El copal purifica, los espíritus hablan. El 13 de agosto de 1521 el mítico y poderoso Imperio Azteca, cayó después de soportar el sitio de tres meses, impuesto por las tropas de Hernán Cortés y sus aliados indígenas. La narración de esta epopeya podría haber sido escrita por Homero de forma invertida a su gran obra, La Odisea fue el trayecto desde España hasta nuestras costas; y la Ilíada fue la guerra, las negociaciones y las predicciones cumplidas, los mitos encarnados en una nueva civilización.
La obra de teatro 1521: La caída, escita y dirigida por David Olguín, es un tzompantli de monólogos, narran distintas versiones de la epopeya. Los locos y los vagabundos hablan solos, repiten para sí mismos sus obsesiones, para no olvidarlas, es la voz de la soledad. Los actores son locos que repiten su monólogo a un espectador dispuesto a creer. Cada noche regresan siglos atrás y traen, desde la invención y la memoria, el Génesis de nuestra cultura.
El texto es erudito y poético, catártico, expulsa nuestros demonios de lo que creemos que fuimos y nos orienta en lo que somos. Son 22 monólogos divididos en cuatro partes o funciones, cada uno es un personaje distinto. Los personajes son reales o ficticios, muchas de sus historias son creación pura porque no hay testimonio de sus palabras, es la gran liberad del arte, la recreación a partir de la historia o las leyendas, construir una versión que sea verosímil o coherente.
El día que asistí abrió la escena un guacamayo, Mauricio Pimentel (Toznene Tutunaku), es la versión de un pájaro, que abre sus alas y canta. Siguió Emmanuel Pavía (Benito el panderetero), Elizabeth Pedroza (Xareni la perra); Sergio Zurita (Fray Bartolomé de Olmedo) representa a la fe y es el único personaje que cuestiona y duda. Kira Rodríguez (Malinalli Tenépatl), David Hevia (Bernal Díaz del Castillo). La austeridad de la escenografía, la iluminación crea un limbo sagrado donde se convoca al tiempo. Las magníficas actuaciones dimensionan este sangriento encuentro. Las dos culturas tenían entre sí muchas similitudes y eso provocó que surgiera la nueva civilización.
Es inimaginable la impresión de las tribus indígenas al ver esas ballenas de madera que parían cañones, caballos nunca antes vistos, hombres con pelo en la cara, apestando a meses de travesía y mala comida, cubiertos de metal, hablando otra lengua, protegidos con cruces. Sacerdotes indígenas consultado al humo y el espejo de obsidiana. La fe no estaba consumada.
Los conquistadores se enfrentan a otra concepción del cuerpo, ven gente semidesnuda, con elegancia y excentricidad, usan plumas y ropajes bordados, sus dioses son despiadados como guerreros, piden corazones, desuellan a las víctimas. La puesta en escena es el misterio de la verdad y la ficción, en voces de actuaciones espléndidas. Estamos aquí, no hay víctimas o culpables, lo dioses decidieron este camino.
Queridos lectores recuerden que el jueves 2 de marzo a las 7 pm presento mi libro El Fraude del Arte Contemporáneo en la FIL de Minería, los espero.
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