¡Elemental!, mi querida Lic. Bermúdez
Gerardo Australia

Historias para recordar

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En esta década el relato detectivesco tuvo un auge asombroso a nivel internacional, sobre todo por la aparición de fenómenos literarios, como Agatha Christie.

María Elvira Bermúdez (Ilustraciones: El Universal / Nuestras Voces.mx).
María Elvira Bermúdez (Ilustraciones: El Universal / Nuestras Voces.mx).

Lectura: ( Palabras)

La mejor receta para la novela policíaca:

el detective no debe saber nunca más que el lector”. 

Agatha Christie.

Recordemos hoy a otra un tanto olvidada mujer mexicana que, como muchas, fue literalmente “de primera”: la primera en recibirse como abogada de la Escuela Libre de Derecho (en 1939); la primera en escribir género policíaco en nuestro país y la primera en crear una mujer detective de toda la ficción hispanoamericana (la ingeniosa María Elena Morán) y, faltaba más, una de las primeras abogadas en México en ser una activa defensora de los derechos de la mujer de su época desde la trinchera judicial, sobre todo en la lucha para lograr que ellas pudieran votar.

Se trata de María Elvira Bermúdez Natera, nacida en la ciudad de Durango, en 1916. A los pocos años la familia Bermúdez Natera se vio obligada por cuestiones laborales a moverse a la capital del país, por lo que María Elvira hizo más vida citadina que provinciana, no por eso Durango deja de enorgullecerse de su muy notable y distinguida hija.

Como abogada —profesión que ejerció de 1939 a 1970—, María Elvira tuvo un importante papel siendo, primero, maestra, apostolado al que dedicó varios años, después como actuaria en la Suprema Corte de Justicia y posteriormente como defensora de oficio en el Poder Judicial Federal, viviendo cualquier tipo de procesos judiciales que la llevaron a ser testigo de la actividad criminal que se daba en aquella chilangolandia terriblona y de tientos siempre surreales, donde la Lic. Bermúdez vivió hasta su muerte, en 1988.

María Elvira Bermúdez Natera
María Elvira Bermúdez Natera (Foto: The Fiction Review).

Este quehacer la nutrió, y curtió, de valiosas experiencias que más tarde traduciría en sus relatos policíacos, mismos que comenzó a escribir desde muñecona, aunque sería en la década de los 40 cuando se lanzó formalmente como escritora noir, debutando en Selecciones Policíacas y de Misterio, revista dirigida al género policíaco.

En esta década el relato detectivesco tuvo un auge asombroso a nivel internacional, sobre todo por la aparición de fenómenos literarios, como Agatha Christie. A su vez sucedía el apogeo del film noir, esas películas donde el típico detective de poca plática no suelta el cigarro, el vaso con whisky, la gabardina, la voluptuosa nena “en apuros” y no le da pena deberle dos años de salario a la secretaria. Películas como El Halcón Maltés (1941) o Al borde del abismo (1946) reafirmaron a Humphrey Bogart como el detective más cojonudo de la pantalla grande.

Pero no sólo proliferaron películas y novelas que dejaron de echarle la culpa del asesinato al infalible mayordomo, para ir por tramas más inteligentes, verosímiles, inteligentes y de una complejidad psicológica más aguda, también brotaron a pasto abierto revistas especializadas en el vaiveneo policial, dando cabida y promoción a un sinnúmero de escritores que no tardaron en alcanzar estatus de rockstars, como Dashiell Hammett o Raymond Chandler. En efecto, en ese entonces daba el mismo prestigio escribir en revistas que aparecer en libros. Por ejemplo, por la revista más importante de esa época, la afamada Ellery Queen Mystery Magazine (lanzada precisamente en los 40), aparecieron en sus páginas más de 40 premios Nobel, como William Faulkner (hubo también varios escritores mexicanos).

Agatha Christie
Agatha Christie (Ilustración: Nacho Zubizarreta).

No olvidemos que para entonces el género ya tenía su nicho bien establecido con personajes legendarios, como el detective Auguste Dupin, creación de Allan Poe, o el rey de la deducción, ese fumador de pipa empedernido, excelente boxeador, experto apicultor, aficionado a la heroína, a no bañarse, seguidor de lo esotérico y a tocar el violín a horas poco educadas, Sherlock Holmes, favorito de chicos y grandes desde generaciones atrás (la primera novela de Sherlock salió en 1887). Por cierto: Louise Hawkins, esposa de Arthur Conan Doyle, fue la causante de que el más famoso detective del mundo de la literatura no terminara llamándose Sherrinford Holmes, como él autor quería, definitivamente un nombre más apropiado para un tipo de pudín o marca de salchichas.

Por supuesto México se trepó a la detectivemanía con revistas como la mencionada Selecciones Policíacas y de Misterio, que fue la primera revista dedicada exclusivamente a la narrativa policial y de misterio en nuestro país. Ahí se encontraba tanto cuentos, como novelas con capítulos por entrega. Salió por primera vez en marzo de 1946, el mismo año que el catalán exiliado, Enrique F. Gual, publicó Asesino en la plaza, la primera novela policíaca que se desarrolla en la Ciudad de México, donde un cronista taurino llamado Toñito (¡vistan a la abuela de Manola!), aclara la muerte de un torero después de descubrir que las banderillas traían veneno en la punta, ¡joder! Al año siguiente, 1947, Gual publica El caso de la fórmula española, siendo la primera novela policial protagonizada por un profesor de idiomas y ambientada en Coyoacán.

Edgar Allan Poe ilustracion
Ilustración: ABC.
Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle (Imagen: Ok Diario).

La revista Selecciones Policíacas y de Misterio se mantuvo en circulación hasta 1957 y abrió la puerta a jóvenes escritores, como a nuestra María Elvira Bermúdez, o a quien años más tarde revolucionaría el género policíaco mexicano con su relato El complot Mongol (1969), Rafael Bernal. El creador del magazine, don Antonio Helú, potosino de origen libanés, era un personajazo: prolijo escritor, guionista, traductor, dramaturgo, director de cine, descubridor de talentos literarios y quintaescencial promotor del género policíaco en Latinoamérica, Helú estudió leyes en la UNAM y participó activamente en la campaña de Vasconcelos para presidente, en 1929. El fracaso de Vasconcelos obligó a muchos a salir por patas, entre ellos a Helú, quien se fue a California, donde estudió cine, trabajó como “lector de biblioteca” (cuando una persona solicitaba que le leyeran) y dirigió el Heraldo de México. De regreso se reencontró con su querido amigo, quien más tarde sería uno de los más emblemáticos e importantes directores de la época de oro del cine mexicano, Juan Bustillo Oro. Éste lo invitó a hacer cine, iniciando así su carrera como guionista con Maldita sean las mujeres (1936). Helú también escribió la primera obra de teatro mexicana con tema policíaco, El crimen de Insurgentes, estrenada en 1935 en el Teatro Abreu.

Pues nada: la persona que más relatos publicó en la revista de don Helú fue nada menos que la licenciada Bermúdez, quien aportó 58 cuentos, publicado el primero cuando tenía 32 años. Es en uno de estos relatos, Precisamente ante sus ojos (1951), donde aparece la figura de María Elena Morán, la que sería la primera detective “sin querer” de la literatura latinoamericana. Sin querer porque la señora Morán, alter ego de la licenciada, era una implacable lectora de novelas de detectives que termina entrándole a resolver el caso por, digamos, default: “La personalidad curiosa de Morán y su afición a la literatura detectivesca la hacen partícipe de la resolución de enigmas. Y es que a pesar de que su esposo es un eminente diputado federal, es ella quien se enfrenta a misteriosas situaciones y a crímenes, los que resuelve gracias a su atenta observación, a su inteligencia y al apoyo que tiene de las lecturas policíacas”, comenta la periodista Perla Holguín (1). En el relato Ma. Elena, de visita en la casa de sus tíos en la colonia San Ángel Inn, en Ciudad de México, logra resolver el caso al recordar La carta robada, de Edgar Allan Poe, de un manuscrito histórico que había desaparecido ante la mirada de los invitados en la casa de su tío.

Helú y Bermúdez
Helú y Bermúdez (Imagen: El Universal).

Sin embargo, el detective estrella de nuestra autora es Armando H. Zozoya, que aparece por primera vez en su relato Mensaje Inmotivado, el cual se publicó años después en la colección de seis relatos, Muerte a la Zaga (1985). Zozoya es un periodista aficionado a resolver crímenes “molestos”, molestos porque lo misterioso al final de todo, como la suegra, incomoda. La cosa es que Zozoya comienza a tener un éxito bruto como detective amateur, por lo que de pronto se le llena el changarro de futuros clientes con casos harto extravagantes: “Zozoya tiene una gran capacidad para leer el perfil psicológico de las personas y sus entrevistas agudas resultan mejores que los interrogatorios sosos de las autoridades; además, su persuasión puede hacer confesar hasta al más cínico de los criminales y posee conocimientos de los métodos estadounidenses de investigación detectivesca, ya que se menciona que escribe reportajes sobre estos temas”, dice en su gran ensayo Ámbar Herrera (2). De esta manera el buen Zozoya va desdoblando misterios a diestra y siniestra.

María Elvira Bermúdez sólo escribió una novela, Diferentes razones tiene la muerte (1958), donde a partir de la misteriosa invitación que la recién viuda Georgina Llorente hace a un variado grupo de nueve personajes a su casona de Coyoacán, no tardan en comenzar a caer los muertos. Se dice que esta novela se pudo publicar gracias a la amistad de la autora con el entonces “preciso”, Adolfo López Mateos. Pero para entonces la Lic. Bermúdez no sólo escribía relatos policiales, también era una asidua colaboradora de suplementos culturales importantes, como el del Novedades y el de El Nacional, entre otros, además de ser una crítica literaria de respeto y prologar ediciones de obras importantes, como la obra completa de ese otro abogado convertido en escritor, Julio Verne, uno de sus escritores favoritos. En 1955 publicó una compilación suya de Los mejores cuentos policíacos mexicanos, en cuyo prólogo dice: “… el escritor policíaco está obligado a confundir y a convencer a un tiempo a sus lectores sin vulnerar en lo mínimo las reglas de la lógica.”

María Elvira Bermúdez Natera
María Elvira Bermúdez Natera (Imagen: Cultura).

En su casa, doña Ma. Elvira tenía una tremenda biblioteca formada, por una parte, con su pasión, de literatura policial y la otra de letras mexicanas, siendo Ramón López Velarde y Sor Juana sus escritores favoritos. El editor y escritor Juan José Reyes, quien fue su amigo y colega, recuerda: “Como muchos de los miembros de su generación, María Elvira Bermúdez disfrutaba de veras la charla. Recibía en su vieja casa de estilo inglés de la colonia Roma a muchos amigos, compañeros, desde los viejos, como Carlos Monsiváis, a más jóvenes, como Christopher Domínguez Michael. Tenía encanto y sabía escuchar y tenía siempre una risa a punto de estallarle. No se quejaba de nadie identificable, no censuraba más que a las grandes entidades que la habían estorbado: el machismo, la Iglesia, los gringos. En su biblioteca tenía una fotografía de López Velarde muy cerca de un banderín del Atlante. Le pregunté un día de dónde había salido aquel emblema: ‘Me lo mandó Efraín; ya le mandé yo otro, que me fui a comprar al centro’. Como sus cercanísimos amigos, Efraín Huerta y José Revueltas (escribió ella en su diario personal), amaba la Ciudad de México y en especial su mero corazón. Durante años caminó sus calles para ir a su trabajo en la Suprema Corte de Justicia o con sus nietos para ir al cine o a comer medias noches en 16 de septiembre”(3).

Desgraciadamente el género policial en México no salió de repetir el mismo formato clásico de siempre, mismas tramas diferentes nombres. Por otro lado, ni en literatura ni en cine tuvo el éxito que tuvo en otros países, como los europeos o Estados Unidos. Esto responde, primero, porque siempre se le ha considerado un género menor, chafón, de consumo fácil y dudosa calidad literaria, y segundo, responde al pequeño detalle de que el mexicano, a punta de trapazos, zipizapes y sacacacas, ha dejado de creer en la justicia desde hace mucho tiempo, y la aplicación de la justicia es un elemento indispensable para la realización de la trama de misterio, así como lo es la coartada, de otra manera nadie cree la historia, ¿no les suena familiar?

Posdata: la hija de la licenciada Bermúdez, Beatriz Barretero Bermúdez, aunque no dentro del género policial, heredó sus inquietudes literarias, siendo una distinguida colaboradora de México en la Cultura, La Cultura en México, Revista Mexicana de Cultura, El Nacional y El Día; además autora de algunos ensayos y biografías, como Desnutrición del mexicano, De médicos, Trece directores del cine mexicano, La historia de las prisiones en México, Rosario Castellanos, Ángela Peralta y Tierra adentro.


Referencias:

(1) artículo completo en: https://confabulario.eluniversal.com.mx/los-enigmas-de-maria-elvira-bermudez/

(2) ensayo completo en: http://temayvariacionesdeliteratura.azc.uam.mx/index.php/rtv/article/view/238

(3) artículo completo en: https://letraslibres.com/libros/maria-elvira-bermudez-la-agatha-christie-mexicana/

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