Coronavirus SARS2: ¿De dónde vino? ¿Y qué nos depara?
Francisco Gil-White

La siguiente controversia, por favor...

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En varios laboratorios virológicos del mundo realizan investigaciones de ‘aumento de función’ para hacer a los virus más contagiosos y letales contra los seres humanos. Lo hacen con total legalidad…

Foto: ANDINA.
Foto: ANDINA.

Lectura: ( Palabras)

Reproduzco a continuación una entrevista que me hace Irene Parra Prieto para el capítulo mexicano de la World Future Society.

Irene Parra Prieto: Algunos expertos han considerado que la pandemia por COVID-19 es consecuencia directa del mal manejo de material biológico por los científicos en el Instituto de Virología de Wuhan.

1. ¿Usted considera que esta explicación da cuenta de la aparición de este virus?

Te resumo lo que he dicho sobre esto, con mayor detalle, en un artículo publicado esta semana en El Heraldo de México.

En varios laboratorios virológicos del mundo realizan investigaciones de ‘aumento de función’ para hacer a los virus más contagiosos y letales contra los seres humanos. Lo hacen con total legalidad, como trabajo civil, de salud. Pues con estas investigaciones, dicen los gobiernos responsables, podemos adelantarnos a la probable evolución natural de ciertos virus que, algún día, quizá, pudieran causarnos una pandemia. Así, explican, las pandemias futuras no nos cogerán totalmente desprevenidos.

Claro que una pandemia que nos coge totalmente desprevenidos es precisamente lo que podría resultar si algún virus ‘aumentado’ en laboratorio algún día escapara. Por lo cual era siempre obvia la pregunta: ¿no sería que eso mismo nos pasó con el COVID?

Porque no es en absoluto descabellado suponer que un patógeno peligroso pudiera escapar de un laboratorio ‘bioseguro.’ Ha sucedido en múltiples ocasiones en las últimas décadas. Y en los mejores países. Por ejemplo, la fiebre aftosa que diezmó al ganado británico escapó de un laboratorio británico de máxima seguridad. Esto es la cosa más normal.

Y los siguientes tres son hechos:

1) Los primeros casos de COVID se registraron en Wuhan, a escasos kilómetros del Instituto de Virología de Wuhan;

2) En dicho laboratorio hacen ‘aumento de función’ con coronavirus de murciélago;

3) SARS2, causante del COVID-19, es descendiente de un coronavirus de murciélago.

¿Todo esto es coincidencia? Quizá. Pero entonces es una coincidencia asombrosa. Extraordinaria. Y la primera hipótesis sobre cualquier cosa jamás debe ser que se trata de una coincidencia asombrosa y extraordinaria. Porque si ése es nuestro default entonces nunca vamos a explicar nada.

Lo anterior debiera ser obvio, pero eso no intimidó a los grandes medios de Occidente, que apodaron lab leak hypothesis a la propuesta de un posible escape viral. Los grandes medios ningunearon y ridiculizaron esta hipótesis. Lo mismo hicieron voceros y funcionarios gubernamentales. Y también un grupo grande de expertos en virología y enfermedades infecciosas.

Estos últimos publicaron dos manifiestos muy famosos en las revistas científicas y médicas más prestigiadas del mundo. En dichos manifiestos, acusaban que los partidarios del lab leak eran ‘racistas’ y ‘teóricos de conspiración’: malas personas y, simultáneamente, locos paranoicos. El origen del virus, dijeron, ‘tenía’ que ser natural. Esto los convirtió en las autoridades a citar siempre que algún medio quisiera ridiculizar el lab leak.

Se dijo tantas veces, pero tantas, que muchas personas debieron sentirse forzadas de repetir a coro: “¡Pero claro! ¡Qué disparate sugerir que el SARS2 pudiera escapar del laboratorio de Wuhan!” Y en el ajo de ese apoyo los medios se permitieron continuar ninguneando y ridiculizando el lab-leak hypothesis, como si aquello pudiera tener el menor sentido en cualquier lugar que no fuera un manicomio.

El aplomo contundente, la repetición, y la autoridad institucional, como bien señaló alguna vez Joseph Goebbels, tienen su encanto. Pero basta, a veces, que un niño señale al emperador, que camina encuerado, y lo diga—“¡Está encuerado!”—para romper el encanto y permitir al resto confesar (no sin cierto alivio) que han estado simulando, y que su comportamiento colectivo es un absurdo perfecto.

El ‘niño’ de esta historia es Nicholas Wade. En mayo de 2021, Wade, un importante divulgador de ciencia, publicó un artículo en el Bulletin of the Atomic Scientists donde dejó contundentemente claro que a favor del lab leak hay un tsunami de evidencia y a favor de un origen natural nada.

Nicholas Wade
Nicholas Wade (Foto: maxresdefault).

Efecto súbito: a la postre de Wade ya nadie osó ridiculizar el lab leak. Pues era simplemente innegable, ahora, que ridiculizar el lab leak sería delatarse como un perfecto idiota. De tajo, considerar la hipótesis obvia, como por arte de magia, se había vuelto políticamente correcto. Inclusive en los grandes medios. Inclusive en el New York Times.

Y un nuevo asombro: algunos de los científicos que habían firmado los mentados manifiestos—según cuales los partidarios del lab leak eran racistas paranoicos—ahora voltearon 180 grados y pidieron se investigara al laboratorio de Wuhan.

Bueno, pero ¿cómo explicar el enorme empuje inicial y duradero de las instituciones occidentales por callar la hipótesis del lab leak?

Ello se hacía, eso está muy claro, para proteger el prestigio del gobierno chino. Pero ¿por qué? ¿No se suponía que el gobierno totalitario del Partido Comunista Chino—ése que asesinó a decenas de millones de chinos en el siglo 20—podía considerarse ya el nuevo gran rival de Occidente, y en especial de Estados Unidos? ¿No nos estaban diciendo que había iniciado ya una nueva Guerra Fría? Entonces ¿por qué tanta pasión occidental por defender al gobierno chino?

Pues resulta, como he explicado en mi artículo, que algunos de esos científicos que ningunearon y ridiculizaron la hipótesis del lab leak se han venido involucrado con investigaciones de ‘aumento de función,’ ésas que ahora están siendo duramente cuestionadas (ahora que parece que bien pudieron haber causado esta pandemia).

Y resulta, también, que los responsables de becar dichas investigaciones en el gobierno estadounidense habían estado enviando colaboración científica, y también financiamiento, nada menos que al Instituto de Virología de Wuhan.

Y también resulta, más específicamente, que gobierno y científicos estadounidenses habían estado apoyando a la ‘batichica’ Zhengli-Li Shi, responsable, en el Instituto de Virología de Wuhan, de aumentar virus de murciélago—no otra cosa—.

Zhengli-Li Shi
Zhengli-Li Shi (Foto: Milenio).

Zhengli-Li Shi es quien termina siempre señalada, en cualquier versión de la hipótesis del lab leak, como la principal sospechosa.

Es obligada la pregunta: ¿Pudiera haber una relación entre la complicidad estadounidense con las investigaciones de Zhengli-Li Shi, por un lado, y, por el otro, la pasión de autoridades y grandes medios estadounidenses en simular que el origen del SARS2 ‘tenía’ que ser natural?

De admitir que sí—que bien pudiera haber una relación entre esas dos cosas—, y tomándonos en serio dicha posibilidad, estaríamos hablando de un esfuerzo muy grande y un tanto histérico por desviar nuestra mirada. ¿Qué se nos oculta?

¿Qué debemos inferir del fracaso total, hasta la fecha, para extraer beneficio alguno en control y prevención de pandemias de todas esas investigaciones de ‘aumento de función’?

¿Y qué debemos inferir del éxito rotundo que han tenido las mismas investigaciones—de ‘aumento de función’—en producirnos una pandemia?

¿Acaso sería descabellado, en este contexto, sugerir que el ‘aumento de función’ se ha venido haciendo, en realidad, como parte de un programa de investigaciones para guerra biológica?

No, descabellado no. Quizá digamos al final que esta hipótesis no atina (cualquier hipótesis puede resultar equivocada), pero es la hipótesis obvia.

¿Pero qué dice la evidencia, más directamente, sobre la cuestión de guerra biológica? Presentaré un análisis de esa evidencia, a consideración del público, en mi siguiente artículo.


2.
En su opinión ¿qué medidas deben tomar los estados para evitar una pandemia en el futuro?

Eso está muy fácil. Los Estados deben inmediatamente y permanentemente desistirse de cualquier investigación de ‘aumento de función.’


3. Una de las soluciones por parte del sector salud para detener la propagación del virus y reducir la tasa de mortalidad ha sido la creación de diversas vacunas. No obstante, muchos individuos han optado por no vacunarse. ¿Qué hay detrás de la animadversión de ciertos grupos para vacunarse? y ¿qué significado tiene esta oposición para el futuro de los programas de vacunación?

Es interesante cómo has formulado tu pregunta. Porque su estructura refleja la forma como los creadores de significados han definido los términos del debate, pues aquí hay una manipulación que destruye la gramática política de lo que ha sido nuestro Occidente, liberal y garantista, y eso atenta contra las libertades y derechos fundamentales de los occidentales.

Fíjate: me preguntas qué razones pudieran tener quienes no quieren vacunarse. Esto implica que las razones son importantes. Pues si no fueran importantes, ningún esfuerzo haríamos por entenderlas.

Pero no voy a contestar, porque yo opino que esas razones no importan.

Se estableció en el Código de Nuremberg, después de la Segunda Guerra Mundial, que el Estado no tiene el derecho de medicar a un ciudadano contra su voluntad.

¿Por qué? Porque cuando el Estado tiene este poder, suceden horrores como los cometidos por el Dr. Josef Mengele durante Shoá (‘el Holocausto’), o los cometidos por el General Dr. Shiro Ishii en Japón. Ellos experimentaron con seres humanos que no podían rehusar su consentimiento, y jugaron con sus vidas como si las personas pudieran ser tratadas como cosas.

Josef Mengele
Josef Mengele (Foto: Swissinfo).

Algunos dicen que, si los gobiernos democráticos de Occidente obligan a millones de personas a inyectarse vacunas experimentales que fueron desarrolladas con protocolos de emergencia, entonces estos gobiernos habrán descendido al mismo nivel, a la misma cloaca moral, de Mengele e Ishii.

Quienes hablan así, digo yo, se equivocan.

Los gobiernos democráticos de Occidente habrán descendido a la misma cloaca moral de Mengele e Ishii si osan obligar a un ciudadano—el que sea—a inyectarse una vacuna, la que sea, háyase desarrollado con muchos años de investigación y esté probada con una infinidad de controles. Porque el Estado no tiene el derecho de medicar a nadie por la fuerza.

Shirō Ishii
Shirō Ishii (Foto: The Conversation).

Nadie necesita dar una razón para rehusar una intervención médica del Estado porque esto es un derecho humano.

Se atenta contra este derecho cuando pretendemos que ejercerlo precisa de una ‘buena’ razón. No necesitamos razones para rehusar una inyección, como tampoco necesitamos razones, a la hora de vestir, para rehusar un calcetín negro, o blanco, o amarillo.

El significado de nuestra oposición a los programas de vacunación es el siguiente. Nosotros respetamos el derecho de quienes desean la vacuna de inyectarse, porque honramos el derecho soberano que tienen sobre sus cuerpos. Pero les recordamos que, ese derecho que ellos tienen de inyectarse, también es el derecho que tenemos nosotros de no inyectarnos. Es el mismo derecho: el derecho de tomar decisiones soberanas sobre nuestros propios cuerpos.

Porque no somos esclavos. Somos ciudadanos libres de Occidente.

Y los ciudadanos libres toman decisiones soberanas sobre sus propios cuerpos, como establece el Código de Nuremberg, y como establece, también, el razonamiento ético más elemental y patente.

Juicios de Nuremberg
Juicios de Nuremberg (Foto: El País).


4. Muchos países han adoptado políticas públicas para disminuir los efectos de la pandemia por COVID-19 que pueden ser consideradas autoritarias o restrictivas de derechos. En su opinión, ¿las políticas implementadas por los Estados para la mitigación del COVID-19 han sido efectivas? y ¿qué implicaciones a largo plazo podrían tener las medidas tomadas por los gobiernos para la contención del virus COVID-19 en la democracia?

Aquí tenemos una estructura parecida.

Fíjate: me estás pidiendo evaluar, en el mismo aliento, dos cosas. La primera es la efectividad de las medidas draconianas que han impuesto los Estados en esta pandemia. La segunda es la legitimidad de esas medidas. Considerar estas dos cosas juntas pudiera sugerirle a la mente que es legítimo suspender ciertos derechos si acaso eso resultase efectivo en controlar la pandemia.

O, visto de otra forma, el empalme pudiera sugerirnos que cabe denunciar el presente atropello contra nuestros derechos sobre la base de la inefectividad de las medidas tomadas para combatir la pandemia.

Plantear las cosas así, y participar en alguna respuesta, sería legitimar argumentos para retirarnos nuestros derechos.

Porque si decimos que nuestros derechos pueden ser abolidos por el gobierno en una emergencia, en realidad estamos aceptando que el gobierno extinga nuestros derechos tan solo gritando ‘¡Emergencia!’. O sea que, en otras palabras, estamos diciendo que ya no tenemos esos derechos.

Pero quizá sea más elocuente decirte esto.

Los gobiernos de Occidente han estado gastando muchos millones de dólares de sus contribuyentes para hacer a los coronavirus de murciélago más contagiosos y letales contra dichos contribuyentes. Es probable que estas actividades nos hayan causado la presente pandemia. Cuando, en la misma pandemia, los mismos gobiernos de Occidente gritan ¡Emergencia!, blandiendo el grito como argumento para retirarte tus derechos, tú ¿de veras estás muy segura de confiar que lo hacen para protegerte?


Francisco Gil-White, antropólogo político, es el investigador más citado del ITAM (Instituto Tecnológico Autónomo de México). Ha escrito para VOCES otros artículos sobre la pandemia de coronavirus: Coronavirus: ¿Y la pandemia social?, COVID-19 y la controversia sobre el dióxido de cloro, La Gran Pelea del Covid: burócratas de salud vs. doctores


 

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Ex Alumno

Entonces, los ciudadanos trabajan y pagan impuestos. El Estado usa impuestos para crear viruses en laboratorio. Los laboratorios liberan los virus y crean pandemias. Las farmacéuticas crean vacunas para dichos virus. Instituciones Mundiales de Salud, Estado y La Big Media le hacen creer al ciudadano que la solución es la vacuna. El Estado compra las vacunas a las farmas.
El ciudadano, a voluntad, se vacuna para protegerse del virus que él mismo financió con la vacuna que él mismo patrocinó.

¿Qué es la consciencia?

Mientras el ciudadano -en realidad, el humano- siga sin saber qué es, de dónde viene y a dónde va, el Estado, la Big Media y las grandes corporaciones seguirán dirigiendo el curso del ser más inteligente (en potencia) del planeta.

Gracias Francisco por hacernos cuestionar.

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