Recientemente los novilleros que integran al Centro Taurino de Alto Rendimiento tuvieron –vía la modernidad en videoconferencia– la oportunidad de escuchar al colombiano César Rincón, figura mundial del toreo, y relatan que su plática sirvió para conmover a quienes, en algún momento, quisieran llegar a ser un sitio importante en la carrera que empiezan.
Sus avatares, sus vivencias desde muy pequeño, fueron articuladas por quien ahora cuando charla posee un lenguaje claro, enhebrando muy bien lo que quiere expresar, y así lo hemos escuchado en los medios, en donde su voz es muy apreciada por mesurada, conocedora y congruente con su manera de entender lo que acontece en el mundo del toreo.
Alguna vez en una transmisión desde Cali, en Colombia, lo escuché de comentarista de una corrida que lidió de su propiedad y cuando así lo consideró necesario, criticó aquello que no le parecía adecuado en el comportamiento de sus reses, y lo hizo sin rubor y con un sentido de la ética que lo distingue en su comportamiento dentro y fuera de los ruedos.
Sus vivencias desde muy pequeño son conmovedoras, con su padre que le dio las primeras lecciones del arte de Cuchares y su familia que siempre lo apoyó en su peregrinar, de Sudamérica a Europa, cuando desde muy niño decidió que su vocación era ser torero.
Y recordando fechas, en este 2021 vamos a celebrar los treinta años que se cumplirán de haber establecido un récord en Las Ventas de Madrid, con cuatro salidas en hombros, en una misma temporada, que antes o después de hacerlo, César Rincón es el único matador en la historia en lograrlo.
Y es que implica un gran esfuerzo obtener un par de trofeos después de una faena, aunado a lo complejo que es el público de esa plaza, de manera que será muy difícil que alguien en el futuro lo iguale o rebase.
César Rincón, el 21 de mayo de 1991, toreó en la feria de San Isidro, al lado de Curro Vázquez y Miguel Espinosa Armillita, con la ganadería de Baltasar Ibán, y en el segundo de su lote se empezó a forjar lo que vendría a ser el año de Rincón en el futuro.
Con tesón, claridad de conocimiento en la lidia y emotividad, fue labrando al toro “Santanerito” gran faena que se recuerda extensa y que fue creciendo en intensidad. Así conquistó el arrebato de los severos tendidos de Madrid, quienes pidieron al unísono el premio de dos trofeos, con pañuelos que semejaban nieve cuando salieron de los bolsillos de los aficionados.
Al llegar al burladero de matadores se fundió en gran abrazo con su hermano y mozo de espadas Luis Carlos, y luego con su apoderado Luis Álvarez. Sus declaraciones a la televisión española, con palabras entrecortadas, reflejaron la emotividad de quien supo que llevaba años en la brega y que por fin iba a cosechar lo sembrado.
El festejo –de ahí la importancia de la televisión abierta– se transmitió en directo, en varias partes del mundo, incluyendo a México, y la repercusión fue grande. Se lo merecía.
Y luego la apuesta al día siguiente a cara o cruz, o águila o sol, cuando aceptó la sustitución de Fernando Lozano, imposibilitado para actuar el 22 de mayo porque recién había sido herido, habiendo sido triunfador el año anterior. Curiosamente y hasta su despedida, la Casa Lozano y directamente Luis Manuel, hermano de Fernando, fueron muchos años sus apoderados.
Esa actuación también fue de dos trofeos, el 5 de junio con tres y el 1 de octubre se agregaron otros dos, sumando así las cuatro salidas a hombros en 1991, en la capital de España. Posteriormente, en 1995 y 2005, logró otros más, hasta sumar seis en el transcurrir de su gloriosa carrera.
En La Plaza México se presentó el 31 de julio de 1983, ocho años antes de triunfar en Madrid; su padrino de confirmación fue Ricardo Sánchez y como testigo César Pastor, con toros de Mariano Ramírez. Aquí, en nuestro país, muchas veces disfrutamos de su gran concepto de tauromaquia, después de su unción como figura en España, pero esa es una historia aparte que el espacio no permite extenderme.
Por ahora, los recuerdos sean de Madrid, en el próximo aniversario treinta en que irrumpió con gran fuerza el maestro bogotano.
Sirvan a quienes lo escucharon en el Centro de Alto Rendimiento Taurino, como muestra de lo que se puede alcanzar, en una carrera tan compleja y de la que muy pocos se pueden ufanar, esto es, alcanzar el sitio de privilegio que arduamente logró Rincón en su tiempo.
Sea también recuerdo de un pasado ido, glorioso y brillante, en la época tan espinosa en la que nos encontramos inmersos, y de la cual no sabemos cuánto tiempo más nos tendrá en zozobra.
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