En la conferencia matutina de hoy el presidente, Andrés Manuel López aseguró que en este país no hay más masacres, esto haciendo referencia a que su gobierno nunca ha dado la orden de reprimir manifestaciones.
Más allá que lógicamente no ha ocurrido un evento de la magnitud de los 43 de Ayotzinapa o de Tlatelolco en 1968, sí hay represiones a protestas pacíficas, especialmente, a las que realizan las mujeres.
Para el día de la mujer de este año, el mandatario respaldó la decisión de amurallar Palacio Nacional para evitar que las manifestantes pintaran las paredes de la sede del Ejecutivo.
Sí hay protestas que son reprimidas, quizá no con la misma frecuencia o magnitud que años anteriores, pero eso no quiere decir que sea menos grave o que no se le debe dar importancia.
Pero, dejando de lado la discusión de que las fuerzas de seguridad del Estado repriman o no una manifestación o si asesinan a protestantes o no, México es un país que vive diariamente de masacres a manos de la delincuencia y el crimen organizado.
La guerra contra el narcotráfico que destapó el expresidente Felipe Calderón incrementó el número de homicidios dolosos que se registraban – y las que no también – en los datos de Secretaría de Seguridad.
A partir de ese momento ese incremento fue exponencial hasta alcanzar números terroríficos y esto se puede constatar al revisar las cifras oficiales. Lo preocupante es que no se tomen acciones concretas para revertir la situación o, las estrategias que se tomaron no han surtido ningún efecto.

En estos tiempos, anualmente, sufrimos el doble de homicidios dolosos por año de los que padecíamos hace 20 años y no se observa que la tendencia venga a la baja, ni siquiera en tiempos de confinamiento por pandemia.
AMLO y una propuesta sin frutos
En 2018, una de las grandes propuestas de Andrés Manuel López Obrador, más allá de la de acabar con la corrupción, era reestructurar la estrategia de seguridad pública. Una proposición sensata, ya que no se podía (y todavía no se puede) seguir viviendo de esa forma.
En entidades donde hay una importante presencia del crimen organizado es casi una moneda al aire regresar con vida al hogar, por lo que era necesario replantearse las estrategias tomadas a causa de los pobres resultados obtenidos en esta materia.
AMLO durante esa campaña acuñó la frase de: ¨abrazos, no balazos¨ y parecía que la metodología sufriría (en el buen sentido de la palabra) un cambio importante.
Al llegar a la presidencia, Andrés Manuel promovió la disolución de la Policía Federal, más adelante aclararía a que se debió por falta de disciplina y moral dentro de esta fuerza de seguridad, y propuso la creación de la Guardia Nacional.
La llegada de la Guardia Nacional supondría el reforzamiento de la seguridad pública, siendo esta un brazo del ejército. Quizá, la intención del presidente era resignificar la relación entre la ciudadanía y el Ejército la cual estaba – y sigue – muy debilitada por razones evidentes.
Pasados casi tres años de la llegada de AMLO a la presidencia podemos decir que no se han logrado ninguno de esos dos objetivos, los homicidios dolosos, si bien no siguen creciendo exponencialmente, están en números exorbitantes y la relación de la ciudadanía con las fuerzas del ejército no mejora, de hecho, se debilita.
Una de las razones que son parte del fracaso en la consecución de estos objetivos es el aumento de facultades que se les otorgó al ejército, por intermedio de la Guardia Nacional, que les permite intervenir e incidir en espacios que no les corresponde.
El fracaso de la estrategia
Hoy la Guardia Nacional no sólo se encarga de aspectos que se inscriben en materia de seguridad pública, sino también llevan la encomiendan de dirigir los grandes proyectos de desarrollo en infraestructuras de este gobierno y son responsables de las adunas.
Esa ampliación en las tareas de la Guardia Nacional distorsionó su labor principal que es garantizar la seguridad de las ciudadanas y ciudadanos de este país.
El ex secretario de seguridad Alfonso Durazo pasó sin pena ni gloria, no mejoró la grave situación y abandonó su cargo para perfilarse como candidato a gobernador de Sonora.
Más allá de lo irrisorio que alguien se postule a otro cargo luego de fracasar rotundamente, por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana parece que seguirán cambiando de secretarios sin que se logren resultados concretos.
No se lograrán resultados porque mientras AMLO tenga una gran incidencia en que a la Guardia Nacional se le aparte de su función principal, seguiremos dándonos golpes contra la pared con el lamentable condicionante de que, día a día, perdemos vidas humanas día con día.
El presidente no puede decir abiertamente que no hay masacres en nuestro país, si bien estas no las perpetúan las fuerzas de seguridad del Estado sino la delincuencia y el crimen organizado, no deja de ser menos preocupante.
Un país donde en enero de este año se cometieron 2 mil 328 (75 en promedio diario), 2 mil 219 en febrero (79 en promedio diario) y 2 mil 505 en marzo (80 en promedio diario), según cifras oficiales, no es precisamente uno que viva bajo el reinado de la paz.
Es total responsabilidad del Estado estas graves cifras de seguridad y que no se haga nada para revertirlo, el problema parece sin seguir ser dimensionado con la gravedad que se requiere.
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