El recurso de los distractores, evasivas y falsedades le funciona muy bien a Andrés Manuel López Obrador.
Mientras los problemas del país como la inseguridad, pobreza, desigualdad social, crisis económica y climática, y el desabasto de medicinas son graves e intensos, él prefiere alejarlos de los reflectores sociales e impone una agenda a modo para crear sus propios escenarios de fácil manejo narrativo, y salir airoso como un paladín de la democracia y defensor de los ideales más puros de libertad.
López Obrador corre en paralelo su “realidad” con la otra realidad, la que es real (valga la redundancia), la que no se puede ocultar y que impacta a las poblaciones.
La acción propagandística es innata en él. Manipula, distorsiona, confunde, fabrica mentiras y envuelve. Se camufla en posturas de izquierda –sin ser de izquierda ni él ni su gobierno –, y entonces enfila su discurso contra el contrincante, como ahora es Estados Unidos.
En los últimos días, Andrés Manuel ha salido a confrontar “con todo respeto” –como él lo dice–, al gobierno de Estados Unidos al que le ha pedido en forma reiterada que levante el bloqueo económico contra Cuba.
Su discurso propagandístico está tan petrificado que nos regresa a las décadas de los 60 y 70 cuando esa era una de las principales demandas de los partidos y grupos de izquierda en México. Hasta las corrientes del PRI demandaban el cese del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a la isla en 1962.
López Obrador ahora sólo levanta la voz como el agitador de aquellas épocas, pero no condena la constante violación de los derechos humanos y la represión que practica el régimen autoritario de Cuba contra sus opositores y población civil. La misma postura asume con los regímenes dictatoriales de Venezuela y Nicaragua.
Según, el presidente de los mexicanos, dice que su petición de retirar el bloqueo en Cuba es una cuestión de salvar vidas, pero también se salvarían muchas vidas al denunciar y condenar la brutal represión contra la población civil que realizan las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense. El fundamentalismo ideológico en su máxima expresión.
Recientemente, López Obrador se lanzó contra la Organización de Estados Americanos (OEA), y planteó sustituirla “por un organismo autónomo, no lacayo de nadie”. Postura muy parecida a la que ha manejado el régimen autoritario de Cuba por varias décadas.
Defender a Cuba y atacar a fondo a la OEA ahora serán sus temas favoritos para tratar de legitimarse como el gran demócrata de Latinoamérica.
El juego de Andrés Manuel puede redituarle simpatías de sus seguidores, pero por otro lado elevara una relación fría con Estados Unidos, el socio comercial más importante de México.
López Obrador no debe olvidar que las remesas son una fuente de recursos muy importantes para el país, sobre todo en esta crisis económica.
Jugar con las dictaduras “amigas” puede acarrearle al país otros costos que pegarán con fuerza en la estructura económica.
Lo humanitario está más allá de la máscara de la solidaridad.
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