El tesoro familiar
Juan Patricio Lombera

El viento del Este

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Por fin he logrado reunir el tesoro familiar que mi antepasado Ali Ben Ziyad al-Quti se llevara de Toledo en 1468. En aquella ocasión, la tradicional permutabilidad…

Tombuctú (fotografía: adviento.org).
Tombuctú (fotografía: adviento.org).

Lectura: ( Palabras)

A mi amiga Inma que me dio a conocer esta bella historia.

Por fin he logrado reunir el tesoro familiar que mi antepasado Ali Ben Ziyad al-Quti se llevara de Toledo en 1468. En aquella ocasión, la tradicional permutabilidad de nuestra familia no nos valió para evitar la expulsión de España, debido al fanatismo de Isabel la Católica. Desciendo de una familia de reyes godos que se convirtió al islam tras la invasión de los musulmanes a España. No habríamos tenido ningún problema en volvernos a convertir al cristianismo tras la reconquista, pero para los nuevos gobernantes estos cambios de pieles ya no valían. En Francia, en cambio, esas reconversiones dogmáticas le valieron la corona a Enrique de Navarra

 A lomos de mulas y camellos y a través de caminos plagados de bandoleros, mi antepasado logró llegar a África y de ahí descender hasta Tombuctú. En la actualidad, acostumbrados a trazar una línea recta entre los dos puntos que queremos recorrer, su itinerario nos parecería de lo más estrafalario. Primero fue a La Meca y luego orientó sus pasos hacia el río Níger, pasando por el temible y desolado Tanezrouft y desembarcando en lo que hoy conocemos como Walata, desde donde recorrió el último tramo. No conforme con impedir que le robaran, mi antepasado consiguió acrecentar el patrimonio en las distintas paradas que conllevaba tan larga jornada, gracias a sus artes como comerciante. 

desierto Tanezrouft
Desierto de Tanezrouft (fotografía: Flickr).

Mucha gente me ha preguntado: ¿por qué Tombuctú?, ¿por qué atravesar el abrasador Sahara para establecerse en esa remota ciudad, en aquel entonces llamada Gumbu? La respuesta es muy sencilla. En aquella época, Tombuctú era La Meca de los comerciantes africanos. Ahí se reunían los que venían tanto del Norte como del Sur y, por ende, era una ciudad próspera y segura. Más aún era el punto de conexión entre productos africanos y europeos. Además, ya mucho tiempo atrás Heródoto se había encargado de darle fama universal de opulencia a la ciudad al decir que todo se pagaba en montañas de oro. En cualquier caso, mi antepasado medró con el comercio y acabó casándose con la hija del rey Alí “El Grande”, haciendo así valer nuestros antiguos derechos regios. Su nueva posición le permitió aumentar el tesoro familiar y legárselo a su hijo que llegaría a ser con el tiempo una prominente figura en esa sociedad, tanto como médico como ministro, así como gobernador. Él fue el que nos encargó a sus descendientes que velásemos por mantener junto el tesoro familiar y ampliarlo. Desafortunadamente, nada es para siempre y el advenimiento de Almanzor de Marruecos obligó a mi familia a exiliarse en Kirshamba. Ahí tuvieron que aprender a arar y cultivar la tierra; ellos que habían nacido para gobernar pueblos enteros. Pero fue ahí también, donde encontraron la solución para evitar que el tesoro cayera en manos de los ambiciosos o fanáticos, en cuyo caso se habría perdido para siempre.

Como las distintas ramas de la familia se habían esparcido a lo largo del río Níger, la solución fue repartir el tesoro entre todos hasta que la situación se calmase. Curiosamente, nunca ha faltado, en las siguientes generaciones, alguien que se ocupara de esa labor de reunir nuestra riqueza. Así ocurrió en el siglo XVII, cuando Mahmud Kati II lo buscó y llevó a Thié con su esposa, la nieta del famoso arquitecto Es Saheli. Su hijo Ibrahim se vio avocado a volver a dividir la fortuna familiar para que un nieto suyo, Muhamad Abana, se empeñara en volver a recuperar todas las piezas posibles. Para ello viajó por toda la curva del Níger visitando remotos familiares. Sin quererlo, él generó un tesoro de otra magnitud al dejar inserto en las piezas recuperadas, los precios y las formas de pago. Estas anotaciones, hoy en día, son todo un tesoro para los estudiosos de la época. Esto ocurrió a finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Lo malo de esta región es su inestabilidad. Primero el fanatismo de Sheik Ahmadou y luego los imperialistas franceses obligaron a mis antepasados a dividir en lotes la biblioteca familiar. No todos los libros se han conseguido salvar del fanatismo y la ambición, pero sí una gran parte de ellos. Hasta 7,000. El tiempo pasó y la gente empezó a hablar de la biblioteca familiar como una leyenda; pero no para mí, Ismael Diadié Haidara. Mi familia ha sido la portadora de la luz frente al fanatismo y el odio a lo largo de estos cinco siglos. Hemos salvado a la cultura del fanatismo cristiano e islámico, así como de los caprichos de aventureros. Desde muy temprana edad, he recorrido este país a fin de recuperar cuantos ejemplares pudiera. Después, todo mi afán consistió en proveerles de un lugar digno. No obstante, nuestra fortuna pecuniaria regia se ha desvanecido por lo que tuve que recurrir a aquellos que nos echaron de nuestra tierra original; los españoles. Gracias a ellos, la fortuna de mi antepasado a la que se unirá toda clase de documentos familiares, tendrá un lugar digno de estudio en Tombuctú. He cumplido con mi misión histórica. Ahora sólo tengo que velar por su seguridad.    


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