La baja rentabilidad de las tierras agrícolas, la insuficiencia de suelo para uso habitacional, la especulación del suelo y las migraciones internas por cuestiones socioeconómicas, entre otros factores, han provocado que asentamientos humanos se establezcan de manera ilegal en áreas con vocación natural, no aptos para vivienda.
Esa ha sido una tendencia de expansión urbana en la Ciudad de México sobre el suelo de conservación ecológica. Los cambios de uso de suelo de agrícola y forestal a urbano han sido intensos, y con ello la proliferación de viviendas precarias, sobreexplotación del acuífero y el incumplimiento de reglamentos de construcción.
Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco son las alcaldías que resienten el crecimiento acelerado de la Ciudad de México, pero con la característica de la expansión de asentamiento irregulares, en donde las políticas públicas de ordenamiento territorial han sido laxas o han estado ausentes.
Un caso. Ejidatarios que vendieron sus parcelas y la constante invasión hormiga originaron, en más de cuatro décadas, que el suelo de conservación en la alcaldía de Tláhuac disminuyera considerablemente.
Tláhuac tiene una extensión de 8 mil 534.62 hectáreas, de las cuales 5 mil 674 pertenecen a suelo de conservación y 2 mil 860 a zona urbana, pero debido a la ocupación y la presión demográfica desordenada se ha urbanizado el 60%.
En los poblados de San Andrés Mixquic, San Francisco Tlaltenco, San Juan Ixtayopan, San Nicolás Tetelco, San Pedro Tláhuac, Santa Catarina Yecahuizotl y Santiago Zapotitlán se ubican más de 100 asentamientos irregulares.
San Juan Ixtayopan es el poblado que posee más núcleos irregulares con 45, seguido de San Francisco Tlaltenco, con 16 y San Pedro Tláhuac con 10.
En los más de 100 asentamientos irregulares se ubican alrededor de 8 mil viviendas, y en ellas residen aproximadamente 40 mil 500 habitantes.
El asentamiento más joven fluctúa entre 1 y 5 años, y el más antiguo, de 45 años. La mayoría de las invasiones tienen entre 12 y 15 años, y las propias autoridades reconocen que ya es muy difícil reubicarlos, ya que hacerlo implicaría un costo social y económico muy alto. De tal forma que los asentamientos irregulares se han ido consolidando al paso del tiempo, pero los daños que provocaron a las áreas naturales son irreversibles.
Algunas autoridades de Tláhuac han promovido ante el Congreso capitalino regularizar las invasiones a través del Programa de Desarrollo Urbano. Lo que han planteado es que esta situación sea analizada desde el punto de vista técnico, jurídico y social, sin descartar el enfoque ambiental, y le han propuesto al gobierno de la Ciudad de México los pagos de derechos por restauración ambiental, la regularización de la tenencia y su incorporación catastral.
En las tierras en las que alguna vez hubo cultivos, pasto, arbustos y árboles, hoy ha cedido el espacio a la construcción desordenada, a montones de cascajo, a calles asfaltas o de plano de terracería, aunque también hay zonas en las que se percibe que sus habitantes son personas con mayores recursos, como es el caso de “El Mirador”, en Santa Catarina Yecahuizotl, donde las calles están bien asfaltadas, con luz y servicios de agua potable.
Además, en “El Mirador” existe, al menos, siete talleres clandestinos, cuyas fachadas son de grandes portones y están muy protegidos. Según sus propietarios fabrican envases de plástico y telas sintéticas.
También el comercio va en auge en los asentamientos irregulares, por lo que proliferan las tiendas, tlapalerías, fondas, sastrerías, cerrajerías, servicios eléctricos y de plomería, farmacias, peluquerías, papelerías, entre otros.
“Ampliación La Conchita”, en Santiago Zapotitlán, es uno de los asentamientos irregulares más desprotegidos, ya que se abastecen de agua por pipas y de energía eléctrica por una anárquica cantidad de cables que cuelgan a baja altura y roban la luz de la colonia La Conchita. Esta zona denominada “Ampliación La Conchita”, creció debido a que los ejidatarios vendieron sus parcelas, lo cual se dio con una dinámica fuerte desde mediados de la década de los 70.
La mayoría de la gente de los asentamientos irregulares son de los estados de Puebla, Oaxaca, Veracruz, Guerrero y Michoacán, así como de las alcaldías Iztapalapa y del propio Tláhuac.
Pese al severo impacto al suelo de conservación de Tláhuac, a esta región no se le ve como una zona estratégica y prioritaria para la ciudad. Los gobiernos de la Ciudad de México en turno han desatendido a la demarcación, y con ello los problemas como la escasez de agua, hundimientos y grietas del subsuelo, invasiones, inseguridad y pérdida de superficie natural siguen galopantes.
Sobra decir que urge una actualización del Diagnóstico Poblacional Territorial de Asentamientos Humanos Irregulares en Suelo de Conservación (lo conveniente sería que cada año se realizara), para identificar los núcleos invadidos y la situación social en la que se encuentran. Y de esta forma hasta las “pequeñas empresas” clandestinas quedarán en orden legal y pagarían sus impuestos.
También es necesario hacer efectiva la Ley para la Retribución por la Protección de los Servicios Ambientales del Suelo de Conservación de la Ciudad de México, en referencia a los asentamientos irregulares para mitigar los daños causados al territorio ocupado.
A Tláhuac le urge un desarrollo urbano y ordenamiento ecológico del territorio, pues de continuar con la pérdida del suelo de conservación, se elevará más el riesgo de la sustentabilidad de la ciudad, ya que disminuiría la producción de recursos naturales y servicios ecosistémicos, lo cual afectará aún más la capacidad de recarga del acuífero y aumentaría la contaminación ambiental y los impactos del cambio climático.
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