Sentado en el escritorio que elegí en mi nuevo lugar de trabajo, siento como el reflejo del sol me da directo en la cara a través de la ventana. La abro para que corra y entre al aire, y casi instantáneamente, como en sincronía, veo pasar una ardilla por el borde. La veo detenidamente y va como en pasarela, presumiendo. Se da cuenta de que la observo y me clava la mirada, nos detenemos y nos miramos fijamente por unos segundos. Allí en esa mirada vivimos una eternidad… casi que nos hicimos viejos. Podría jurar que levantó una ceja y me dijo sin hablar “Estás bien loco”. Entrecierro los ojos, y mi mente se escapa a Teotihuacán -lugar donde fueron creados los dioses-. Como si flotara encima de las pirámides, puedo ver que las escaleras son muy angostas, apenas y se puede poner el pie de lado para subir o para bajar.
Podrían haber construido escalones más anchos, pero por alguna razón no lo hicieron. Claramente no tenían problemas para diseñar y levantar pirámides. Entonces, lo más probable es que así lo decidieron.
¿Por qué son así?
¿Los antiguos habitantes tenían los pies muy pequeños?
¿Era una cuestión de respeto?
¿O será que los dioses eran niños? ¿Y por eso, estaban hechos a su medida?
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