En días recientes acompañé a mi esposa para que renovara su documento nacional de identidad, conocido popularmente como DNI. Se trata de un papel indispensable de la sociedad española. Con él se abren cuentas bancarias, se hacen compras online y si no lo llevas contigo y la autoridad te lo requiere y no tienes ninguna otra identificación oficial (pasaporte, permiso de conducir), entonces tendrás que acompañar a los amables oficiales al cuartito oscuro para dar explicaciones. No es obligatorio cargarlo encima en la vía pública, pero conviene.
Lo primero que llama la atención es que este documento sólo se puede renovar en comisarías de la policía. Para realizar tal operación hay que pedir una cita previa por internet o por teléfono. Antiguamente, era un proceso que duraba semanas y, para que el ciudadano no anduviese por la calle indocumentado se le daba un resguardo que tenía validez ante las autoridades. Hoy en día, el documento se entrega el mismo día. ¿En qué consiste el DNI? Se trata de una mica de plástico rectangular que contiene entre otros la foto del ciudadano, sus datos personales (fecha de nacimiento, lugar de nacimiento, padres del titular y fecha de caducidad. En otros tiempos, cuando la identificación era un cartón, había un apartado con la huella dactilar del dueño. Hoy en día, las huellas dactilares se almacenan de forma virtual. De hecho, a diferencia de lo que ocurre en otras naciones, la policía posee en sus bases de datos, las huellas dactilares de toda la población mayor de 14 años (antes de esa edad no es obligatorio tenerlo). Supongo que esto facilita la resolución de los crímenes, pero al mismo tiempo se trata al ciudadano como a un vulgar criminal. Por si fuera poco, el Estado se lleva en esta humillante operación 12€. O sea, se le obliga al ciudadano a comprar algo lo quiera o no y, en vez de proveerlo gratuitamente, obliga al susodicho a desembolsar dinero.
En el Reino Unido, se aplicó durante la Segunda Guerra Mundial, pero a los británicos nunca les gustó esa imposición del Estado y perdían fácilmente el documento en borracheras. Al final de la contienda, se erradicó el documento.
¿Para qué fue creado este documento? Para controlar mejor a la población. No es de extrañar que fuera el gobierno colaboracionista de Vichy el primero en implantar esa medida. Un año después, aquí en España, el dictador Francisco Franco copió la idea. Pero a diferencia del caso francés que imponía su uso a todos los ciudadanos, la implantación se hizo por etapas empezando por los presos, siguiendo por los agentes comerciales que viajaban dentro y fuera del país y así hasta llegar a las amas de casa que fueron las últimas en obtenerlo, dado que en la sociedad machista de la época se buscaba que las mujeres solo fueran madres y esposas. Sin ese papel, ni siquiera se puede pedir una habitación de hotel o un billete de autobús de larga distancia. En China, han ido un paso más allá con la creación del crédito social. En la ciudad de Rong Xian han establecido un sistema piloto de calificación social mediante el cual los ciudadanos reciben una nota similar a la que reciben los países en cuanto a su credibilidad (AAA+, BBB-, etc..). Esa calificación individual marca el destino del individuo. Un chino que no se manifiesta contra el Gobierno, ni retuitea post críticos y solo trabaja, es considerado un ciudadano AAA y, por ende, puede afiliarse al PCCH, viajar al exterior y pedir préstamos al banco. Una persona crítica con el régimen autoritario será inmediatamente devaluada como individuo con una nota negativa. Eso no solo conlleva la pérdida de potenciales beneficios, sino que lo convierte en un auténtico paria de la sociedad. Si una persona recibe una llamada de un ciudadano CCC, antes de contestar el teléfono el receptor recibirá un mensaje especificando que la llamada entrante pertenece a un sucio miembro de la sociedad. El aviso es claro: “Tú verás si te quieres arriesgar y contestarle.” Orwell en estado puro. Recuerdo ver al creador de esta perversión totalitaria decir que con su sistema, al que se suman cámaras de reconocimiento facial y control permanente de los datos de la sociedad, no habrían surgido los gilets jaunes (chalecos amarillos) en Francia.
En las democracias occidentales, aún no se ha llegado a tal nivel de control de la sociedad, pero documentos como el DNI tienen ese fin. Recuerdo con añoranza los años de mi juventud en que podía atravesar México a lo largo y ancho sin presentar un solo papel. Incluso llegué a pasar por retenes militares y de inmigración en Guerrero y Chiapas sin que nadie me pidiera un solo documento identificativo. Y lo mismo ocurría en los hoteles. Uno se podía registrar bajo cualquier nombre sin tener que probar la identidad. Es cierto, que no existía la inseguridad actual, pero tampoco podemos decir que el país fuese un remanso de paz. Aquellos eran los buenos tiempos. Me temo que so pretexto de la seguridad, cada vez más se recortarán más nuestros derechos en todo el planeta.