En 1988, investigadores del Centro de Geociencias de la UNAM detectaron en la planicie de Chalco, Estado de México, la formación de un cuerpo de agua por la acumulación superficial de líquido, y para 1991 pasó de unas cuantas hectáreas a 100, y actualmente abarca aproximadamente 1,500.
Los hundimientos provocados por el inadecuado manejo del acuífero en el Valle de México, originó un nuevo “lago”, que en época de lluvias pone en riesgo a la población asentada en la región mexiquense de Chalco y en la alcaldía Tláhuac, ya que las inundaciones son frecuentes.
La urbanización creciente y en gran medida sin planeación han agobiado a los acuíferos del Valle de México (hablamos de los acuíferos Chalco-Amecameca, Zona Metropolitana de la Ciudad de México, Texcoco y Cuautitlán-Pachuca). Y Chalco es un ejemplo del crecimiento caótico con grandes impactos al agua, y las consecuencias ahora están a la vista.
En la región de Chalco está ocurriendo una de las transformaciones más impactantes en el Valle de México en las últimas cuatro décadas, ya que se han generado hundimientos de hasta 40 centímetros por año, y esto se debe al exceso de permisos para extraer agua de 14 pozos (por arriba de lo que en realidad permite el acuífero), construidos en la década de los 80 como Sistema Mixquic-Santa Catarina.
La superficie del nuevo “lago” se ubica 17 metros debajo del nivel original del terreno, cubriendo una extensión casi 1,500 hectáreas, lo que implica un potencial riesgo de inundación de aguas negras en la región, como ya está ocurriendo en época de lluvias.
La magnitud de la afectación en la zona de Chalco es alarmante, ya que en los últimos 40 años la región se ha hundido poco más de 12 metros, un hundimiento muy superior al del Centro Histórico de la Ciudad de México, de 10 metros en los últimos en los últimos 110 años.
Tanto el camino de acceso a los pozos que abastecen a la zona de agua potable como el de la carretera Tláhuac-Chalco, requieren de reparaciones y elevaciones permanentes cada vez más costosas. Por ejemplo, es recurrente que, entre los meses de julio y octubre, la carretera y el camino se encuentren suspendidos por encontrarse inundados. Este problema se extiende a colonias y viviendas.
Sin duda, esta situación obliga a las autoridades de los tres órdenes de gobierno a realizar un ordenamiento territorial en la región, así como incrementar la eficiencia de la infraestructura hidráulica, una especie de drenaje profundo a nivel micro para Valle de Chalco; de lo contrario se tendrá que aplicar una política de reubicación de ocho colonias (seis en Chalco y dos de Tláhuac), a 2.5 y 3 kilómetros del nuevo “lago”, lo cual sería a un alto costo, pues ahí habitan aproximadamente 90 mil personas.
Veamos la dimensión de esta situación. En el Centro Histórico los hundimientos son del orden de 3 a 5 centímetros por año, ya que el bombeo de agua se redujo desde la década de los 60. El hundimiento en el Valle de Chalco es 40 centímetros por año, uno de los más grandes del país y del mundo.
En una plática que sostuve con Adrián Ortega Guerrero, investigador del Centro de Geociencias de la UNAM, asegura que los ritmos de hundimiento disminuirán muy poco en el futuro, “prácticamente serán los mismos y con riesgos cada vez más altos”. Y el investigador recomienda también atender a otras zonas lacustres como Texcoco, Xochimilco y Ecatepec que presentan hundimientos del orden de 10 a 20 centímetros por año.
A la fecha, la Ciudad de México extrae de 450 pozos el 70% del agua potable que consume; el otro 30% proviene del Sistema Lerma-Cutzamala a través de 13 mil kilómetros de tuberías y mediante un bombeo de 1,500 metros.
En 2000 este columnista difundió (gracias a la aportación de Adrián Ortega Guerrero) la aparición de extensas grietas en el subsuelo de Iztapalapa, provocado por los hundimientos de la región, y que hacen más vulnerable a la población ante inundaciones y sismos fuertes.
Hace 21 años fue una bomba informativa y provocó que las autoridades reaccionaran para atender este fenómeno geológico acelerado por excesiva extracción de agua del acuífero. Una de las respuestas a este problema fue la instalación del Observatorio Interactivo de Hundimiento y Fracturamiento (OIHFRA), con asesoría del Centro de Geociencias de la UNAM, desde donde se monitorea todos los días los agrietamientos del subsuelo.
Chalco, Iztapalapa y Tláhuac son las regiones del Valle de México que requieren toda la atención científica por las fallas geológicas, pero también de las autoridades para prevenir un desastre de mayores consecuencias.
El fenómeno de los hundimientos fue confirmado desde los años 40 por el ingeniero y exrector de la UNAM, Nabor Carrillo Flores, quien alertó del alto riesgo que la ciudad enfrentaba por la excesiva extracción del agua del subsuelo.
La explotación del acuífero inició a mediados del siglo XIX, y se incrementó en la zona centro de la Ciudad de México en el siglo XX, entre 1940-1960. El intenso bombeo ha provocado despresurización y consolidación en los sedimentos lacustres, ocasionado una subsidencia del terreno de la parte central de la ciudad en el orden de los 10 metros.
Dicha explotación es del orden de 50 metros cúbicos por segundo (50 mil litros por segundo), de ahí se abastece una población de aproximadamente 25 millones de habitantes.
Los problemas ocasiones por la extracción del agua subterránea, motivaron la búsqueda de opciones alternas para el abastecimiento de agua, siendo seleccionadas las subcuencas de Chalco y Xochimilco, entre otras, mismas que presentan características hidrogeológicas similares a las condiciones prevalecientes en la Ciudad de México, donde también se transfirieron los problemas de hundimientos y posteriormente agrietamientos.
Científicamente está demostrado que la aceleración de hundimientos sólo se puede mitigar. Mientras se siga extrayendo agua del subsuelo los hundimientos continuarán.
La zona Valle de Chalco-Tláhuac puede ser la región que se hunde más rápido en el mundo.
La falta de planeación es uno de los grandes problemas de México.
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