Finalmente, después que el Senado de la República se negara a legislar sobre el uso médico y lúdico de la marihuana por falta de consenso entre las fracciones parlamentarias que lo integran y concluido el término de noventa días concedidos para tal efecto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación dio un paso adelante al aprobar su consumo condicionado, que el presidente del órgano máximo de justicia, Arturo Zaldívar Lalo de Larrea, calificó de “histórico” para las libertades. Con lo anterior se sienta jurisprudencia al existir cinco resoluciones en el mismo sentido sin ninguna en contra, y la hace obligatoria, en su términos, para todas las autoridades del país. Mientras esto sucedía, afuera del edificio central de la institución del Poder Judicial de la Federación, sito en una esquina del Zócalo, algunas personas, principalmente jóvenes, fumaban alegremente “churros” o “porros” –o como usted guste llamarle– festejando la decisión aprobatoria de ocho ministros por el sí, y cuatro por la negativa. Horas después el presidente Andrés Manuel López Obrador mostró su inconformidad y expresó que, si no funcionaban las medidas tomadas, enviaría una iniciativa de ley al Congreso sobre la materia.
Esta decisión es sólo un avance más sobre el uso diverso de la marihuana, pues ya estaba autorizado para propósitos médicos y científicos y ahora se autoriza el lúdico. Pero el mismo está condicionado a una serie de requisitos contenidos en la resolución misma. Hace, en primer lugar, un llamado a la Comisión y a la Secretaría de Salubridad y Asistencia, para que formule la normativa para la regulación de su consumo; por otro lado, hace un nuevo exhorto a las Cámaras de Diputados y Senadores para que legislen sobre la materia, seguramente en el próximo período de sesiones que se inicia el 1º de septiembre, al instalarse la nueva Cámara baja. Pero allí no para la cosa. Anula los artículos 235 y 247 de la Ley General de Salud, que prohibían el uso lúdico o de diversión; equipara las normas que deban aplicarse a las del alcohol y tabaco, que se prohíba a menores de edad, que no se consuma en lugares públicos ni frente a menores y se impida que fumen la hierba conductores de maquinaria pesada.

La polémica brotó inmediatamente en los medios de comunicación. Las redes se inundaron de comentarios en pro y en contra, pero allí quedarán por ahora, y nuevamente los legisladores tendrán que destrabar este tema que, como siempre, en mi opinión “tropicalizó” la Corte, al igual que hizo con la consulta sobre el enjuiciamiento de los expresidentes del “período neoliberal”, que el ciudadano de a pie no entiende, porque la técnica jurídica empleada es como perderse en la selva oscura. ¿Tuvieron en cuenta los ministros de la Corte, la pandemia que reduce la reclusión en sus hogares a padres y sus hijos, menores de edad? Creo que no. ¿Tomaron en cuenta que cifras oficiales indican que muchos menores de edad empiezan a fumar desde los once y doce años? Supongo que no. ¿Al comparar la marihuana con alcohol y el tabaco, supone que deben pagarse los altos impuestos que tributan estos dos últimos al fisco? Tal vez lo deja de tarea a los legisladores. ¿Si el uso es para divertirse en soledad, será equiparable a algunos halagos solitarios que practican hombres y mujeres en su placentera intimidad? Aquí si no me atrevo a conjeturar, para no ofender las reglas de la pacata moral pública. Sobran preguntas y faltan respuestas.
La marihuana, dicen algunos estudiosos, es anterior al hombre mismo. Ya en otra colaboración que escribí sobre el tema en este mismo sitio, citaba su largo camino entre los antiquísimos pueblos y comunidades aborígenes hasta su etapa de satanización en los tiempos modernos. Por ello, finalizo con este aterrador párrafo transcrito por Jeff Ditchfield, en su libro “Cannabis”, Editorial Grijalbo, que dice: El informe sobre el cannabis de la Organización Mundial de la Salud de 1955 afirmaba: “Bajo la influencia de la cannabis existe un gran peligro de que se cometa un asesinato no premeditado, podría ocurrir a sangre fría, sin razón ni motivo, inesperadamente, sin que preceda discusión alguna, a menudo el asesino ni siquiera conoce a la víctima y simplemente mata por placer.” Seis años más tarde la primera convención sobre drogas de Naciones Unidas prohibía el cannabis internacionalmente.