El que se fue a la villa…
Héctor Mendoza

La pluma ecléctica

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Es evidente que no puedo generalizar, pero gran parte de mis conciudadanos gustan de no respetar la ley, para muchos de nosotros (me excluyo evidentemente)…

Imagen: Carbon Made.
Imagen: Carbon Made.

Lectura: ( Palabras)

El que se fue a la villa, perdió su silla. La gran mayoría de los mexicanos conocemos y, eventualmente, crecimos con una interiorización del anterior dicho popular.

De hecho, este dicho popular, tiene su equivalente material, el juego de las sillas; un juego al que quizá todos también hemos jugado. Como todos sabemos, en este juego se trata de ganar una silla por cada ronda de música, e inevitablemente, en cada ronda habrá una persona que “pierde su silla”.

No puedo negar que el juego parece divertido, pero lo que quiero destacar es que los mexicanos hemos crecido con este tipo de ideas que, si se analizan bien y despacio, son bastante cuestionables.

juego de las sillas, políticos
Imagen: Seminario Estudios Políticos.

Es evidente que no puedo generalizar, pero gran parte de mis conciudadanos gustan de no respetar la ley, para muchos de nosotros (me excluyo evidentemente) el que se va a la villa pierde su silla. Lo que se podría traducir casi en cualquier cosa, el que olvida el celular, ya se fregó, ya se chingó.

Ejemplos como el anterior son casi infinitos, a grado tal que cuando alguien hace lo correcto, regresar un teléfono o una cartera con dinero y documentos que se encontró, el hecho parece inusual y extraordinario. Es común que cuando esto sucede, salga incluso una nota periodística alabando las virtudes morales de ese ciudadano.

La realidad es otra, todos deberíamos hacer eso, todos deberíamos entender, que el que aparezca un celular o una cartera o lo que sea, en medio de la calle, o en un baño público o en un salón de clase, no significa que no tenga dueño. Todas las cosas materiales (en general) tienen dueño, cuando entendamos eso y no digamos, “mira, me lo encontré tirado”, habremos dado un gran paso hacia la cultura de la legalidad.

mexicanos y chingar
Imagen: Tumblr.

En México pareciera que todos creemos ser “bien chingones”, y como chingones que somos, nos la pasamos viendo a quién chingar, y como efectivamente todos somos “bien chingones”, nos la pasamos chingándonos entre nosotros y, por ente, todos terminamos chingados.

Sé que no digo nada nuevo, reflexión similar hizo el gran escritor mexicano Octavio Paz, en su libro El laberinto de la Soledad y lo hizo hace apenas 71 años atrás. Es decir, tal parece que han pasado más de 70 años y no superamos, como sociedad, nuestras ansias de chingar.

Así pues, todo indica que, al menos, 71 años después, seguimos pensando que: “Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado” (Octavio Paz, 1950).

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