Definitivamente el COVID-19 nos ha dado muchas lecciones para aprender, y una que me parece importantísima, que nos debe hacer reflexionar profundamente, es el tema de la vacunación.
Aunque, en estricto sentido, las vacunas se pagan del dinero de los contribuyentes y en teoría debieran ser vacunados preferentemente los que han aportado con sus impuestos, la realidad es que no debe distinguirse a quien sí se vacuna y a quien no lo haga; hasta por misma humanidad, simplemente no podemos discriminar para la vacunación a los formales de los informales, inclusive porque si lo hiciéramos, no habría manera de terminar con esta pandemia.
Si esto lo extrapolamos con todos los demás padecimientos a los que estamos expuestos los mexicanos, me parece que cada vez será más difícil e injusto decirle a la gente que necesite atención médica: “a ti sí te atiendo porque eres formal y a ti no porque eres informal”; o a los informales darles atención de menos calidad, la misma Constitución nos mandata que todos los mexicanos tenemos derecho a la salud, por lo tanto, creo que hacia ese objetivo debiéramos encaminar nuestros esfuerzos.
Por otro lado, me parece muy injusto que solamente una parte de la población sea la que contribuya al pago de la salud de todos, por eso hay entender que cada vez será más complicado y menos eficiente seguir haciendo las cosas en términos de salud pública como hasta ahora se ha hecho.
Al analizar esto, la realidad es que porcentualmente el peso de la medicina privada es bajo, la gran mayoría de la población se atiende desde que nace hasta que muere en el IMSS, el IMSS bienestar, en el ISSTE, en los hospitales que tienen algunas paraestatales como Pemex y CFE, o en su defecto en el INSABI, antes Seguro Popular, y lamentablemente para bien o para mal, debe conformarse con el trato que recibe.
La realidad es que fuera del IMSS, que se financia en un 87% de las cuotas obrero-patronales, todo lo demás se paga de las arcas públicas, y se financia básicamente de impuestos directos e indirectos, y es por esto que hay unos que contribuyen de manera muy injusta mucho más que otros.
Si aceptamos que los negocios formales están contribuyendo para la salud de los mexicanos a través de las cuotas obrero-patronales y también de los diferentes impuestos que pagan, realmente es una doble tributación que los pone en desventaja con los informales que no contribuyen y les resta competitividad tanto en el mercado interno como en el internacional. Por supuesto, esto es un freno a la generación de empleo formal.
Todos sabemos que cuando no hay destino, difícilmente podemos tener viento a favor. Yo creo que, a la larga, lo que debiéramos de anhelar es un México donde todos tengan acceso a un sistema de salud de calidad, y todos contribuyan a la financiación de ésta de manera equitativa.
Ya es momento de replantear los esquemas que tenemos, idealmente lo más sano es que la salud de los mexicanos se pague al través de impuestos generales, entiendo la complejidad de esto, pero me parece que hoy es tiempo oportuno de empezar discutirlo y escuchar planteamientos.
Desde luego quedaría pendiente el tema de las pensiones, sin embargo, aceptemos que de la misma forma estamos conviviendo con las pensiones para los adultos mayores y la realidad es que en pocos años esto no será sostenible.
Cada vez será más complicado decirle a la población “a ti sí te vacuno de COVID-19” –o de cualquier vacuna, incluyendo la de los niños como pudiera ser la del sarampión– y “a ti no” porque eres informal; de la misma manera que en el caso de cualquier otra enfermedad, discriminar a la gente en su atención será, además de injusto, inhumano.
Se dice que “no hay mal que por bien no venga”, aprovechemos las lecciones de esta terrible pandemia para evolucionar a un sistema de salud mucho más sostenible e inteligente.
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