Los mexicanos estamos tan familiarizados con los cactos, que nos resulta sorpresivo el hecho de que esta familia de plantas, crece exclusivamente en el continente americano.
Estas plantas, son un prodigio de la naturaleza, porque cuentan con adaptaciones gracias a las cuales, se desarrollan en sitios sumamente secos.
Sus gruesos tallos, deben su volumen, al tejido que los conforma, el cual les permite almacenar agua y sales minerales.
Sus hojas generalmente están transformadas en espinas o son sumamente pequeñas, de esta manera, la planta pierde menos agua a través de la transpiración.
Las raíces de las cactáceas son superficiales, de modo que pueden captar agua rápidamente durante las efímeras lluvias de las zonas desérticas.
En todo el continente, existen alrededor de 1400 especies de cactáceas, de las cuales 669 son mexicanas y 518 endémicas de nuestro país.
México es el país que cuenta con mayor diversidad de cactáceas.
Este tesoro botánico, ha sido estudiado durante muchos años. La pionera fue la Doctora Helia Bravo Hollis, quien dedicó su vida a recabar información acerca de las cactáceas, con miras a resguardar este patrimonio de los mexicanos.
El jardín botánico de Tehuacán-Cuicatlán, muy merecidamente, lleva su nombre.
El 60% de las cactáceas mexicanas se pueden ver en los desiertos de Chihuahua y Sonora, también en los valles de Hidalgo, Querétaro y por supuesto en el Valle de Tehuacán-Cuicatlán, ubicado entre los estados de Puebla y Oaxaca.

A pesar de que son plantas perfectamente adaptadas a vivir en zonas desérticas o semidesérticas, la expansión de las zonas tanto urbanas como agrícolas y ganaderas, ha modificado y disminuido la superficie de su hábitat, de manera que algunas poblaciones naturales de cactáceas se han reducido dramáticamente en los últimos años.
Desafortunadamente, a diferencia de otros tipos de plantas, las cactáceas, cuentan con una capacidad sumamente limitada para recuperar su población, además su crecimiento es sumamente lento.
Existen tres tipos distintos de estas plantas; uno de ellos incluye a las biznagas.
Estos son cactos esféricos o en forma de barril.
De exótica y robusta belleza, resultan llamativos y a la vez amenazantes, sus tallos acanalados exhiben agudas espinas enfiladas cuya incuestionable resistencia invita a no acercarse.
Algunas de estas plantas pueden llegar a medir dos metros de alto y 80 cm de diámetro; florean durante todo el año, pero especialmente de julio a septiembre.
No cabe duda de que las biznagas son plantas sumamente llamativas.
Durante la época de sequía es impresionante comprobar su pérdida de agua, porque los tallos se encojen adoptando forma de acordeón.
La biznaga dulce, juega un papel primordial en el imaginario cultural de los mexicanos.
Su tallo se emplea como forraje, pero además, la especie forma parte del repertorio culinario de nuestro país; ya que se utiliza para la elaboración del acitrón.

Quienes tuvimos la suerte de comerlo de niños, infaliblemente lo echamos de menos. pero además nos hace mucha falta al degustar los suculentos chiles en nogada, que solamente se consumen en agosto y septiembre, las deliciosas roscas de reyes que los mexicanos disfrutamos acompañadas de chocolate caliente, en enero y los tamales “de dulce” que se comen durante todo el año.
El acitrón se echa de menos en esos platillos y en muchos otros, no saben igual.
Después de varios años consecutivos de valoración, los especialistas llegaron a la conclusión de que es imperativo proteger la especie, y, por ende, prohibir la elaboración de acitrón. La población de biznaga dulce se había reducido dramáticamente.
Hoy, esta especie, endémica de México, está sujeta a protección especial.
Con el fin de salvaguardar a la especie, se deben establecer áreas protegidas del pastoreo y evitar la recolección de plantas y semillas.
Es de suma relevancia conservar las características naturales del suelo en el que crecen las biznagas.
También contribuye a la solución del problema, la creación de invernaderos, en los que se generarán las condiciones idóneas para el cultivo de la biznaga dulce, una vez transcurrida su etapa juvenil, las cactáceas, serán trasplantadas a las áreas naturales protegidas.
Todo lo anterior requiere de la asignación de presupuesto; lo cual parece producir alergia en la actual administración; empecinada sin embargo, en invertir exclusivamente en proyectos de rentabilidad dudosa, al tiempo que ahorra en la conservación del patrimonio natural de los mexicanos.
La biznaga es una cactácea emblemática de nuestro país, es imprescindible asegurar su sobrevivencia.
Wow!!!!
Heroes de la unam!
q fácil está destruir y cuánto toma reconstruir!
felicidades biólogos e investigadores
Gracias por este artículo