¿Qué es una creencia? Certidumbres, razones y disposiciones
José Luis Díaz Gómez
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Una creencia es un enunciado que se asume y se sostiene como verdadero, por ejemplo: “yo creo en milagros”, “yo no; yo creo en la física”. Se trata de aseveraciones más generales que las de una…

Fotografía: El Universo.
Fotografía: El Universo.

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Una creencia es un enunciado que se asume y se sostiene como verdadero, por ejemplo: “yo creo en milagros”, “yo no; yo creo en la física”. Se trata de aseveraciones más generales que las de una opinión personal como ésta: “el más sabroso de los helados es el de chocolate”. En referencia al sujeto de una creencia advertimos tres elementos básicos: (1) alberga la convicción de que la propuesta es verdadera, (2) proporciona razones y motivaciones para aceptarla como válida, y (3) tiene la disposición para actuar en concordancia. Veamos estos tres elementos con más detalle.

En referencia al acuerdo, el asentimiento y el crédito que se otorga a una aseveración, se puede decir que la aceptación de su contenido como probable o seguramente verdadero tiene dos componentes: uno racional y otro volitivo. Sobre la parte racional destaca que el sujeto no tiene pruebas definitivas sobre la verdad del enunciado en el que cree, pues cuando éstas se cumplen, la creencia se constituye propiamente en un saber. Entonces, a falta de pruebas fehacientes, el sujeto genera y esgrime razones para creer. De hecho, el más explícito de los factores involucrados en una creencia es el conjunto de justificaciones que el sujeto tiene y proporciona para aceptarla. Más aún: la persona se muestra más o menos capaz de elaborar razonamientos y deliberaciones para fundamentarla, cambiarla o rechazarla. La creencia parece entonces determinada por hechos y razones tal y como son percibidos y valorados por el sujeto. Ahora bien, una creencia no sólo se sostiene por hechos o razones, sino que implica un sentimiento de certidumbre y una actitud volitiva de que la aseveración es verdadera. En efecto, es posible entender el significado de un enunciado sin creerlo, como sucede cuando los hechos que se proponen no se consideran verdaderos. Además, como lo había detectado David Hume hace siglos, no podemos obligarnos a aceptar o creer cualquier proposición.

Proposiciones.
A partir de Platón se ha considerado que el conocimiento (círculo amarillo) es un conjunto de aseveraciones o proposiciones que son al mismo tiempo creencias (círculo morado) y verdades (círculo rojo) (imagen tomada de Wikipedia).

Las justificaciones o razones conscientes son operaciones del pensamiento y se ofrecen para abrazar una creencia; son una parte importante de sus causas, pero las motivaciones originan o contribuyen en la adopción de una creencia. Se plantea así que el segundo elemento de la creencia es la motivación, la tendencia o la predisposición para aceptar una creencia como válida y en este proceso intervienen inclinaciones, emociones o deseos que pueden ser inconscientes y dependen de factores personales de orden genético, biográfico, cultural o de personalidad.

Podemos rastrear en los animales actitudes y disposiciones. Cuando la dueña de un perro afirma que el animal “cree que van a salir”, percibe ciertos comportamientos que por analogía con su experiencia en contextos similares, considera indicadores de creencia. El animal ciertamente tiene tendencias innatas y aprendidas que guían su comportamiento y los etólogos hablan de expectativas o creencias no verbales porque la criatura no tiene la capacidad de creer en el sentido de aceptar una proposición como verdadera o de darle una justificación razonada.

Teoría de la acción razonada.
Esquema de Laura Barraza y Jeannete Pineda de la UNAM sobre la teoría de la acción razonada de Fishbein que relaciona en un flujo las creencias, las actitudes, las intenciones y las acciones (conducta) (tomado de: http://www.fao.org/3/y9882s/y9882s03.htm).

Por otra parte, el bagaje cognitivo propio de cada persona también es determinante porque, para albergar una creencia o adoptar una nueva, el sistema cognitivo valora de manera tácita o a veces explícita si la aseveración parece congruente con el sistema de creencias previas ya establecidas y que suelen tomarse como piezas de la identidad del sujeto. Todo esto sugiere que no sólo la deliberación o el razonamiento proporcionan diferentes rangos de credibilidad o certidumbre, sino que los motivos implícitos permiten profesar una creencia, incluso con firmeza. Por ejemplo, es posible mantener una creencia sin justificación suficiente, además de ir en contra de razones, argumentos y aún evidencias o contraejemplos palmarios. Los motivos a veces se esgrimen como justificaciones secundarias a las creencias, es decir, cuando las razones lógicas no parecen suficientes, los sujetos recurren a motivaciones para sustentar una creencia.

El tercer elemento constitutivo de la creencia es la disposición para actuar en concordancia con lo declarado, pues en principio sólo se cree lo que se considera cierto. Esta pieza clave de la creencia consiste en que cuando el sujeto acepta el contenido de la aseveración como real, su relación con el mundo cambia, pues está predispuesto para percibirlo en esa luz y actuar de ciertas maneras en referencia al objeto de la creencia. El filósofo hispano-mexicano Luis Villoro, afirmó que la creencia es un estado disposicional adquirido que funciona como guía de la acción y regla del comportamiento porque se manifiesta como una pulsión a favor o en contra de algo. Creer en algo constituye un compromiso para comportarse de cierto modo y opera como una regla de conducta de tal manera que la creencia no sólo es una convicción, sino conlleva la disposición o la actitud para actuar en cierto sentido.

Luis Villoro.
El filósofo hispano-mexicano Luis Villoro y la portada de su libro Creer, saber y conocer, donde trata a la creencia como una disposición para la acción.

Es importante recalcar que no todas las disposiciones para actuar son conscientes. Aunque el objeto de la creencia supuestamente debió ser concebido y comprendido, el sujeto puede realizar actos basados en creencias que da por ciertas sin percatarse plenamente de ello. También existen creencias profesadas sobre las que un sujeto no actúa coherentemente. Por ejemplo, alguien puede sentir y decir que cree en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero comportarse de forma discriminatoria. Es decir, hay niveles de creencia de los que el sujeto no se percata y en consecuencia operan fuera o en los linderos de su voluntad. Vemos así que creer no implica actuar como se cree de manera unívoca, pues la relación entre creer y actuar no está acotada únicamente por la racionalidad lógica, hechos que Sigmund Freud planteó y exploró a lo largo de su obra.

Virgen del Carmen.
Creer en la Virgen del Carmen dispone a realizar conductas como sumarse a la procesión de su imagen el día de su fiesta (Foto de “La Chinita” en el Barrio de Triana en Sevilla 2008).

Muchas de las creencias colectivas de tipo religioso o ideológico suelen ser aceptadas sin que medien razones suficientes y se basan en motivos de orden intuitivo, social o cultural, como sucede cuando se admite y alberga una creencia por el interés de pertenecer a una comunidad. En este tipo de creencias opera una motivación previa, y también la voluntad y el deseo de creer; creer porque el sujeto quiere, “porque le da la gana”. Algo similar opera en el caso opuesto de negarse a creer cuando la aseveración planteada parece contraponerse al conjunto de creencias que le dan identidad. De esta manera, el sistema de creencias de un individuo además de conformar en alguna medida su autoconciencia, también constituye su visión del mundo y sentido de la vida, nociones que están avaladas por un conjunto de convicciones y creencias.

Vemos así que la creencia no está restringida al pensamiento y el razonamiento, pues intervienen funciones como la percepción, la emoción, la memoria y la voluntad. Como resultante de estos factores la creencia ingresa a la esfera del conocimiento, pues creer es una forma preliminar y tentativa de conocer y el conocimiento se puede considerar una forma plenamente justificada de creencia. Una señal de madurez individual es la coherencia entre razones, motivaciones y actos; otra es la disposición de revisar las creencias de acuerdo con nuevas observaciones, razones y evidencias. Es beneficioso y aún necesario el desapego de la persona con sus creencias para facilitar su verificación o suspensión. En la ciencia esta actitud se recomienda para las conjeturas denominadas “hipótesis de trabajo” y que deberán ser sometidas a pruebas observacionales y experimentales.

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