social. El país sudamericano, como todos los países de la región, presenta graves problemas estructurales que se reflejan en informalidad laboral, altas cifras de desempleo –principalmente entre los jóvenes– e incremento de la pobreza, que se profundizaron con la irrupción de la pandemia. Todo lo anterior obliga a cualquier gobierno a buscar medidas fiscales que les ayude a ingresar más recursos a la hacienda pública.
Bajo el argumento de que la reforma fiscal del gobierno de Iván Duque serviría para sostener los apoyos sociales que se establecieron durante la pandemia, se pretendió aumentar los impuestos sobre la renta a personas que ganaran un sueldo mensual de 663 dólares (equivalente al triple que el salario mínimo), y extender el cobro del 19% del IVA a productos y servicios básicos hasta ahora exentos, como las tarifas de electricidad, gas y agua, entre otros. Cierto que también se contemplaban incrementos de impuestos para patrimonios superiores a 1.35 millones de dólares. Sin embargo, el mayor peso de la reforma iba recaer sobre la clase media, un segmento de la población ya de por sí muy castigada por los efectos económicos de la pandemia; afortunadamente la movilización logró detener esta reforma fiscal regresiva, propia del neoliberalismo económico que siempre ha tenido como consecuencia cargar el peso de la crisis a los sectores menos favorecidos.
Existen otras soluciones alternativas para enfrentar la crisis económica postpandemia, como son las reformas fiscales progresivas: que aplican más impuestos a la población más próspera, lo que podría dar lugar a una reducción del pago que hacen las clases medias y bajas; reestructurar las deudas; eliminar los flujos financieros ilícitos; la evasión fiscal, el lavado de dinero; la falsificación de facturas; la salida de capitales a paraísos fiscales y el uso de las reservas en moneda extranjera de los bancos centrales para financiar el gasto público.
La reforma fiscal fallida de Colombia es el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer: seguir cargando cualquier crisis económica a la mayoría de la población y proteger a un grupo minoritario que posee grandes riquezas, que en los hechos, son parte fundamental de las élites del poder que deciden el rumbo de una nación.
Muy interesante, información fresca, siempre será oportuno saber la problemática política, social y económica de los países latinoamericanos, y considerar, un análisis de lo que México ha hecho para salir avante y reconocer que vamos por buen camino. Lejos de lo que señalan los ultra derecha de este país.
Importante análisis de la problemática de Colombia , hay argumentos de todo tipo, en este caso, económico, que se sostiene pueden dar resultados, sin embargo, cuando se ponen en práctica, salen de manifiesto las debilidades estructurales y la realidad es otra, gracias por compartir información de este tipo.