Historia viva
Guillermo Knochenhauer

Contracorriente

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Miguel Hidalgo, por ejemplo, ¿merece ser considerado el padre de la Patria, cuando sólo estuvo cuatro meses en acción?, preguntan los conservadores de hoy…

Imagen: México Desconocido.
Imagen: México Desconocido.

Lectura: ( Palabras)

En este septiembre de la patria, ¿a quién festejar?, ¿a Hidalgo y Morelos?, o ¿a Iturbide? La historia se convierte en una actualidad polémica siempre que se le da un uso político, cosa harto frecuente; es la función de la historia oficial que, se supone, desempeña un papel central en la creación de identidad nacional y de la cohesión que unifica a la sociedad en el amor a la patria.

Los pueblos más libres, sin embargo, son los que conocen mejor su historia, no sólo los acontecimientos o personajes extraordinarios sino las causas profundas que mueven los cambios en la vida colectiva.

En México hoy estamos viendo cómo el presidente López Obrador está tratando de cambiar la fuente de exaltación de nuestro nacionalismo defensivo, el cual se alimentó del antinorteamericanismo durante décadas, pero la globalización y la apuesta a la plena integración económica con Estados Unidos desde hace 40 años, ya no lo permite; hay que avivar el nacionalismo con otro agente externo que cumpla la función de cohesión por aborrecimiento, y España fue la elegida por este gobierno.

No le veo muchas posibilidades de éxito al antihispanismo hoy en México, pero ahí está reiterada la versión presidencial de que los españoles nos invadieron hace más de 500 años; lo que hay que entender es que con ese planteamiento lo que se busca es generar emociones, no la reflexión, aunque habrá quien se lo crea y se vuelva cautivo de esa creencia y quede impedido de conocer la verdadera historia.

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Imagen: Archivo San Lucas, Municipio de Cochoapa El Grande, Guerrero.

Pero decíamos que además de la oficial, también hay versiones conservadoras o progresistas de nuestro pasado, con mil variantes cada una que, igual que la oficial, lo que buscan es dirigir la forma de interpretar lo ocurrido y, sobre todo, dejar en claro qué, cómo y a quien festejar; hoy por hoy tenemos a quienes exaltan los méritos de Hidalgo y Morelos, y otros los de Iturbide.  

Miguel Hidalgo, por ejemplo, ¿merece ser considerado el padre de la Patria, cuando sólo estuvo cuatro meses en acción?, preguntan los conservadores de hoy, que además le achacan haber movilizado una turba incontrolada que causó muerte y, aunque la insurgencia sólo se mantuvo activa entre Querétaro, Guadalajara, Guanajuato y las cercanías de la Ciudad de México, se le atribuye “una caída de su ingreso per cápita de los 40 dólares que tenía en 1800 a 27 en 1825” (La independencia que no fue, Nexos, septiembre 2002).

A las hazañas insurgentes debemos no la independencia del país, pues ésa se obtuvo hasta 1821, sino algunos de los años de mayor violencia y destrucción de nuestra historia, todo lo que llamamos “guerra de Independencia”, ha escrito el director de Nexos, Héctor Aguilar Camín. La de Morelos sería una visión “torpe, cerrada, católica, obtusa y atrabiliaria en sus retrógrados Sentimientos de la Nación”, escribió Luis González de Alba hace 12 años en la misma revista.

¿Qué hay detrás de eso? Hidalgo o Morelos, como Zapata y Villa son incómodos con sus utopías de igualdad y justicia; el conservadurismo sueña con “rescatar” a Iturbide, cuyo mérito fue reunir a las élites criollas compuestas por el ejército realista que combatió a los insurgentes, por el alto clero y por una oligarquía de comerciantes y hacendados para pactar el Plan de Iguala.

AMLO grito 15 septiembre
Foto: Aristegui Noticias.

El Plan de Iguala fue un cuartelazo para impedir que se cumpliera el mandato de la constitución de Cádiz, principalmente contra la iglesia, y para que la oligarquía económica eliminara restricciones al avance de sus negocios. Iturbide, el ejército virreinal, la iglesia y los terratenientes y mercaderes poderosos, no querían ninguna transformación esencial del régimen colonial, sino impedir las innovaciones del liberalismo que afectaban sus fueros, prerrogativas y privilegios.

El tema sigue vivo en México hoy. La resistencia al cambio de los pactistas del Plan de Iguala dio lugar a una perjudicial división entre las élites políticas y económicas, a inestabilidad política e incapacidad institucional para echar a andar la economía y atemperar las desigualdades sociales.

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