En el British Museum, el curador e historiador Peter Higgs, robó durante años piezas antiquísimas, destruyó otras para quitarles las piedras preciosas y las vendía en EBay y con sus propios clientes, se sospecha que esto sucedió durante años y son miles de obras de arte, joyería, utensilios los que están desaparecidos. El caso es que el director del museo tuvo que renunciar.
En lo que realizan la investigación y definen con certeza qué es lo que hace falta, en un museo que tiene decenas de miles de piezas, hay muchas preguntas. Quiere decir que esa persona entraba en los almacenes y no había controles, ni cámaras de seguridad, ni vigilantes las bodegas. Al salir no había detectores y nadie lo revisaba. Nunca se hacían inventarios para ver si todo estaba en orden. Se dieron cuenta por accidente, porque alguien del museo vio en venta una de las piezas que ya conocía. Sospecho que lo delataron.
Si eso pasa en un país de primer mundo como Gran Bretaña, ya nos podemos imaginar cómo está el estatus en América Latina. Simplemente, aquí no hay un inventario de las piezas de arte sacro que existen en las iglesias y museos. Son muy comunes los robos cometidos por ladrones y la venta de obras por los religiosos. Se ha denunciado el saqueo y destrucción de acervo arqueológico con la construcción del tren maya. En EBay aparecen desde vírgenes del Novohispano peruanas y guatemaltecas, hasta piezas prehispánicas.
Es evidente que este curador tenía cómplices dentro del museo, que ya había establecido una red de venta, y que es muy posible que no sea el único que haga eso. El desempeño de los museos oscila entre la ignorancia y la negligencia. ¿Cómo no va a ser una tentación robar un museo si el descuido es ominoso? En la mayoría de los más famosos asaltos a museos, como el robo de El Grito, de Münch en el Museo Nacional de Oslo, no sonaron las alarmas y eso es una constante.
El robo al museo de Antropología de la Ciudad de México en diciembre de 1985, no detuvieron a empleados del INAH, y es lógico que el par de ladrones tenían infiltrados. Entraron hasta el sótano por una puerta, así nada más, se metieron por los ductos de aire acondicionado y estuvieron más de 3 horas saqueando, rompiendo vitrinas, guardando su botín, porque los guardias “estaban celebrando la Navidad”.
Por lo tanto, los ladrones sabían que no iban a estar los guardias, ¿cómo, por telepatía? ¿Apareció en su horóscopo? No sonaron alarmas, se fueron tan tranquilos por donde entraron. La policía atrapó a uno de ellos por casualidad, porque lo delató un narco para negociar su condena. Muchas de las piezas robadas nunca aparecieron. La narración oficial de los hechos que aparece en la página de internet del INAH, oculta que ese asalto fue producto de una asociación entre los ladrones y algunos de sus empleados. Los controles no son suficientes cuando la corrupción es parte de la organización de los museos.
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.