La vida está llena de “cosas inútiles” para la supervivencia en términos estrictos, pero fundamentales para una existencia plena y con sentido. Desde la música, a la buena mesa, pasando por una cama cómoda o la posibilidad de elegir una carrera profesional, la inmensa mayoría de nuestros deseos y anhelos no tienen directa relación con nuestro instinto de conservación, sino con la búsqueda de sentido vital y necesidad de goce psíquico y fisiológico.
El humor, por ejemplo. Hay pocas cosas más reparadoras y energizantes que la alegría y la posibilidad de reírse de todo y de uno mismo, pase lo que pase. El ingenio, la ironía y el chiste nos acercan, generarando complicidad entre amigos y desconocodos, ayudándonos a todos a aliviar la carga existencial y formal del estar vivos.
Asociado tan injustamente con la superficialidad, el humor camina de la mano con el optimismo, permitiéndonos encontrar respuestas creativas e inteligentes para afrontar lo que muchas veces nos parece insoportable.
Dejémoslo claro, el optimismo es la decisión de plantearse superar un desafío y creer que se va a lograr y, en un peldaño superior, el optimismo realista consiste en dimensionar ese objetivo, crear un plan de acción y planificar estrategias para alcanzarlo y, sobre todo, perseverar, perseverar, perseverar.

Una actitud optimista y alegre se traduce en mayor bienestar físico y psicológico; nos impulsa a ser determinados y actuar en consecuencia. La esperanza realista, la aceptación de un escenario o situación adversa e indeseable, nos hace, necesariamente, ser innovadores y flexibles. La valentía que nos insuflan el optimismo y el humor que debe acompañarla, nos invita a hacernos dos preguntas fundamentales cada vez que estamos en una disyuntiva mayor: ¿qué es lo peor que puede pasar? y ¿qué es lo mejor que puede pasar?
Aunque rara vez las respuestas son sencillas, en verdad predecibles y mucho menos seguras, el ser capaz de visualizar un hecho y su circunstancia con amplitud de criterio y generosidad de análisis siempre será una mejor posición vital que la cerrazón del pesimismo o la resignación. Ya lo decía Forrest Gump en una escena memorable de su película homónima: “La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar.” Y si eso es cierto, bien vale la pena acompañarla de pasión y humor.